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Una cosa es predicar, y otra, dar trigo
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Una cosa es predicar, y otra, dar trigo

Actualizado 31/03/2022 15:56
Eutimio Cuesta

Hoy me he levantado, como todos los días, con mucho ruido: ruido en los medios, ruido en las calles, ruido en los ambientes. Mucho ruido. Ruido que aprovechan los “charlatales de feria” para hacer su agosto, sus ventas de humo, que, los que somos ya mayorcitos, sabemos lo que se traen y nos traen.

El otro día, un mandamás de comunidad nos hablaba de “forrarse”. Consulté su significado en google, y tras su respuesta, lo aclaraba con este ejemplo: “El que lo inventó seguro que se ha forrado”. Y, además, aseveraba que hay que bajar los impuestos, todos, sobre todo, los de las fuentes de energía. Y acudí de nuevo a google, y consulté cómo se distribuyen los impuestos de la luz y de las energías fósiles. Y allí leí que el 100% del impuesto de la luz, y el 58 % de carburantes fósiles va directamente a las comunidades, con el fin de poder atender la educación, la salud y la buena distribución, en general, de todos los recursos, y así mejorar el bienestar integral de la población. Me pregunto: ¿El señor mandamás de marras ha previsto, cómo redimir la disminución de los ingresos que van a percibir su comunidad y todas, si se reducen los impuestos energéticos al máximo, como se exige al Gobierno? Porque no se puede desatender el Estado de Bienestar de la sociedad, ¿o sí? Pues os tiene que aclarar de dónde lo saca. Amigo, en esta vida nuestra, una cosa es predicar y otra dar trigo. Mucho ruido, mucho canto de alondra, y pocas nueces. Esperemos su milagro.

Me gusta pasear por los senderos de mi pueblo y procuro enterarme de los aconteceres, que se ciernen en el lugar. Y me interesé, entre tantas cosas, de la caza, y, para ello, hablé con los cazadores. ¿Cómo está el asunto? Y me respondieron que no pinta muy bien el ambiente. “En la veda de la codorniz, pateamos el terreno y volvimos a casa sin tirar un tiro o con una o dos piezas; y, por lo demás, se ve algún pequeño bando de perdices…, para no aburrirnos”.

Les desperté la imagen de aquellas carreras de perdices con sus doce o catorce crías, que, en hilera, se perdían cerro arriba por las besanas. Me respondieron que aquellas visiones se habían apagado, pues los herbicidas y abonos químicos estaban esterilizando las parejas, y hoy incuban lo más cinco o seis huevos.

Yo creo que el remedio de esta carencia de caza menor, a punto de extinguirse, demanda un remedio, un control, pues, al paso que vamos, no va a quedar una especie en nuestros campos y parajes. ¿Quiénes tienen que atajar este desaguisado? Todos, pues está en nuestra manos, en nuestro ingenio, poner remedio a este desatino. ¿O la solución está en rebobinar el tiempo, y volver a abonar nuestra tierra con estiércol del ganado, sobre todo, con el de la oveja muy estimado por el labrador? Sería la forma de repoblar nuestro paisaje de pájaros, aves y animales, leguminosas y forrajes propios de nuestro ecosistema. Sería la forma de rejuvenecer nuestro entorno y acabar con el silencio y la soledad de nuestro medioambiente y de los conflictos que generan estas ausencias.

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