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Marca de un editor
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LA PROVINCIA DEL ALMA

Marca de un editor

Actualizado 03/04/2022 09:38
José Luis Puerto

Si bien nos paramos a pensar, los libros que conocemos, que frecuentamos, que leemos, con los que nos familiarizamos… terminan constituyendo una personal cartografía, que termina dando noticia de lo que somos y, a la postre, de cómo entendemos el mundo.

Porque el libro, desde que aparece y, sobre todo, desde que se constituye como libro impreso, en el arranque de la modernidad, es un potente artefacto civilizador.

Y, además, el libro contemporáneo –pensamos, sobre todo, en el impreso en el siglo XX, aunque también en el XIX– es, en sí, desde el punto de vista material, teniendo en cuenta aspectos como los de su impresión, encuadernación, ilustraciones (si las tiene), portadilla, cubierta…, en no pocos casos, una verdadera obra de arte.

De ahí que el de la impresión y el de la edición sea un verdadero arte. El escritor italiano Roberto Calasso, responsable del prestigioso y exquisito sello editorial Adelphi, considera en su obra La marca del editor (2013) “La edición como género literario”.

Si pronunciamos nombres como los de Gallimard, Einaudi, Insel Verlag, Suhrkamp… y otros que pudiéramos añadir (en España, por ejemplo, el de Seix Barral de antes), estamos ante una cartografía de la mejor edición europea contemporánea.

Todo esto que estamos diciendo nos lo trae a la playa de la actualidad el reciente fallecimiento de uno de esos editores míticos y con gran personalidad en nuestro idioma como es el judío argentino Mario Muchnik (1931 – Madrid, 27 de marzo de 2022).

El nombre de Mario, “el editor tenaz” –como lo califica estos días La Vanguardia–, nos lleva al de su padre Jacobo Muchnik, que creara la editorial homónima en 1955, tres años más tarde renombrada como Compañía General Fabril Editora, ese sello editorial mítico argentino, que ha editado libros tan importantes y tan hermosos.

Solamente pondremos sobre el mantel de esta mesa de palabras unos cuantos títulos, para que se advierta el certero olfato editor de Muchnik en la Compañía General Fabril Editora. Para empezar, La arboleda perdida, de Rafael Alberti, en la colección "Testimonios", publicada en 1959 y cuyo ejemplar adquiriéramos, en nuestros años de primera madurez, en Sevilla, en la librería de lance de nuestra llorada amiga Mercedes.

O, poco después, esa sobrecogedora novela Sobre héroes y tumbas (1961), del narrador argentino Ernesto Sábato, con su ya mítico “Informe sobre ciegos”. O muchos libros más, como esa Antología poética, de Saint-John Perse, en la colección "Los Poetas", en versión de Jorge Zalamea, donde hemos acudido siempre con deleite a leer una y otra vez “Para celebrar una infancia”, perteneciente a su libro Elogios.

O también esa deliciosa y popular colección de los “Los libros del mirasol”, con su anagrama de la flor del girasol, encuadernados en un rígido cartoné para tratar de proteger unos textos siempre significativos, donde nos conmovió, por ejemplo, “El músico pobre”, una de las Novelas breves de Franz Grillparzer, en tal colección editadas.

Marcas de un editor, marcas de una saga de editores tenaces y constantes, padre e hijo, Jacobo y Mario Muchnik, judíos argentinos, que nos han regalado algunos de los libros más hermosos que hayamos podido leer.

Marcas de civilización que, en estos días de barbarie, de ocupaciones bélicas de un pequeño país por otro grande, no sabemos si podrán servir de antídoto o talismán frente a la destrucción y la muerte gratuitas e injustificadas.

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