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Europa termina en el norte de África
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Europa termina en el norte de África

Actualizado 28/03/2022 09:19
Francisco López Celador

Aún conservo en la memoria imágenes de los primeros años de la década de los cincuenta, cuando se repetían manifestaciones estudiantiles en Salamanca, organizadas por el gobierno, con la misma “espontaneidad” que las de ahora, en las que los universitarios visitaban previamente los colegios de bachiller para “invitar” a los colegiales a unirse a las protestas, casi siempre sobre Gibraltar. Me acuerdo de algún eslogan: ¡Que Gibraltar no es Calcuta, hijos de la Gran….! Entre col y col, aunque no viniera a cuento, siempre se colada alguna lechuga, como: “Los moritos de Marruecos/ con bastante disimulo/ pedían la independencia/ y a poco nos dan …”

Dicen los sicólogos que aquello que más nos impresiona siendo niños es lo que más tarde olvidamos. Será por eso que, cuando surge alguna noticia que afecta a las relaciones entre Marruecos y España, me acuerdo de aquellas “excursiones”. Siendo adulto, y miembro de nuestras FAS, he tenido ocasión y razones suficientes para poder valorar la realidad de esas relaciones.

Conviene recordar que la presencia española en el norte de África es muy anterior a la creación del Reino de Marruecos. Esa presencia ahora se circunscribe a las ciudades de Ceuta y Melilla, islas Alhucemas, islas Chafarinas y peñón de Vélez de la Gomera. El islote Perejil está deshabitado y desde 2002, en acuerdo suscrito con Marruecos, carece de presencia militar y signos de soberanía. Las relaciones Marruecos-España han estado siempre envueltas en una constante: España ha observado al reino alauita con ojos de vecino al que considera amigo, pero Marruecos no se esfuerza en demostrarlo porque siempre aprovecha nuestros momentos difíciles para sacar tajada. Hagamos un repaso.

Tras la independencia de las naciones hispanoamericanas, España buscaba mejorar la imagen dejada y quiso castigar los ataques que sufría nuestro Ejército a manos de las cabilas rifeñas, en lo que se llamó Guerra de África. Tras la derrota de los rebeldes, se firmó con Marruecos el tratado de Wad-Ras en 1860. El escozor de la derrota y la escasa autoridad que ejercía el sultán sobre aquellas tribus, animó al líder Abdelkrim –que había estudiado derecho en la USAL- a tomarse la revancha hostigando a un ejército regular español, mal dotado y peor instruido. La mala dirección de las operaciones y el fracaso de la logística dieron lugar a la triste derrota conocida como como Desastre de Annual (1921)

A continuación, la larga etapa del Protectorado (1921-1956) hasta que Marruecos logró su independencia de Francia y España. Cuando aún no había transcurrido un año de esa independencia, Mohamed V vio la ocasión de calmar las inquietudes del incipiente partido nacionalista antimonárquico Istiqlal ,trasladando al exterior los disturbios internos. La guarnición que mantenía España en el territorio de Ifni - llamado Santa Cruz de la Mar Pequeña, ocupado por España en el siglo XV y concedido oficialmente por el sultán Mohamed IV en el Tratado de Wad- Ras- comenzó a ser atacada por “grupos armados incontrolados”. En esos momentos, nuestras FAS estaban dotadas de material y armamento procedente de la llamada Ayuda Americana. Cuando comenzó el conflicto, Hasan II aprovechó la circunstancia para acosar a nuestras guarniciones que no pudieron emplear esos medios por imperativo de EE. UU. La guerra tan local, con la que Marruecos buscaba recuperar todo el territorio al norte del Sáhara, es decir, Cabo Jubi e Ifni, costó demasiados muertos. Pasada la sorpresa de los primeros momentos y acumulados refuerzos desde barcazas y con el empleo por primera vez de paracaidistas, se eliminaron todos núcleos enemigos, sin rematar la operación , porque Francia y EE. UU. se oponían a que nuestras tropas entraran en Marruecos. Se firmó la paz entregando a Marruecos la zona de cabo Jubi; no así Ifni ni el Sáhara, territorios que en 1960 fueron declarados no autónomos por Naciones Unidas.

De nada sirvió la entente cordial porque Hasán II siguió tirando piedras y escondiendo la mano. Pasados los años, llegó la agonía de Franco y no se lo pensó dos veces: organizó la famosa “Marcha Verde”, batalla ganada por Marruecos sin disparar un solo tiro. Marruecos recuperó todo el lote, incluidos los fosfatos de Fos Bucraa, los yacimientos petrolíferos y los bancos de pesca, demostración de que volvió a funcionar la fórmula empleada por el falso amigo vecino.

A partir de ese momento, y en contra de todas las resoluciones de Naciones Unidas, Marruecos tomó posesión del Sáhara, desoyendo la obligación de celebrar un referéndum de autodeterminación. Los saharauis iniciaron una campaña de resistencia formando el Frente Polisario. Los recursos que aportaba el nuevo territorio y el apoyo que recibía Marruecos de EE. UU. han servido para que la cuerda siguiera estirándose. Hoy, con la astucia de siempre, Mohamed VI ha manejado la masa de subsaharianos y marroquíes que acampan en todo el norte de Marruecos, lanzándola en pateras, o contra nuestras vallas, siempre que ve una ocasión propicia, hasta saturar Ceuta, Melilla y las costas españolas. Sánchez no ha resistido el agobio y, en una maniobra cuyos entresijos se desconocen, ha cambiado la política mantenida siempre por España, abandonando a la población saharaui y firmando un acuerdo con Mohamed VI, sin contar con nadie. Ahora tenemos en contra los saharauis que sueñan con recuperar sus hogares y Argelia que es su nación protectora. Con unos y otros manteníamos buenas relaciones, pero Argelia es nuestro principal abastecedor de gas. Habrá que esperar que no tome represalias.

Ignoro las condiciones en que se ha firmado ese acuerdo porque ninguna de las dos partes ha querido dar explicaciones. Ahora bien, conociendo a los dos firmantes, es para no estar tranquilos. Pedro Sánchez, porque lo único que le ha preocupado siempre ha sido mantenerse en el poder a cualquier precio, y el rey de Marruecos, porque siempre ha visto a España como un vecino peligroso al que se debe debilitar siempre que se pueda.

Las ciudades autónomas Ceuta y Melilla son territorios que quedaron fuera del paraguas que constituye el tratado de adhesión a la OTAN. Eso lo saben en Marruecos y yo no me creo que hayan firmado la promesa de respetar la situación actual de esas ciudades, lo mismo que están haciendo con las aguas jurisdiccionales de Canarias. Antes se decía que Europa empezaba en los Pirineos. Si el último tratado firmado con Marruecos fuera real, podríamos asegurar que, de ahora en adelante, Europa termina en el norte de África. Ojalá me equivoque, pero yo no me lo creo.

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