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Historia de una Esperanza
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Historia de una Esperanza

Actualizado 22/03/2022 08:40
Andrés Barés Calama

Si hay algo que anhelan los pueblos es la paz y la libertad. Se han librado miles de guerras y han muerto millones de personas por un solo objetivo, la defensa de las libertades.

Todo empieza el 16-11-1975 al iniciarse la llamada “marcha verde” y unos días mas tarde son firmados los vergonzosos Acuerdos Tripartitos de Madrid, que permitían el reparto del Sahara Occidental entre Marruecos y Mauritania.

A partir de aquí todo un pueblo se ve obligado a abandonar su tierra, el lugar donde nació y nacieron sus antepasados.

El calvario a que está sometido este pueblo, refugiado en campamentos de un inhóspito desierto fuera de su país, viviendo en jaimas de tela, soportando temperaturas superiores a cincuenta y cinco grados, pasando hambre y sufriendo enfermedades, es algo indignante.

Los saharauis mantienen la esperanza de regresar algún día a sus hogares, poder ser libres y vivir en paz. Hasta que ese día llegue, este pueblo seguirá sufriendo el destierro, por la avaricia y la intolerancia de sus vecinos los invasores, Voltaire decía “es infame todo aquello que tiene que ver con el abuso de poder, con la intolerancia en suma”.

Cuando por el egoísmo de unos cuantos ocurren estos atropellos, la solidaridad de otros pueblos se pone en marcha, aparecen las asociaciones que organizan programas de ayuda como, “Caravana de alimentos” donde el trabajo y la solidaridad de muchos hace posible paliar el hambre, o las “Vacaciones en Paz” consiguiendo cada año que miles de niños y niñas saharauis entre siete y doce años, pasen dos meses de verano con familias de acogida en España.

Una de estas niñas llamada Bomba viene a pasar sus vacaciones a primeros de Julio de 2003 con una familia albercana, llega en unas condiciones físicas lamentables, apenas si tenía fuerzas para levantar los párpados, trae una mochilita con abalorios que se apresura a regalar y con una carta de la abuelita apenas inteligible donde dice que es la primera vez que viaja, que sus papás viven en Tenerife, vienen apuntados dos números de teléfono y que su nombre es Montse. ¿Cómo Montse si en el pasaporte colectivo reza como Bomba?

Se llama a uno de los números anotados en la carta y se oye una voz de mujer.

-“¿Diga me?”.

-“Buenas noches, somos la familia de acogida de Montse”.

(Por el grito que dio no había duda, era la madre de la niña) “y acláreme, ¿cual es el nombre de la niña?, Bomba o Montse.

La mamá nos explicó, “su nombre es Montse, y viene sustituyendo a Bomba, una primita suya que ha enfermado y queremos que nuestra hija se quede con nosotros en España cuando termine sus vacaciones con ustedes” y comenzó a sollozar.

-“Tranquilícese señora, ¿en que situación se encuentran ustedes en España”?

-“Yo estoy trabajando y a la espera de los papeles, pero su papá tiene DNI español y ya intentó sacar a la niña de los campamentos, pero allí al no hacerle documentos de identidad hasta cumplir los dieciocho años, en la frontera no autorizaron su salida”.

La mamá había estudiado ginecología en Cuba y con posterioridad en Navarra, donde ¡¡¡ah, sorpresa!!!, en el hospital Virgen del Camino de Pamplona nació Montse en Septiembre de 1997, por lo tanto tenía cinco años a punto de cumplir seis y ¡¡¡era española!!!.

-¿Por que su nombre no es árabe?

- “Se le puso el de mi amiga y comadrona que me asistió en el parto”.

Esta oportunidad no se podía desaprovechar, había que conseguir que Montse se quedara en Tenerife con sus papás

Nos pusimos manos a la obra informándonos de los trámites a seguir, siendo la Subdelegación del Gobierno la encargada de resolver si la niña era devuelta a los campamentos de Timdouf en medio del desierto, o se quedaba con sus papás en España.

Las primeras informaciones requeridas eran desalentadoras, todo indicaba que Montse cogería de nuevo su mochilita y regresaría al Sahara.

La niña no entendía ni una palabra de español, sabía que algo no iba bien y nos miraba sin pestañear, con sus preciosos ojos grandes y negros reflejándose en su carita entre miedo y preocupación, que al mirarla y sonreírle su semblante se ilumina, devolviéndonos una amplia y cálida sonrisa.

Había que reunir documentación que probara que Montse no era Bomba, pues surgiría la siguiente pregunta, “esta bien, si esta niña es Montse ¿Dónde está Bomba?”; solicitamos a la oficina del Polisario, representante de los saharauis, un certificado que indicara la sustitución de una niña por la otra, a Tenerife uno de empadronamiento y residencia de la familia, DNI compulsado de su papá, dos declaraciones juradas de que era su hija y por último, llamar al Registro Civil de Pamplona para que localizaran la Partida de Nacimiento de Montse, sabiendo su fecha de nacimiento y sus apellidos, algo en lo que la señorita funcionaria Carmen, se volcó al conocer el problema y antes de una semana recibimos por duplicado la Partida de nacimiento para solicitar el DNI y la literal, junto a una nota que decía, “suerte y adelante”.

Fue un mes agotador de llamadas, viajes, entrevistas, etc., no fue fácil reunir todos los documentos para presentarlos en la Subdelegación del Gobierno, lo hicimos con tres semanas de antelación a la salida prevista de los vuelos, que llevarán de nuevo a los niños y niñas saharauis hacia Tindouf (Argelia) y desde allí en camiones hasta los Campamentos de refugiados.

Entregada la documentación, solo quedaba esperar que la decisión fuera favorable, pero a cada momento nos asaltaban las dudas, “se irá”, “se quedará” y a medida que pasaba el tiempo y no recibíamos noticias, la angustia era mayor y al mirar a la niña nuestro corazón se encogía un poquito mas.

En tanto Montse desde su llegada disfrutaba del verano, no hablaba ni una palabra de castellano y los primeros días nos entendíamos por señas o mímica, aunque en menos de una hora de estancia entre nosotros, pronunció su primer palabra en castellano, se nos queda mirando y dijo “helado”, ¡hombre por fin nos dices algo!, los niños que habían veraneado con anterioridad en España, le contaron que aquí teníamos algo muy rico llamado “helado”.

Le costó acercarse al borde de la piscina, nunca había visto tanta agua junta, fue al ver a los niños lanzarse al agua, el que poco a poco se animara a ponerse el flotador y zambullirse con ellos, disfrutando de algo desconocido para ella.

Cada paso que daba descubría algo nuevo, había que ver su carita al acercarse a una pescadería, mirar los peces, tocar el hielo y eso sí, le encantaba en el supermercado echar cosas al carro, cualquier trabajo a realizar allí estaba ella para ayudar.

Todo le sorprendía, incluso ver salir el agua del grifo y poner su manita debajo para que no se marchara.

Hizo amiguitos por todas partes, su simpatía, su dulzura y su sonrisa, cautivaba a todos.

Pero Montse no solo recibió, ella también nos aportó cosas muy importantes, como el saber compartirlo todo, su sentido de la solidaridad y sobretodo, mucho cariño y su hermosa sonrisa.

Estando en una fiesta recogió caramelos, globos, chicles, ella fue metiéndolos en una bolsita que nos entregó para guardarlos, pero al día siguiente al aparecer sus amiguitos nos solicitó la bolsita de las golosinas y en un momento las repartió todas.

El tiempo seguía caminando y la noticia tan esperada no llegaba, solo faltaba una semana para el regreso de los niños al Sahara y nos comunican que la Subdelegación del Gobierno en Salamanca había remitido el informe a la Delegación del Gobierno en Valladolid.

¿Cuanto tiempo tardará en resolver?, ¿lo hará cundo Montse esté en los Campamentos?

Puestas así las cosas, cogimos a la niña de la mano y emprendimos vuelo a Tenerife, fue llegar y junto a su padre nos dirigimos a la comisaría de policía donde solicitamos el DNI para Montse, se nos pidió las Partidas de nacimiento y el carnet de identidad de su papá, que presentamos y acto seguido tomaron sus huellas dactilares, entregándonos un resguardo para recogerlo en un mes.

Cuando salíamos por la puerta de la comisaría, percibimos que un gran peso se nos había quitado de encima, sentíamos un alivio inusitado y hasta parecía que respirábamos mejor, era una sensación tan agradable que nos miramos los cuatro y todos a la vez comenzamos a reír de alegría.

Solo faltaba dar la noticia a la mamá cuando llegara del trabajo, todos estábamos ansiosos de verla aparecer y darle la grata noticia, pero el tiempo parecía congelado en esa tierra volcánica, cada minuto nos parecían horas, por fin llegó y abrazó llorando a su hija que empuñaba en su manita el resguardo del DNI, ese carnet de identidad que inexorablemente demostraba que Montse era española y ya nada ni nadie podría separarla de sus papás. Esta vez no nos reímos los cuatro, esta vez entre risas y lágrimas estábamos los cinco.

Se había cumplido la esperanza, regresábamos a La Alberca, (Salamanca) dejando a Montse en Tenerife con sus papás, su tarjeta sanitaria, su pediatra asignada, su plaza en el Colegio al que asiste cada día junto a sus amiguitos.

Ahora tiene un futuro prometedor, puede crecer con su familia y formarse en libertad, disfrutando junto a ellos de una vida sana, gozando de todo aquello que otros le negaron.

“Montse, con los papás y tus muchos amiguitos disfruta de Tenerife, sus playas, sus parques y el agradable clima, ¡¡¡sé feliz!!!”

Todos los esfuerzos habían merecido la pena, ahora solo queda esperar que se cumpla la esperanza del pueblo Saharaui que tanto anhela, la de regresar a su país del que fueron injustamente arrancados y donde poder vivir en paz y en libertad.

Andrés Barés Calama

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