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Una aurora prolongado
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Una aurora prolongado

Actualizado 21/03/2022 16:01
Anselmo Santos

Pero qué brutos “semos”… ¡Por Dios! diría compungida y abrumada nuestra querida e inefable amiga Mari Loli. Pues, por si era poco, lo del tal Putin (dejemos aquí un espacio en blanco para que ustedes califiquen a este espécimen “circutrineo”). Ahora vuelven otras noticias, no sé si las últimas, pues la “cosa” viene de largo y respecto a algo que atañe a todo el mundo mundial y más concreto al tan cacareado medio ambiente y las siniestras consecuencias que se avecinan para todo “bicho” viviente, tanto de seres humanos como animales de todo pelaje. Ello es grave. Ya lo creo. Pero lo es aún más que sea el propio ser humano quien propicia tal situación desesperada.

Leo una noticia que aunque es repetida muchas veces, asusta y asegura que hasta el cuarenta y ocho por ciento de las especies animales y vegetales terrestres corren un alto riesgo de extinción a causa de cambio climático.

Aseguran los entendidos que si esto continua así, en el 2100… ¡Todos calvos como dirían en mi pueblo!

Lo más grave (y con corto y cierro ya que no es mi intención hoy escribir sobre estos temas), es que el culpable de todo este “desaguisado” es el hombre. La primera criatura verdaderamente armónica sobre la tierra… pero tal vez, sólo un ensayo primario e insuficiente todavía, de la fuerza divina creadora universal.

Y termino; solo el hombre puede serlo todo: miserable, desdichado, brutal, mezquino, feo, malo, suicida en su conducta y… sensato, genial, bueno, distinguido, hermoso, ennoblecido y hasta casi tocando la semejanza divina… pues eso.

Corto y cierro. Hace unos días publique un artículo de opinión que titulé ‘A mi manera’y he recibido muchos comentarios de amigos y lectores. Y me ha pasado algo singular. Pues al leerlos he tenido irremediablemente que hacer un aurora y me explico rápidamente. Era en Poveda de las Cintas (Ver foto), pueblecito con apenas un hilo de luz eléctrica en las bombillas por las noches. Escribo de hace ¡80 años de distancia a hoy! De cuando al anochecer salíamos los vecinos de la calle a tomar “el fresco”. Nos sentábamos en los “poyos” de cemento que estaban adosados a las entradas de las casas o en sillas rústicas y “tajuelas” que cada vecino aportaba. Al no haber Televisión ni otros artilugios artificiales, se hablaba de lo divino y lo humano, siempre en noticias atrasadas y de “sucedidos” en el pueblo, pocos, pero a veces muy sabrosos.

Llegaba un momento en que el tedio cundía y se hacía el silencio absoluto en noche serena y estrellada. En ese momento la señora Aurora, esposa del carpintero del lugar, señor Anastasio, señora campechana y oronda que se había quedado ligeramente traspuesta… ¡exhalaba con gran profundidad y proveniente del fondo del alma y los sentimientos! Un suspiro prolongado que “sacudía” el espíritu de todos los presentes. Después, la tertulia se suspendía y ¡cada mochuelo a su olivo! La señora Aurora; había hecho “su” aurora.

Lo mismito me sucedió a mí días pasados cuando el bueno del amigo Juan (Ver foto), y desde Barcelona me envió un whatsApp en el que hacía razonada valoración del artículo ‘Aguantando’ y que no puedo menos que trascribir… ¡eso sí!, después de haber exhalado desde lo más profundo de mi alma y sentimientos un aurora, un suspiro prolongado de agradecimiento, ante las muestras de amistad recibidas. Trascribo.

“Amigo Anselmo: Qué puedo decir de tú reflexión-1 de marzo-. No llevo sombrero (aunque tengo uno muy bonito que precisamente compré en el “Bombín” de Salamanca). Pero si lo llevara me lo sacaría en señal de cortesía ¡AGUANTANDO! Y que sea por todo el tiempo que el Divino Creador quiera. Las vivencias, los buenos ratos, las reuniones con los amigos sobre la mesa, degustando unas anchoas y un vermú. Las tertulias en el Casino (Recuerdo un café que tomé contigo y Ángel, en una de mis estancias junto a “Los Magníficos” en el “Romerito” y “Pato Rojo”). Son recuerdos que llevo anidados en el corazón y que entre amigos es patrimonio de vida, dado con generosidad, sin límites, con afecto y cariño”.

Para ti, amigo Juan, un abrazo y una aurora prolongada después de silencios absolutos. Pues eso.

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