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Vergonzosa degradación moral
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Desde la Code. Profesor de Derecho Penal de la Usal

Vergonzosa degradación moral

Actualizado 19/03/2022 09:26
Julio Fernández

Durante las últimas jornadas, los barones del PP y la inmensa mayoría de los cargos públicos de este partido abandonaron el barco que tomaron hace poco más de tres años capitaneado por Casado, al que decían que adoraban y que sería el próximo presidente del gobierno; un buque que se prometía más avanzado que el Titanic días antes de su naufragio. Y salieron corriendo, síntoma de su cobardía, dando la espalda a quién tan sólo minutos antes rendían pleitesía. Podrían haberlo salvado, pero no sólo no lo intentaron sino que le empujaron hacia el abismo de los mares helados para que desapareciera más rápidamente.

La travesía que han iniciado en el nuevo barco capitaneado por Feijóo no sólo es desconocida, sino que está cubierta de nubarrones y de pintorescos y malvados personajes. Uno de estos no es ni más ni menos que la señora Ayuso, que nunca viaja sola, sino acompañada del odio, la ira, el resentimiento, la soberbia, la prepotencia y la ignorancia. Nunca lo hace sola porque tiene miedo de que un soplido argumental coherente, sólido y sensato la despoje de sus atuendos, la despedace, la lance al vacío y desaparezca en el averno del océano. Iniciar un largo viaje en esas condiciones -queriendo, además, que esa singladura termine en el olimpo de los dioses y en primer lugar- no es lo mejor que le puede pasar al señor Feijóo. Pero éste, aunque conoce perfectamente esas terribles limitaciones, no será capaz de proponer que Ayuso abandone el barco en el primer puerto posible. Y no lo hará porque quienes alimentan el odio, la ira, el resentimiento, la soberbia, la prepotencia y la ignorancia que acompañan a la “menina diabólica” son quienes ostentan el poder “desde atrás”, son los autores intelectuales, los armadores del barco, los hermanos Pinzón de la aventura.

De ahí que Feijóo lo tenga muy complicado, sea incoherente en su discurso y como buen discípulo de M. Rajoy, nunca sepamos si va o viene cuando nos encontramos con él por la calle. No se puede calificar a la violencia vicaria como intrafamiliar, es decir, separada de la machista, en sus mítines para darse a conocer (difícil conocerle, porque nunca habla claro, nunca dice las cosas a la cara) y, a renglón seguido, cuando percibe que la sociedad se echa encima, decir (eso sí, a través de las redes sociales) que no, que está integrada en la violencia de género. Esos titubeos, ese acercamiento a las posiciones de Vox de las que luego se desdicen, son contradicciones inherentes a quienes no quieren que se les conozcan sus auténticas pretensiones y eso, en democracia, debe ser rechazable porque no se puede estar engañando sistemáticamente al pueblo soberano.

Y si desdeñable es esta posición, errática e insultante lo es también la practicada por Ayuso y sus acólitos seguidores mediáticos. Las declaraciones del portavoz de gobierno de la Comunidad de Madrid, el señor Ossorio, en las que cuestionó el informe de Cáritas Diocesana que afirma que la exclusión social y la pobreza en Madrid se han incrementado considerablemente con la pandemia de la Covid-19 –además con la sorna y el desprecio con los que lo ha hecho, mirando al suelo y diciendo compulsivamente que dónde están los pobres, que él no los ve- , es de una degradación moral y de una torpeza política incalificables. Que haya 370 mil madrileños más en riesgo de exclusión social y que su presidenta, Ayuso, culpe a la izquierda –esa que apoya a Putin, dijo, cuando los amigos del señor de la guerra son sus íntimos colegas de Vox y la extrema derecha europea- de esa pobreza en Madrid -cuando el PP lleva gobernando en la comunidad madrileña más de un cuarto de siglo ininterrumpidamente, estando involucrados en multitud de casos de corrupción política y económica-, es de una indignidad y una miseria moral que sólo poseen quienes no tienen argumentos, quienes son incapaces de resolver un problema. Que Ayuso califique a la izquierda madrileña y estatal como los de las “frivolidades y los feministerios” es una manifestación del complejo de inferioridad política en el que está sistemáticamente sumergida, porque quién no sabe responder con argumentos y lo hace siempre con insultos y descalificaciones es porque no cuenta con los recursos y las capacidades para ello.

Esto es también, por otra parte, una manifestación de la influencia de Vox, que le está comiendo el terreno al PP –ya se ha visto en Castilla y León con el pacto de la vergüenza criticado también por sus correligionarios del grupo popular europeo-, y juntos se hacen fuertes oponiéndose frontalmente a políticas y mejoras sociales incuestionables como el mantenimiento de los “ERTE” en plena pandemia, la subida de las pensiones y del salario mínimo interprofesional o la reforma laboral, a que no se despida a los trabajadores por bajas de enfermedad, a que se limiten los alquileres de viviendas para personas con menos recursos o a que se destinen fondos a las políticas de igualdad (ayudas a la maternidad, paternidad, al empleo o a niños con enfermedades graves). Recordemos que una periodista le preguntó a Ayuso que si consideraba estas últimas ayudas un derroche, manifestando la presidenta madrileña que “efectivamente”; por tanto, las considera un derroche. ¡Qué pena y qué vergüenza! Pero así es la derecha política española, una derecha reaccionaria, descendiente de la ideología franquista y cainita y muy lejos de las posiciones de las formaciones conservadores de los países europeos más avanzados.

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