Ojalá que algún día, más pronto que tarde, reine la paz en el mundo y podamos dedicar esta columna a esa realidad. Mientras que ese deseo llegue a cumplirse, seguiremos compartiendo reflexiones sobre lo que nos ataña en el día a día y, sobre la mesa, la pandemia del coronavirus sigue teniendo encogido al mundo, mientras la guerra entre Rusia y Ucrania muestra sus más feos horrores, sumando tragedias humanas un día tras otro, y ya van 23 días.
En medio del horror de la guerra, merecen un aplauso las manifestaciones de solidaridad institucional y ciudadana para con las víctimas del pueblo ucraniano, el viaje de tres presidentes europeos (polaco, checo y esloveno) a un Kiev bajo el efecto de las bombas rusas, y, las negociaciones entre Rusia y Ucrania para frenar la guerra, aunque los ataques a civiles se multiplican. Ojalá que se pueda parar la guerra e iniciar el camino de la reconstrucción y de la paz.
El 11 de marzo de 2020 la Organización Mundial de la Salud (OMS) declaró que la Covid-19 era ya una pandemia global. En aquellos momentos había más de 118. 000 infectados, repartidos por 114 países, 4.291 muertos y miles de personas luchando por sus vidas en los hospitales. Dos años después y según cifras oficiales de la propia OMS, se han dado 450 millones de infectados y casi 6 millones de muertes. Correspondiendo a España 11,2 millones de contagios y 101.135 muertes. Otra forma de contar, aquella que tiene en cuenta la diferencia de mortalidad durante este tiempo, respecto de antes de la pandemia, se ha visto reflejada en un estudio realizado en 191 países y publicado sus resultados en la revista The Lancet, concluyendo que el impacto en la mortalidad podría alcanzar los 18,2 millones de muertos.
Cuando estábamos empezando a salir del agujero de la pandemia llegó la guerra, dejando aquella en un segundo plano, como si hubiera desparecido, cuando la realidad es que la pandemia sigue estando ahí. China ha confinado, por la Covid, la provincia de Shenzen, donde viven más de 17 millones de habitantes, tras haber confinado Changchun que tiene nueve millones. El Centro Europeo para la Prevención y Control de Enfermedades (ECDC) comunica, en fecha 18 de marzo de 2022, que la tasa de contagios es de 1.565 por 100.000 habitantes, con aumentos en la ocupación hospitalaria y en la mortalidad. Además, ha aparecido una subvariante de ómicron BA.2 que no es más grave, pero sí más contagiosa y que se está extendiendo por medio mundo, en España ya es la más contagiosa. El control de la pandemia ha avanzado, pero aún no está controlada en muchas partes del globo. El virus sigue haciéndose presente y una parte importante de la población mundial aún no está inmunizada. En África, solo el 18% de la población ha recibido la primera dosis de la vacuna. La pandemia está lejos de terminar.
A dos años del inicio de la pandemia es momento de reflexionar y hacer balance de lo ocurrido, averiguar qué hemos aprendido y cómo lo podemos aprovechar para el futuro. El paso de seis olas pandémicas no solo ha dejado el reguero de muertes y sufrimientos hospitalarios, también ha dejado heridas y cicatrices en cada una de las personas afectadas y en la sociedad en forma de duelo, ansiedad, angustias, soledades, miedos, temores o tristezas. Pero también florecimiento del amor, la solidaridad, la resiliencia.
Son efectos de la pandemia que han modelado, han cambiado nuestros hábitos y nuestra vida. En el 2020 se incrementó la compra por internet, 3 de cada 4 hogares hizo compras por ese canal; el gasto en ocio y restaurantes cayó un 28% interanual; se incrementaron las necesidades de comunicación, el uso de la red wifi creció un 27%; al ciudadano empezó a importarle más la salud en un 73%; se acomodó la estancia en el domicilio, dándose un incremento del 45% en reformas de la casa; mayor preocupación por la limpieza, el consumo de lejía se incrementó un 22%; las compras en ropa se redujeron un 41,5%.
Por otra parte, la pandemia ha puesto de manifiestos los fallos estructurales y carencias en el terreno político, sanitario y económico. En el plano político, ha quedado patente la supremacía de los intereses partidistas frente al interés y el bien común, incluso en tiempos de emergencia sanitaria, cuando todo el mundo debía de arrimar el hombro. Junto a los ya habituales intereses territoriales, se ha explayado la cultura del frentismo, hasta el punto de hacer imposible cualquier pacto entre gobierno y la oposición. La actual clase política española tendrá que aprender de esos errores y apostar más por la vía de pactos, acuerdos y consensos, que son los únicos que posibilitan el progreso y la convivencia.
En el aspecto sanitario destaca la elevada mortalidad en las residencias de ancianos y el alto porcentaje de sanitarios contagiados. El sistema sanitario español no llegó a colapsar, gracias a la entrega y abnegación de los profesionales, pero se evidenció su debilidad debido a los recortes económicos sufridos en la última década. Por otro lado, se ha evidenciado la debilidad de la estructura de salud pública. El Consejo Interterritorial de Salud ha funcionado, como órgano de cogobernanza, pero ha resultado ser un instrumento poco ágil ante la pandemia, aunque a ello haya contribuido la falta de voluntad política de algunos. La Conferencia de Presidentes autonómicos que debería ser un foro de encuentro para la coordinación de esfuerzos, ha sido, en muchas ocasiones, otro lugar de lucha partidista y territorial en el que cada uno va a lo suyo. Es necesario actualizar la reglamentación sanitaria y reforzar los servicios centrales del Ministerio de Sanidad de tal forma que, entre otras cosas, facilite la toma de decisiones conjunta de todas las administraciones públicas implicadas.
En lo económico, la pandemia nos dejó en el 2020 una caída del PIB del 11%. Ante tal descalabro, el Gobierno puso en marcha medidas de protección correctamente orientadas, pero con cierto retraso y, a veces, con dificultades para la implantación. Además, la pandemia ha puesto de manifiesto algunos de los problemas tradicionales como la baja productividad, carencias del mercado laboral, o la necesidad de que la empresa española gane tamaño.
Todo ello tendrá que ser objeto de análisis, debates, consensos y reformas que lleven a una modernización del Estado que le dote de una capacidad de respuesta adecuada ante amenazas sanitarias o crisis de otra índole, como es el nivel de pobreza que ha dejado la pandemia, con un incremento de hasta un 5% en algunas zonas.
En el lado positivo cabe señalar la dotación de 140.000 millones de fondos europeos para la reconstrucción, así como la buena disposición de los agentes sociales, patronales y sindicatos, para hacer que el diálogo social sea una realidad en cuestiones fundamentales para la ciudadanía.
Parece que estamos hacia el final de la sexta ola de la Covid y, como siempre, nos embarga la duda de si será la última o si vendrá la séptima y en qué grado. Lo cierto es que la pandemia está entre nosotros, los expertos piden cautela. Las cifras de contagios están repuntando, situándose, en el caso de España, en niveles en torno a los 500 casos por 100.000 habitantes, muy lejos de los 125 que serían los de más bajo riesgo, como ocurre en otras epidemias.
En tales circunstancias, preocupa la retirada de mascarillas en interiores y otras medidas. Con todo, el Ministerio de Sanidad y las Comunidades Autónomas preparan nuevas estrategias y el cambio al sistema de vigilancia de salud pública, por el cual, el control de la pandemia se hace sobre los casos graves y las personas vulnerables al virus. Un modelo de vigilancia centinela, similar al que se usa para el seguimiento de la gripe, pero que, según el proyecto anunciado por el Ministerio de Sanidad, no se pondría en marcha hasta el primer trimestre de 2023. El tiempo dirá, mientras, llega la primavera con su luz, abierta a la vida y a la esperanza.
Escuchemos a Joan Baez en De Colores
https://www.youtube.com/watch?v=48vNfKUHWRw
© Francisco Aguadero Fernández, 18 de marzo de 2022
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