En los tiempos recientes de la sociedad y de la Iglesia ha tenido poco sentido, se ha usado poco el término, difícil de comprender, y menos de relacionar con el desarrollo habitual de la sociedad y de nuestra iglesia. Se trata de la palabra sínodo y, más difícil todavía, comprender y tratar de vivir el espíritu de la “sinodalidad”.
Y sin embargo los Sínodos, en otras ocasiones llamados también Concilios, han sido una práctica habitual desde los primeros años de la Iglesia, empezando por el primer Concilio de Jerusalén, donde fueron especialmente protagonistas Pedro y Pablo. Así se encontró y se inició el camino para la resolución de múltiples problemas doctrinales y de prácticas de acción importantes para determinar caminos comunes y llevar a la acción la comunión eclesial en momentos graves de tensiones en la Iglesia, en correspondencia con el ser y la misión de la misma comunidad eclesial.
En el siglo XVI fue clave y ocupó un lugar destacado frente a la amenaza y las prácticas de separación puestas en marcha por Lutero y sus seguidores, el gran Concilio de Trento. También se realizaron en aquel siglo multitud de Sínodos diocesanos o regionales para la promoción del verdadero espíritu de la Iglesia.
Hay que destacar en la práctica sinodal los dos últimos concilios celebrados: el Vaticano I y el Vaticano II. Este concilio redescubrió el valor sinodal de la vida de la Iglesia. Tanto que, para dar continuidad al espíritu sinodal o conciliar, se inauguró y estableció una nueva etapa de práctica de los sínodos.
Los nuevos sínodos son encuentros de reflexión y decisión por parte de algún grupo de obispos, sean de la Iglesia universal o de alguna región particular, como fue el caso de los Sínodos continentales, que se encuentran para resolver problemas comunes o tratar de iniciar o fortalecer nuevas prácticas de evangelización o misión.
La novedad es que el Papa Francisco se ha propuesto que en esa práctica sinodal participen, no sólo los obispos sino todos, o la mayor parte posible de los miembros de la Iglesia, a la que se han unido por medio del sacramento del bautismo, con derecho a participar activamente en la revitalización de la misma Iglesia.
El Sínodo de obispos ha sido convocado por el Papa para el otoño del 2023. Pero ha pedido a todos los católicos, e incluso a los cristianos de otras denominaciones cristianas o miembros de otras confesiones religiosas, e incluso miembros no comprometidos con la Iglesia, para que recemos, reflexionemos sobre cómo estamos viviendo el espíritu misionero de la Iglesia, y sugiramos prácticas de mejora de la misma, cultivando la comunión, la participación de todos los miembros y la efectiva práctica del objetivo y razón de ser de la Iglesia, la obra universal de la misión.
El Papa ha encomendado al órgano específico de la Secretaría del Sínodo la promoción y acompañamiento de los trabajos sinodales en las diócesis y diversas organizaciones religiosas. Esta tarea de la etapa general del Sínodo está en marcha desde el día 17 del pasado mes de octubre, y podrá desarrollarse hasta el próximo mes de agosto, en que todos los participantes deberán haber hecho entrega de los frutos de su reflexión, a través de las diócesis y de las Conferencias Episcopales, a la Secretaría General del Sínodo, que a su vez enviará un resumen articulado a los obispos que participarán en el Sínodo ordinario en octubre del 2023. Después del Sínodo, las conclusiones volverán a los grupos de base para tratar de ponerlas en práctica cada uno en su propio campo.
Es de notar que en el desarrollo de las actividades del Sínodo, especialmente en la etapa de preparación, y en los diversos organismos del mismo, se insiste que participen, con responsabilidad efectiva, varones y mujeres, jóvenes y mayores, y personas de diversas condiciones eclesiales: obispos, sacerdotes, religiosos y religiosas, y miembros de diferentes asociaciones reconocidas en la Iglesia, así como hombres y mujeres de buena voluntad pertenecientes a otras confesiones e incluso miembros de organizaciones civiles que tengan la generosidad de sugerir cómo ven ellos a la Iglesia y cómo piensan que podría ser mejorada.
En Salamanca se han anotado en 122 grupos sinodales de participación más de 1.600 personas. El encargado diocesano del Sínodo en nuestra diócesis, el sacerdote Policarpo Díaz, invitó a todos los participantes a un encuentro de información y animación el pasado sábado día 12. Igualmente, el equipo sinodal de la Conferencia Episcopal se reunió el pasado día 1 con los responsables del Sínodo en las diócesis españolas, para hacer balance de la marcha de los trabajos sinodales.
Estamos ante una nueva experiencia eclesial que esperamos nos anime y nos enriquezca en nuestra marcha como miembros activos de la Iglesia en Salamanca.
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