Es necesario trabajar en busca de una intervención integral, ampliando la mayoritariamente penal que recogen nuestras leyes. Destaco la importancia de una educación feminista que ataje las raíces de este problema estructural que reproducimos de generación en generación.
Autora: Auria Aldea Arias. Defensora de derechos humanos.
Las mujeres de todo el mundo tenemos aún un largo camino por recorrer para alcanzar la igualdad formal y material de géneros. A lo largo y ancho del planeta nos encontramos situaciones que deben ser denunciadas y expuestas a la opinión pública. A nivel internacional Amnistía presenta la campaña Mujeres y niñas en Afganistán. Tras la toma de poder de los Talibanes, el reconocimiento de los derechos humanos para las mujeres retrocedió de forma muy preocupante. Un porcentaje bajísimo de niñas puede ir al colegio, y además segregan por géneros en las universidades, lo que supone un obstáculo para muchas mujeres que deben ver reconocido su derecho a la educación. Esta persecución a mujeres no es sólo en la educación, limitando también su derecho a la libertad de movimiento o a la libertad de expresión y asociación.
El grave retroceso en el reconocimiento de los derechos femeninos que ha supuesto la situación afgana, no debe hacernos perder la perspectiva autocrítica ya que en nuestro país nos queda un largo camino que recorrer. Es necesario trabajar en busca de una intervención integral, ampliando la mayoritariamente penal que recogen nuestras leyes. Destaco la importancia de una educación feminista que ataje las raíces de este problema estructural que reproducimos de generación en generación. El trabajo es urgente, ya que a pesar de nuestra Ley 1/2004 en materia de Violencia de Género, después de 18 años de vigencia, a 4 de Marzo del 2022 tenemos 6 víctimas mortales. En este sentido, Amnistía Internacional ha instado a los candidatos de las elecciones de Castilla y León a trabajar en materias de derechos humanos, destacando la violencia hacia la mujer como una clara violación de sus derechos más básicos.
El machismo como problema estructural aparece más allá del mero acto violento hacia la mujer, como puede ser sufrir una violación. En este caso, la campaña Piedras en el camino de Amnistía Internacional denuncia la victimización secundaria que sufren las mujeres que se atreven a denunciar. Tras la denuncia, se abre ante ellas un duro y largo camino marcado por la violencia institucional en todas las etapas. Una serie de prácticas marcadas por la perspectiva patriarcal de nuestro sistema, como cuestionar su relato sin entender que se cuestiona claramente a la víctima, pasando la carga de prueba a ella. Así muchas otras cuestiones en las que tenemos que seguir trabajando, como imponer órdenes de alejamiento obligatorias, evolucionando hacia escuchar a las víctimas y empoderarlas. El sistema está “plagado de piedras” que les suponen dificultades cuando acuden a la comisaría, al hospital o en el juicio. En muchas ocasiones, las víctimas de violencia sexual ven nuevamente vulnerados sus derechos por quienes deberían garantizar su recuperación y el acceso a la justicia.
Al final las mujeres, en situaciones de violación de nuestros derechos, de pobreza, de guerras, somos doblemente excluidas y victimizadas. En la pobreza las mujeres son más pobres, sufrimos consecuencias más graves, “la pobreza tiene nombre de mujer”. Somos el gran olvidado de las guerras, que se condena a la huída y a la marginalidad, siendo muchas veces incluso parte del botín. En este sentido, problemas como la crisis climática y las migraciones que implicarán desplazamientos por falta de recursos, las mujeres seremos, de nuevo, las doblemente perjudicadas en la pobreza, por ser pobre y por ser mujer. De la misma forma, debemos trabajar en conjunto con las mujeres racializadas, ya que su situación es aún más vulnerable, sufriendo el machismo y el racismo, cuestionando, de la mano, todo el sistema que nos oprime.
En este sentido el movimiento femenino debe ser internacional, que no olvide a las demás mujeres del mundo. El objetivo es el empoderamiento, darnos voz y potenciar una autonomía desde la que nos capacitemos para tomar decisiones sobre nosotras y nuestro propio cuerpo o manera de vivir, superando el paternalismo de la sociedad, de las instituciones y del sistema legal.
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