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Putin el ruso
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Putin el ruso

Actualizado 15/03/2022 08:37
Fermín González

"La libertad, Sancho, es uno de los dones más preciosos que han recibido los hombres: Vale más que todos los tesoros de la tierra y del mar, y por ella conviene arriesgar la vida si es preciso, pues no hay mayor pena en el mundo que se esclavo de otro o verse cautivo".

El 24 de febrero de 2022, Vladimir Putin pronunció el famoso discurso con el que anunció una “operación militar especial” y se inició la invasión de Ucrania. El presidente ruso justificó la agresión desde la autodefensa y la presentó incluso como “en última instancia una cuestión de vida o muerte, una cuestión de nuestro futuro histórico como pueblo”. Luego denunció “el golpe de Estado” de Ucrania en 2014 y se retrató a sí mismo como un pacifista, pues “durante ocho años, interminablemente largos ocho años, hemos hecho todo lo posible para resolver la situación por medios pacíficos y políticos. Todo ha sido en vano”. De ahí que apelara al argumento de la necesidad y concluyera que “era simplemente imposible soportar todo esto. Era necesario detener de inmediato esta pesadilla: el genocidio contra los millones de personas que viven allí, que solo confían en Rusia, que cifran sus esperanzas solo en nosotros”.

Lo que con ello se ha hecho ha sido recuperar sobre todo el recuerdo del vencedor de la “Gran Guerra Patriótica” frente a Hitler, mientras se prefería eludir momentos más incómodos como las terribles purgas estalinistas o el llamado Holodomor, esa terrible hambruna que provocó la muerte de millones de ucranianos y que todavía hoy separa a Ucrania y Rusia,

Ahora bien, lo curioso para empezar es que en verdad el propio discurso de Putin compartía rasgos con el discurso que Hitler pronunció el 1 de septiembre de 1939 para defender la invasión de Polonia. También el canciller alemán justificó su ataque desde la protección de unas minorías que sufrían una situación que calificó de Terror (la palabra “genocidio” se acuñó cinco años más tarde), se presentó a sí mismo como un pacifista (“como siempre, traté de lograr, por el método pacífico de hacer propuestas de revisión, una alteración de esta intolerable posición”) y retrató su intervención como inevitable y necesaria (“ninguna gran potencia con honor puede permanecer pasiva durante mucho tiempo observando tales acontecimientos”). En otro momento, advirtió Hitler de forma intimidatoria: “¡Lucharé en esta batalla, no importa contra quién, hasta que la seguridad del Reich y sus derechos estén garantizados!”.

Por ello, no deja de ser curioso cómo en ambos casos se combinan un discurso victimista y otro agresivo, como si del primero se siguiera el segundo. De ahí, por ejemplo, que Putin acabase su intervención con estas inquietantes palabras:

“Quien intente ponernos obstáculos, y más aún crear amenazas para nuestro país, para nuestro pueblo, debe saber que la respuesta de Rusia será inmediata y acarreará consecuencias que nunca han experimentado en su historia. Estamos listos para cualquier desarrollo de los acontecimientos”.

No está de más recordar que en la primera etapa de Putin como presidente de Rusia las relaciones con la OTAN y la Unión Europea fueron más cordiales, y que ya entonces había comenzado a cultivar una especie de “melancolía imperial”; una en la que la reivindicación pública de la gloriosa memoria de un imperio pasado y a su juicio injustamente disgregado, lo que describió Putin ya en 2005 como un gran desastre geopolítico del siglo pasado, ha pasado a ser el marco desde donde querer legitimar la recuperación de ciertos territorios en el presente. Es decir, no se trata tanto de una nostalgia imperial que quiera volver a los tiempos evocados, sino de servirse de una memoria vaga, flexible e instrumentalizada del pasado para justificar y reforzar las políticas actuales.

“Estoy seguro de que la verdadera soberanía de Ucrania sólo es posible en asociación con Rusia. Nuestros lazos espirituales, humanos y de civilización se formaron durante siglos y tienen sus orígenes en las mismas fuentes, se han endurecido por pruebas, logros y victorias comunes. Nuestro parentesco se ha transmitido de generación en generación. Está en los corazones y en la memoria de las personas que viven en la Rusia y Ucrania modernas, en los lazos de sangre que unen a millones de nuestras familias. Juntos siempre hemos sido y seremos mucho más fuertes y exitosos. Porque somos un solo pueblo”.

Por ello, hay que recordar que toda esta retórica comenzó mucho antes del conflicto actual. No por ello se debe caer en lecturas, como si la invasión de Ucrania estuviera pensada desde el principio del gobierno de Putin, pero sí que es importante retener que el conflicto actual no solo se explica desde un choque geopolítico, sino que también cuadra con un imaginario y un planteamiento cultural que ayudan a comprender el origen de la guerra. Un imaginario y un planteamiento cultural, por cierto, que no solo están presentes en Putin, sino que, con sus diversas modulaciones nacionales o geográficas, comparten parcialmente muchos de quienes al menos hasta hace poco eran sus admiradores.

Fermín González, salamancartvaldia.es blog taurinerías

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