Miércoles, 24 de abril de 2024
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En guerra y en paz: nuclear no, gracias
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por ángel sánchez corral

En guerra y en paz: nuclear no, gracias

Actualizado 11/03/2022 14:12
Redacción

Hoy se celebra el 11 aniversario de la catástrofe nuclear de Fukushima, y la guerra de Ucrania está poniendo en serio peligro de catástrofe nuclear a la humanidad.

Desde el Comité Antinuclear y Ecologista condenamos enérgicamente el ataque y la invasión de Rusia contra el pueblo de Ucrania, ninguna causa puede justificar una agresión militar en la que están muriendo miles de civiles por lo que exigimos un alto el fuego y que las partes negocien una paz duradera con la cooperación de la comunidad internacional.

El mismo día de la guerra contra Ucrania, el ejército de Rusia atacó y se hizo con el control de la central nuclear de Chernobyl, donde se produjo la catástrofe nuclear de 1986, hubo un aumento de la radiación por la perturbación del suelo contaminado con la maquinaria de guerra. Pero en los últimos día se informa que se ha cortado el fluido eléctrico de la central y el personal del control fue retenido y estuvo expuesto a larguísimas jornadas de trabajo.

El pasado 4 de marzo las tropas rusas, bombardean las instalaciones de la mayor central nuclear de Europa, Zaporiyia, provocando un incendio en uno de sus edificios que ha quedado destruido. Una vez toman el control, en un claro ejemplo de irresponsabilidad, el personal de seguridad fue retenido y soportó una jornada laboral de 24 horas. El 6 de marzo, las tropas invasoras atacan el reactor nuclear experimental de Jarkov.

Por primera vez en la historia, un escenario de combates directos afecta a países y zonas que cuentan con centrales e instalaciones nucleares. Uno de los muchos riesgos que entraña este tipo de industria, que hemos denunciado desde hace décadas, es la seria probabilidad de un gravísimo accidente nuclear en supuestos de guerra o de atentado terrorista. La seguridad de las instalaciones radiactivas, cuya actividad está garantizada durante miles de años, está condicionada a un férreo control técnico y sometida a complejos protocolos de prevención.

De tal manera que la cuestión no es sólo garantizar la estabilidad física del núcleo de los reactores y sus blindajes, si no, como se demostró en Fukushima, de los sistemas de seguridad instalados en su entorno más cercano, basados en circuitos de refrigeración, sensores de múltiples mediciones, salas de control, y dependencias de descontaminación de equipos personales y robotizados. Podríamos decir que incluso los comedores y cantinas de las centrales son una pieza más del entramado de seguridad en su conjunto. Todo eslabón es esencial en el proceso.

Para mantener todo este complejo sistema de seguridad es imprescindible tener garantizado el suministro eléctrico de la red exterior, y supletoriamente a través de generadores autónomos, pues sin energía, se interrumpe el sistema de refrigeración esencial para evitar un desastre como el de Fukushima. Igualmente es necesario el fluido eléctrico para mantener los complejos sistemas de medición, sensores y sistemas de alarma.

Es evidente, pues, que la mera existencia de centrales y otras instalaciones nucleares en Ucrania en un escenario de guerra total como la que estamos viviendo está poniendo en gravísimo riesgo la seguridad del planeta entero y la supervivencia como especie humana, al menos en la zona euroasiática, pues una de las centrales atacadas es la mayor de Europa, la tercera del mundo y desde luego mucho mayor que Chernobyl. Lo que es una grave amenaza para vida en la tierra y demuestra una gran torpeza e irresponsabilidad de nuestra generación que está hipotecando seriamente la supervivencia como especie.

Desde el Comité Antinuclear y Ecologista de Salamanca exigimos el cese total de las hostilidades, la retirada del ejército ruso de Ucrania y el inicio de negociaciones entre ambos países; con compromisos por parte de la OTAN de renunciar a su expansión en la región y, sobre todo, el abandono definitivo de la energía nuclear tanto en España como el resto de países que aún siguen explotando esta peligrosa fuente de energía.

Ángel Sánchez Corral