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Cuatrocientos años de la canonización de Santa Teresa de Jesús en Roma
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ALBA DE TORMES

Cuatrocientos años de la canonización de Santa Teresa de Jesús en Roma

Actualizado 11/03/2022 16:09
Redacción

Además en octubre se cumple el primer centenario de su nombramiento como Doctora Honoris Causa de la Universidad de Salamanca

Manuel Diego Sánchez, carmelita

El 12 de marzo se cumplen cuatro siglos de la glorificación de Santa Teresa. Una fecha tan especial para España, ya que no fue ella sola, sino que es reconocida como santa por el Papa Gregorio XV al mismo tiempo que San Isidro labrador, San Ignacio de Loyola y San Francisco Javier y el italiano San Felipe Neri. Exceptuado el caso del santo medieval y madrileño, San Isidro, aquello fue un suceso más bien raro en aquella Roma barroca. No se dieron cuenta de ello ni lo buscaron intencionadamente, pero así juntaron a los mejores representantes de la santidad barroca, los cuales ejercen todavía hoy (por su personalidad, acción y doctrina) un influjo perenne y universal.

El ideal de la Compañía de Jesús, el de la mística carmelitana y el del Oratorio o humanismo postridentino italiano, los tres juntos, propuestos como la mejor síntesis de la nueva espiritualidad cristiana.

La importancia de Salamanca

Salamanca ha tenido su parte en la construcción de la santidad de Teresa. Además de haber sido destinataria de dos fundaciones femeninas suyas, la de la ciudad (1570) y la de Alba de Tormes (1571), y haber acogido su último suspiro en Alba de Tormes (4-10-1582), en la capital charra se difunde su pensamiento a través de la primera edición de sus obras preparada por Fray Luís de León (1588).

También en Salamanca se publica también la primera biografía (1590) escrita por otro catedrático salmantino, el jesuita Francisco de Ribera, ese texto que de acuerdo a los criterios de la hagiografía imperante, construyó el modelo de santidad teresiana; en Salamanca y Alba de Tormes se comienzan los procesos informativos de su canonización (1591), promovidos por el obispo Jerónimo Manrique, a los que siguieron otros por toda España. Además hay que recordar la de un antiguo estudiante salmantino, luego fraile carmelita y fundador del Desierto de las Batuecas, el baezano Tomás de Jesús Sánchez Dávila, escribió y publicó la segunda biografía en Zaragoza (1606), aunque ésta saliera al mercado bajo la autoría del confesor de Felipe II y luego obispo de Tarazona, Diego de Yepes.

Esta cadena de datos no es arbitraria ni insignificante, nos indica que, Teresa de Jesús, como escritora y como santa fue lanzada a toda Europa desde aquí, y esto ocurrió siempre en dependencia del ambiente universitario salmantino.

La jornada festiva romana a partir de la liturgia solemne papal se prolongó en los días de la semana siguiente por las iglesias representativas de las familias religiosas de cada nuevo santo, trasladando en solemne procesión el estandarte de los nuevos santos desde la basílica vaticana al templo propio; para santa Teresa se escogió la iglesia carmelitana de ‘Santa María della Scala’, en pleno barrio del Trastevere, adonde estaba depositada desde hacía algunos años la reliquia del pie derecho de la nueva Santa. El Papa tuvo un detalle especial para con la santa española, ya que entre semana se trasladó personalmente a la iglesia carmelitana de la Scala para celebrar misa y venerar la insigne reliquia. No podía hacer de menos a aquellos frailes carmelitas (buena parte de ellos españoles) que tanto habían promovido esta canonización, incluso con ese particular de una celebración conjunta para tantos santos. Entre aquellos frailes destacaba uno con rara personalidad y fama de visionario y milagrero, al que el Papa le confió misiones muy delicadas por Europa, incluso de carácter político. Era Domingo de Jesús María Ruzola (1559-1630), el cual combinó y aconsejó al Papa esta canonización múltiple con el fin de evitar susceptibilidades entre las órdenes religiosas. Por eso, en Roma, que conocían su eficacia en asuntos y negocios con el Vaticano, le llamaban “El Omnipotente”.

Nos han llegado buenas crónicas de la ceremonia vaticana y fiestas romanas, pero también tenemos una relación muy detallada de los festejos organizados en Salamanca con motivo de la canonización, aunque éstos trasladados en torno al 5 de octubre de 1622, que entonces era la fecha de la fiesta litúrgica de santa Teresa. Entre misas, reiteradas procesiones, luminarias nocturnas, comedias, justas poéticas, arquitecturas efímeras y hasta toros, nos damos cuenta de que el centro de las fiestas teresianas salmantinas de aquel año giró en torno a la catedral, la Rúa, la Plaza Mayor, el convento carmelita de la Plaza de los Bandos (hoy parroquia del Carmen). Pero siempre con una abundante participación popular y de las muchas órdenes religiosas presentes en la ciudad; también de la Universidad que proporcionó tanto boato y oradores suficientes para los incontables actos públicos y religiosos.

Doctora Honoris causa por la Universidad de Salamanca

Esta antigua efemérides teresiana se recordó especialmente hace un siglo, en octubre de 1922, porque con tal motivo la Universidad de Salamanca determinó conceder el título de Doctor “honoris causa” a santa Teresa de Jesús. A petición del obispo diocesano, Julián de Diego Alcolea, se discute y aprueba por unanimidad dicha propuesta en claustro ordinario presidido por el vicerrector Miguel de Unamuno (4-3-1922). Era la primera vez que se otorgaba tal título honorífico, como también la primera vez que se concedía a una mujer. La ceremonia oficial en el paraninfo universitario fue presidida por los reyes Alfonso XIII y Victoria Eugenia (6-10-1922), y constituyó el acto más brillante de una visita real a Salamanca de tres días de duración, aunque la última jornada regia se desarrolló en Alba de Tormes (8-10-1922). Allí los mismos reyes impusieron a la imagen procesional de santa Teresa las insignias doctorales del birrete y la pluma. Fue aquella una jornada memorable vivida intensamente por la villa ducal.

Así pues, un doble centenario es el que ahora nos disponemos a recordar: el cuarto de la canonización de Santa Teresa (12-3-1622), y el primero del doctorado teresiano ‘honoris causa’ (6-10-1922). Y sí que merece la pena hacerlo, porque esta escritora mística universal forma parte importante de la historia de nuestra ciudad y no menos de su secular institución universitaria.

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