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Por la igualdad
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Por la igualdad

Actualizado 09/03/2022 08:44
Juan Antonio Mateos Pérez

“Queremos una Iglesia plural, donde nadie sea excluida de los ministerios ni de los órganos decisorios por razón de género; una Iglesia igualitaria y paritaria donde las mujeres seamos reconocidas como miembros de pleno derecho, con voz, voto y representación.”

REVUELTA DE MUJERES EN LA IGLESIA

"Claro que hay miedo, miedo a que se puedan mover los cimientos de una jerarquía gobernada por hombres. Esa es la razón por la que a las mujeres se les niega el acceso al sacerdocio".

MERCEDES LÓPEZ HERRERA,

presidenta de la Asociación Mujeres y Teología de Sevilla.

Vivimos tiempos oscuros, pero la luz que alumbra en la penumbra, aunque sea una vela, debe continuar. La guerra lo inunda todo, la destrucción y la muerte, el sufrimiento de la población indefensa nos remueve el corazón. Todos esperamos la paz, ya que esta es la verdadera naturaleza humana, no la guerra. Hoy mas que nunca subrayamos la “cultura de la Paz” y el “no a la guerra”, frente a la impunidad y la barbarie de un genocida.

Pero la guerra no nos puede hacer olvidar otras reivindicaciones como la igualdad de las mujeres. Esta claro que el camino hacia la igualdad entre mujeres y hombres en nuestras sociedades es imparable, pero dependerá de la fortaleza de nuestra democracia. Los derechos que el hombre se concedió en la Ilustración y en los primeros movimientos revolucionarios del mundo contemporáneo, fueron negados a las mujeres. Desde ese momento, muchas mujeres comenzaron a luchar por la igualdad de derechos, movimiento que se ha denominado feminismo.

La escritora francesa Olympe de Gouges, escribió en 1791, la mujer nace libre y permanece igual al hombre en derechos. Consideraba que la Declaración de Derechos del Hombre y del Ciudadano que se acababa de aprobar en la Asamblea Francesa, no amparaba a las mujeres. Hoy en día su Declaración de los Derechos de la Mujer y de la Ciudadana, es considerada como uno de los grandes alegatos ha favor de la mujer.

Queda mucho camino por recorrer, en este día, se quiere encender una luz roja para recordarnos la situación de muchas mujeres, a medio camino para poder alcanzar la igualdad de género. En todas las latitudes la remuneración de la mujer es menor por realizar el mismo trabajo, la representación de la mujer en la política, el acceso a la educación donde muchas niñas no son escolarizadas, el acceso a la investigación, el matrimonio infantil, la violencia contra la mujer, la pobreza, etc. La desigualdad sigue teniendo nombre de mujer.

Dentro de esta realidad pendiente y necesaria de reivindicar, está el papel de la mujer en la Iglesia, discriminada y silenciada en tareas, carismas y funciones. La mayor parte de los cristianos practicantes son mujeres, posiblemente ha sido una constante a lo largo de la historia, pero en el orden eclesial no tienen la misma responsabilidad y participación que otros creyentes varones. Una realidad aceptada como natural en ciertos sectores de la Iglesia, como en ciertos ambientes jerárquicos y tradicionalistas y también por numerosos fieles muy clericarizados. La situación de la mujer es una rebelión pendiente en la Iglesia.

Los evangelios nos comentan, que muchas mujeres seguían a Jesús: María Magdalena, de la que había echado siete demonios; Juana, la mujer de Cusa, intendente de Herodes; Susana y otras muchas que ayudaban con sus bienes” (Lc 8, 1-3). Los evangelios dicen que “servían”, “ayudaban” y “asistían” a Jesús con sus bienes. No era un mero papel doméstico, sino que debió ser algo parecido a lo que hacían los varones, ya que el “servicio” era una obligación para todo discípulo. Serán las únicas que están junto a Jesús en su muerte en cruz y serán las primeras a las que se manifiesta como Resucitado.

Si las mujeres tuvieron un protagonismo de primera fila en los primeros momentos del cristianismo en el testimonio y en la construcción de la Iglesia, fueron perdiendo su presencia en los lugares de decisión y de poder. Si en otros espacios de la vida y de la sociedad, la mujer va consiguiendo parcelas de igualdad, no podemos relegar en nuestra Iglesia a la mujer solo al matrimonio y a la maternidad, sino es necesario otorgarles un papel de igualdad y de corresponsabilidad en esta nueva visión de “Iglesia sinodal y en salida”.

Francisco es consciente de esta realidad, llamando la atención en numerosas ocasiones, lamentando que se confunda el “servicio” con la “servidumbre”. “Sufro, lo digo de verdad, cuando veo en la Iglesia o en algunas organizaciones eclesiales que la función de servicio de la mujer, que todos tenemos y debemos tener, se transforma en un papel de servidumbre”. Así hablaba en el año 2013 en el Pontificio Consejo de Laicos, que conmemoraba el 25 aniversario de la carta apostólica “Mulieris Dignitatem” escrita por Juan Pablo II.

En su Exhortación apostólica Evangelii gaudium comenta que “las reivindicaciones de los legítimos derechos de las mujeres, a partir de la firme convicción de que varón y mujer tienen la misma dignidad, plantean a la Iglesia profundas preguntas que la desafían y que no se pueden eludir superficialmente” (EG, 104). “Reconozco con gusto cómo muchas mujeres comparten responsabilidades pastorales junto con los sacerdotes, contribuyen al acompañamiento de personas, de familias o de grupos y brindan nuevos aportes a la reflexión teológica” (EG 103) Insistió en el papel de la mujer y en la necesidad de crear espacios a la mujer en la vida de la Iglesia.

Todas estas afirmaciones del Papa Francisco, no pueden quedarse en una declaración de principios, deben llevarse a la práctica no solo en Roma, sino en la diversas Diócesis que forman la Iglesia. Es cierto que se van incorporando mujeres a los centros de poder y decisión, ahí está el nombramiento de mujeres en el gobierno del Vaticano, también en muchas Diócesis (en la de Salamanca, han entrado muchas mujeres en las diversas Delegaciones), o se están viendo mujeres en la Comisión Teológica Internacional (pocas) o en la preparación del próximo Sínodo. Pero es necesario dar más pasos para responder a la sensibilidad práctica de la igualdad de la mujer en la Iglesia. Son cosas chiquititas, nos recordaba Eduardo Galeano, que no nos sacan de la desigualdad, pero actuar sobre la realidad y cambiarla, aunque sea un poquito, es la única manera de probar que la realidad es transformable.

Siempre me ha llamado la atención que la mujer en la Iglesia es la eterna presente, solo tiene uno que acercarse a una Parroquia o a una iglesia para ver esa mayoría femenina. Pero también, son las grandes ausentes, con lo que empobrece enormemente a la iglesia. Pero, sobre todo, como recordaba la teóloga María José Arana, la Iglesia pierde credibilidad ante el mundo que va despertando rápidamente en estos aspectos y ante los cuales la Iglesia, Luz de las Gentes como se llamó a sí misma en el Concilio, debería brillar con su ejemplo y alumbrar nuevos caminos.

Es necesario transmitir una nueva imagen de Dios más inclusiva, incorporando la aportación de las mujeres a la experiencia cristiana, haciendo de la Iglesia un lugar de puertas abiertas para acoger y recibir, escuchar, dialogar, proponer, salir a las periferias y responder a las nuevas realidades. Más allá del acceso al sacerdocio ordenado (¡ya es hora!), es necesario en este nuevo paradigma de evangelización la aportación femenina a la espiritualidad, a la pastoral, a la catequesis, a la teología y al pensamiento. Una Iglesia sinodal y en salida, es también incluir la feminidad en la definición de Dios, una visión inclusiva que puede abrir nuevos horizontes de liberación y renovación.

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