Viernes, 19 de abril de 2024
Volver Salamanca RTV al Día
El jardín de Chejov
X

El jardín de Chejov

Actualizado 08/03/2022 11:15
Charo Alonso

Hay un cerezo en el jardín olvidado, una higuera en la diminuta entrada de la casa baja en Santa Marta de Tormes, entre los edificios que se construyeron desordenadamente para venderse baratos. Es la nostalgia del jardín, de la tierra que se labra en delicados surcos, rosales para alegrar la vista de las ventanas, el paso laborioso de los días. La vida tenía un trozo vivo a la puerta de la casa, y la higuera se puebla de frutos, de pájaros y de canto.

Es la vida diaria de los que no contamos a la hora de la guerra sino para poner la sangre. Anton Chejov era ucraniano, estudió medicina a pesar de su origen paupérrimo y supo de la compasión, de la comprensión del otro, del vuelo de la gaviota, de la fragilidad de las damas, los perritos, las hermanas, los actores secundarios del escenario de la sociedad rusa donde se representaron sus obras teatrales. Cuarenta y cuatro años tenía Anton Chejov cuando murió de tuberculosis, aquella que le contagiaron sus pacientes y que le confinó en Niza y en Yalta, espacios quietos en los que escribir más de trescientos cuentos donde recorrer el alma de un pueblo atormentado por su historia. La lengua bañada en caracteres cirílicos en tiempos de pandemia, de tiranos y de guerras absurdas entre primos hermanos, lectores y protagonistas de un Chejov que no sabe si es ruso o ucraniano, habitante de un mismo jardín donde florecen los cerezos.

La casa de la higuera es blanca como una dacha. Me fascina su resistencia frente al muro infinito que se alza al cielo, construcción necesaria y fea que oscurece las ventanas antaño abiertas al campo. Ahora la casa de la higuera es un recuerdo protegido, la casita molinera de una población que supo dar techo a todos a pesar del crecimiento desordenado. Es el precio que pagamos mientras arrancamos el árbol que nos estorba, la modernidad se alimenta de asfalto, cemento, sangre joven y armas para las que no valen las trincheras cavadas en las calles. Gentes venidas de todas partes para trabajar, para buscar un espacio digno aunque haya que arrancárselo a los jardines con higueras, cerezos, rosales y hormigas laboriosas… la tierra produce poblaciones cuyos edificios se derrumban con cada bombardeo y arden las páginas de Chejov frágiles como sus exquisitas protagonistas y el sublime tío Vania.

Amo la higuera profunda y olorosa, el cerezo japonés, el árbol que florece. La tierra, como la literatura, nos consuela de la barbarie, sus páginas son pétalos, su trabajo, la curación de los hombres. Chejov en los retratos decimonónicos tenía la mirada triste y compasiva, la sonrisa apenas que miraba más allá de su época. Era hombre de una tierra dividida, es símbolo de una esperanza cierta… patio de relato, escenario donde escenificar el vuelo de una paz con alas de gaviota.

Fotografía: Fernando Sánchez Gómez.

La empresa Diario de Salamanca S.L, No nos hacemos responsables de ninguna de las informaciones, opiniones y conceptos que se emitan o publiquen, por los columnistas que en su sección de opinión realizan su intervención, así como de la imagen que los mismos envían.

Serán única y exclusivamente responsable el columnista que haga uso de nuestros servicios y enlaces.

La publicación por SALAMANCARTVALDIA de los artículos de opinión no implica la existencia de relación alguna entre nuestra empresa y columnista, como tampoco la aceptación y aprobación por nuestra parte de los contenidos, siendo su el interviniente el único responsable de los mismos.

En este sentido, si tiene conocimiento efectivo de la ilicitud de las opiniones o imágenes utilizadas por alguno de ellos, agradeceremos que nos lo comunique inmediatamente para que procedamos a deshabilitar el enlace de acceso a la misma.