-Vamos Davyd, ¿dónde está tu arma?
-Perdona, pero no os voy a acompañar..., y por favor, no hagas bromitas con mi nombre, te conozco. Si Goliat quisiera, nuestra querida ciudad ya estaría reducida a cenizas, todo lo que hemos tardado generaciones en construir, nuestra vida entera, literalmente..., Zelenski os echa a los leones y vosotros no os dais cuenta. ¿Cómo podéis comparar la resistencia a los nazis con la vuestra? Os han repartido fusiles, ¿cuántos os dieron el otro día, 18.000? ¡Por Dios santo, recapacita!, estáis rodeados de uno de los ejércitos más poderosos del mundo. La OTAN no va a mover un dedo mientras no se les escape un misil fuera de nuestras fronteras. Y eso no va a pasar, te lo aseguro, rusos y americanos tienen línea directa para evitar malentendidos.
No, yo quiero vivir y quiero que tú y todos los ucranianos vivamos. Prefiero mil veces que caiga el gobierno y perder parte de mi libertad, que dejar de vivir, o que una bala perdida acabe con mi casa. ¿No te parece que estamos sobrevalorando la libertad y la democracia actual?¿Acaso nuestro gobierno actual, como cualquiera de los gobiernos del resto europeos, supuestamente más democráticos, han acabado con la corrupción, la desigualdad y la injusticia?
Mira, sé que es difícil mantener la sangre fría en estos momentos, pero es muy importante pararse a pensar, analizar las cosas, porque nos jugamos mucho, nos jugamos todo... Todo ese ambiente que se respira en las manifestaciones que nos apoyan desde el extranjero, en las redes sociales..., por un lado, me emociona, pero hay algo que..., verás, sin quererlo, toda esa rabia nos incita a actuar de forma impulsiva, a coger uno de esos malditos rifles y salir a morir.
- ¡Joder, David!, ¿quieres que quedemos de brazos cruzados?¿Quieres que nos convirtamos en sus cómplices, que nos dejemos avasallar?
-¡Por supuesto que no! Solo digo que entregar nuestra vida en un juego de fuerzas tan desproporcionado es inútil, absurdo, terrible. En el momento en que nos convirtamos en un Estado satélite ruso tendremos que trabajar para derrocar el régimen, de forma pacífica. El resto del mundo no puede hacer nada ahora para ayudarnos en la guerra, pero sí que nos ayudará en ese trabajo. Tarde o temprano lo conseguiremos, te lo aseguro. Putin ganará la partida, pero no el juego. Podrá invadir el país y deponer al gobierno legítimo, pero se granjeará la enemistad de todo el mundo. Los colores de la bandera ucraniana se pondrán de moda. Hasta los propios rusos sentirán vergüenza de su victoria. Cuanto más humillante sea la derrota más difícil resultara consolidar el nuevo régimen. El rencor impedirá la convivencia pacifica.
Andriy se apoyó en la mesa con aire relajado, miró un rato al suelo, y luego sonrió a su amigo. Davyd conocía bien lo que significaba el cambio de ritmo y el aire de satisfacción que reflejaba su rostro, desde niños habían rivalizado en los debates académicos y en las asambleas.
-Puede que tengas razón -dijo Anndriy por fin-. Puede que la gente no juzgue esta guerra en términos de justicia. Después de todo, esa palabra, justicia, se está quedando tan vacía como nuestros pueblos. Puede que el único criterio capaz de movilizar a la gente sea la lástima cuando nos vean morir. Pero en ese caso no deberíamos rendirnos inmediatamente, como propones. Tendríamos que resistir lo suficiente como para que quedarán registradas las imágenes del genocidio y dieran la vuelta al mundo. Así que te pregunto: ¿Cuántos días tendremos que enfrentarnos a Goliat para que nos coronen como mártires?, ¿cuántos muertos nos va a costar la compasión del mundo, tres mil, diez mil? Cuantos más muramos ,más refugiados acogerán nuestros vecinos, ¿es eso?, ¿puedes decirme la proporción?
Fernando Gil Villa (Catedrático de Sociología y escritor)