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Reconquista encubierta
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Reconquista encubierta

Actualizado 28/02/2022 07:25
Francisco López Celador

Cuando me disponía a escribir la columna de esta semana, se me abrieron dos frentes simultáneos: la profunda crisis del PP, por un lado, y la grave situación en Ucrania, por otro. El primero de ellos ha entrado en el servicio de urgencias, donde se le ha practicado una primera cura para evitar la fatal hemorragia. Sin llegar a ingresar en la UCI, se le ha prescrito una convalecencia de un mes, hasta que pueda comenzar su rehabilitación. Esperemos los sucesivos partes médicos para seguir informando.

En el caso de Ucrania, a pesar de su aparente lejanía, el problema se complica gravemente, porque sería un error imperdonable calificarlo como conflicto local. La conducta del sátrapa Putin no debía sorprender a nadie. Lo hizo en Crimea en 2014 y estaba buscando una disculpa para repetirlo en Ucrania. Ha comenzado por el Donbás, pero quiere toda Ucrania, de momento. Mientras, Occidente ha hecho de don Tancredo. Condenas enérgicas, fuertes sanciones económicas; a fin de cuentas, palabras. Las medidas económicas aprobadas contra Rusia tendrán grave repercusión en los países que importan sus materias primas y, dentro de ellos, uno de los más afectados será España. Éramos pocos y …

Cuando creíamos superadas las consecuencias de anteriores contratiempos, nos esperan situaciones difíciles. El mundo de la libertad pretende golpear a Rusia, aun sabiendo que los azotes más dolorosos caerán en las posaderas de naciones libres, pacíficas e, incluso, demócratas. Cuando se creó la OTAN, se pensó en algo que respondiera a una necesidad permanente y esa es la razón de su continua evolución. La guerra de Kosovo supuso un punto de inflexión en lo que establece el tratado de Washington. Por primera vez, se intervenía en un país ajeno a la organización sin la autorización de Naciones Unidas. La discusión sobre la legalidad o no de aquella decisión no ha concluido y ese es el clavo ardiendo al que se ha agarrado Putin. He aquí una fehaciente demostración de que la OTAN, cuando los intereses de USA no se ven afectados, es una organización que suele estar buscando una fórmula que justifique su pasividad. El tratado que se firmó para instaurar un sistema colectivo de defensa, parece olvidar que se estaba pensando en algo que pudiera frenar el avance de Rusia hacia occidente. Eso también lo sabe Putin y aprovecha la ocasión.

El comunismo, en su pura esencia, es otro nacionalismo llevado a sus últimas consecuencias. Putin añora la antigua URSS y, si nadie le pone freno, pretenderá reconquistar todas las naciones que huyeron tras la caída del muro de Berlín, esa espina que sigue clavada en su garganta. Se ha propuesto rehacer el mapa que representaba a la Europa surgida tras el Tratado de Yalta, y no entiende de paz, de derechos humanos ni de tratados internacionales. Occidente maneja la distensión y Putin la fuerza. Estamos hablando de un iluminado que tiene a mano varios botones de armas nucleares. En una operación televisada, ha dejado a USA y Europa con las vergüenzas al aire. El temor a las consecuencias del empleo de armas nucleares es lo que ha frenado cualquier grave conflicto internacional desde el final de la GM II. El 1 de setiembre de 1939, Hitler ocupó Polonia con la disculpa de un inexistente ataque polaco. Nadie se movió y, ese fue el primer paso de sucesivas ocupaciones. Cuando se intentó pararle, ya era tarde. Así comenzó la GM II. Sólo un loco -o un irredento nacionalista- es capaz de encender esa mecha, y Putin, con el mismo pretexto, lo hizo en la madrugada del pasado día 25.

Hay que reconocer la verdadera realidad de este atropello. Consciente de la situación, Putin no está declarando la guerra a Ucrania con la intención de ocuparla. Lo que acaba de iniciar es un pulso a Occidente. Mientras Europa siga dependiendo, en un porcentaje muy alto, de la energía que importa de Rusia, las pretendidas sanciones económicas acabarán dañando gravemente nuestras economías, y Putin acudirá al auxilio que le presten China, India o Irán –verdaderos gigantes de las materias primas y el arsenal nuclear- para contrarrestar los efectos de esas sanciones

A todo esto, uno se acuerda de aquellas multitudinarias manifestaciones en todas las ciudades españolas, clamando contra la reacción de EE. UU. ante el ataque a las Torres Gemelas. El “No a la guerra” era el eslogan contra una guerra no iniciada por USA. Ahora, cuando un gobernante europeo invade un país vecino con la brutalidad que se está empleando en Ucrania, y con el mayor despliegue desde la GM II, no sale nadie a la calle, ni en los medios de comunicación o en la pantalla de las cadenas dominadas por un extraño progresismo ¿Dónde están los de la pancarta?

En un intento de justificar lo injustificable, el nuevo zar mantiene que su ocupación de Ucrania busca la “pacificación” del territorio. Él lo llama “desnazificación”, y casi tiene razón. Digo casi porque únicamente sobra el prefijo “des”. Tan nazi era Hitler como lo es Putin.En el colmo del irracional seguidismo comunista, también en España tenemos ministros que, a falta de cometidos más útiles, se entretienen en La Moncloa asegurando que la OTAN es un factor de desestabilización, responsable de la invasión de Ucrania y, por lo tanto, debe ser disuelta inmediatamente. Ahora resulta más fácil comprender por qué Joe Biden no cuenta con Pedro Sánchez para nada. Sencillamente, no se fía del único gobierno de la UE que cuenta con ministros comunistas. No es que estén equivocados, es que están abducidos. Lo grave es que son una especie que se reproduce con muy poco esfuerzo.

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