Últimamente cuando voy con mi esposa de paseo por calles centrales salmantinas y los pocos amigos y conocidos que me van quedando lamentablemente me preguntan y tengo que creer que interesados verdaderamente ¿Cómo te va Anselmo? Yo siempre contesto lo mismo ¡Aguantando!. Luego mi esposa me lo reprocha ¡Siempre dices lo mismo! Y es cierto; pero es que he comprobado, que quién así me pregunta, siempre termina al final apostillando… ¡yo, también!
Además, puedo alegar en mi defensa que no tengo el desparpajo de un buen amigo ya fallecido para contestar “a su manera” a la pregunta que también le hacían cuando bajaba todos los días, de su Barrio Vidal hasta el centro de Salamanca…
¿Dónde vas Ismael?
Y el bueno de “Isma” siempre contestaba con voz contundente que se expandía a veinte leguas a la redonda; causando el asombro de los paseantes y hasta a algún seminarista que en aquellas horas por allí deambulaban y que en aquella época necesitaban pocos motivos para escandalizarse… ¡A ver a la querida!
Claro es que cuando uno ahonda en la cuestión tratada, se llega a la conclusión de que la expresión de… ¡A ver a la querida!... era una cosa de ¡menos lobos! Pues la “susodicha” era, nada más y nada menos que la Plaza Mayor salmantina (Ver foto); que el bueno de “Isma” no podía dejar de visitar por lo menos una vez al día.
Mencionaba yo antes; los pocos conocidos (añado también amigos), que me van quedando. Claro que pienso ello se debe a la tan cacareada Ley de Vida. Pero que, siendo más contundente, se podría definir: “La vida es armonía, la enfermedad es la desarmonía del ser viviente, o sea la desviación de la vida armónica, y la muerte es la disolución de la armonía de la vida”…. ¡Más claro, agua!
Diría entusiasmada nuestra querida amiga Mari-Loli... ¡Pordiossss¡ No vamos a tocar hoy aquí a la biología, ni hacer tampoco preguntas tan impertinentes como qué es la vida.
Hoy, me voy a extrapolar como por arte de magia de la buena a un 4 de mayo de 1994, hasta el Casino de Salamanca (Palacio de Figueroa), con personas jubiladas, veteranos de la vida. Yo, mucho más joven ¡Donde va a parar! iba pensando con personas tristes, apáticas, tal vez carentes de ilusión; pero que gran equivocación y que agradable sorpresa me llevé. Las personas que me había “preparado” Don Julián Fuentes son tan activas en su jubilación que no tienen tiempo para aburrirse… uno me espeta sin miramientos: “He sido Notario y he recorrido toda España de norte a sur, ahora soy salmantino de Alba de Tormes me apostilla con énfasis. Siempre después de comer doy un paseo de cinco kilómetros y luego vengo al –Casino-, y me subo directamente a la partida de chinchón”…
Después de levantarnos de al menos tres mesas, pues a Don Julián le parecía que la última sería la más tranquila para hablar, hemos reanudado la charla en este patio fantástico en el Casino; que ha recuperado su propia fisonomía una vez desaparecido el Bingo, que aquí estaba ubicado. Durante nuestra conversación no ha dejado de entrar en el recinto, contertulios que se han unido a la peña; Ángel Zamanillo, Andrés Cuesta, Miguel Ferrer, Manolo Sena, así hasta doce… pues-Don Miguel con sonrisa taimada me aclara… cuando llegamos a trece hay uno que no le gusta el número y se va. Me ilustra también de que los socios más antiguos del Casino, sonAndrés Agapito, Joaquín Madruga, Magín Carretero, Bernardo Olivera, y León Muñiz. Me resaltan todos, las ganas de vivir que tienen y la gran evolución que ha tenido la ciudad de Salamanca. Pero sobre todo, su gran ilusión por haber recuperado su “rincón” en el Casino-, que les había “quitado” el dichoso Bingo.
Recuerdo ahora que cuando yo salía de su “reducto sagrado” me pareció escuchar difuminada la resonancia del 10… el 49…el 72 que tenían eco en el hermoso patio del Casino. Pero no me atreví a comentárselo.
Lo que si había en la calle era una explosión de juventud. Pero es importante el saber llegar a mayores, como los contertulios con los acabo de estar. La Plaza Mayor salmantina esta “abarrotá” de personal. La vida sigue.
Han pasado 28 años de aquello. Yo tenía 59, ahora cuento con 87… y aquí estoy… ¡Aguantando!
Por ello creo tener derecho para que cuando me pregunten los pocos conocidos y amigos que lamentablemente me van quedando… ¿Cómo te encuentras, Anselmo? Poderles decir… ¡Aguantando!... sin entrar en otras consideraciones puntuales. Pues eso.
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