Los acontecimientos de la última semana en el PP resucitan la recalcitrante imagen de la España “muerta, hueca y carcomida” que con tanto acierto calificó Ortega y que, una vez más, ha triunfado sobre la España “nueva, afanosa, aspirante, que tiende hacia la vida”. Los ataques de una parte del PP contra la otra y viceversa son una demostración más de que lo único que mueve a esta organización es la conquista del poder a cualquier precio aunque tengan que despedazarse en guerra abierta al estilo de la guerra civil entre los partidarios de Pedro I, el Cruel y los de su hermanastro Enrique II de Castilla o de la de los partidarios de Juana de Trastámara (la Beltraneja) e Isabel la Católica. En el PP se sienten tan “patriotas” que utilizan cualquier medio, sea legítimo o no, para conseguir los fines deseados.
La prueba más evidente de esa desmedida ambición por el poder, se ha puesto de manifiesto entre dos líderes enfrentados, Ayuso y Casado, desde que la primera se consideró a sí misma heredera de la divinidad al vencer en las elecciones autonómicas de Madrid del pasado año. Y ¡como no!, todo estaba dispuesto para que la ganadora fuera Ayuso, aunque fuera la denunciada por suscribir contratos de dudosa legalidad y, en cualquier caso, éticamente reprobables, adjudicados a empresas en las que algunos de sus familiares (madre y fundamentalmente hermano) se llevaron cuantiosas comisiones –la propia comunidad de Madrid ha reconocido en las últimas horas que el hermano de Ayuso cobró cerca de 300 mil euros en comisiones, como denunciaba Casado-. Aunque, por otra parte, también Ayuso se considera perjudicada al denunciar un presunto espionaje de los partidarios de Casado para investigar esas “prácticas caciquiles” de la presidenta madrileña.
Pero el esperpento -digno de ser enmarcado- en lugar de cesar, continuó con fuerza divulgándose entre los ciudadanos y tertulianos de los diferentes medios de comunicación. Incluso pudimos ver cómo se concentraron cientos de personas en la sede del PP, de Génova 13 –esa sede de la que se iban a ir porque fue reformada con dinero negro-, con aspecto pintoresco y actitudes grotescas, apoyando a Ayuso y pidiendo la dimisión de Casado. Estos acontecimientos confirman, una vez más, que el verdadero control sobre el PP lo tienen algunas viejas glorias que siguen estando contaminadas de presunta corrupción política, como Esperanza Aguirre y otros poderes económicos muy fuertes que se consideran beneficiados con las políticas clientelares del PP y que ponen y quitan políticos a su antojo, a los que mueven como a marionetas. Ayuso es ese prototipo de política que está “encantada de haberse conocido”, que invade sus apariciones públicas con la única finalidad de salir en la foto y parecerse más a una cantante famosa, a estrellas de cine o modelos de pasarelas. Lo de trabajar por el interés general de los ciudadanos es “harina de otro costal” e importa menos. ¡Qué hipocresía!
Casado, por otra parte, siempre me pareció un político mediocre, con una preparación escasa, incongruente en sus planteamientos, poco tolerante y con dificultad para negociar y pactar. Ahora bien, todo esto no es óbice para que sus compañeros de partido se hayan comportado con él, con su persona, como viles traidores, poco leales, pareciéndose más a los verdugos de los “idus de marzo” de la antigua Roma cuya víctima fue Julio César, que en su asesinato recibió puñaladas también de los que consideraba amigos y muy cercanos (“Kai su tecnon” –incluso tú, hijo mío-, le dijo César a Marco Bruto cuando éste también le apuñaló con su daga), porque, a Casado le aplaudieran incesantemente, por un lado, y pasadas unas horas, le despedazaron públicamente poniéndolo al pie de los caballos. Resulta paradójico que todos manifestasen su incondicional apoyo y después le presionaran para que dimitiera y posteriormente con la mayor rapidez posible se designara a Feijóo presidente del partido, aunque luego se dieron cuenta que actuando así se podrían vulnerar los estatutos del PP, quedándose la designación en mera propuesta, aunque todos sabemos que será Feijóo el sucesor de Casado (ahora le va bien a Aguirre y al resto que mueven los hilos del poder, pero cuando Feijóo flojee o simplemente no les guste, dejarán de moverle los hilos que lo mantienen como máximo responsable del partido).
Casado ha sido, hasta el momento, el único presidente del PP elegido democráticamente mediante primarias de la militancia. Parece que con Feijóo las cosas no van a ser tan ambiciosas y se limitarán a proclamarlo en un congreso extraordinario. Si es así, se haría a propuesta de los denominados “barones del PP”, a su vez inspirados en los “dioses que mueven los hilos”, lo que no sería todo lo democrático que han estado predicando durante los últimos tiempos.
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