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Dejar volar la imaginación
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Dejar volar la imaginación

Actualizado 21/02/2022 13:45
Anselmo Santos

Decía Camilo José Cela, Premio Nobel: “Pienso que ha de ser doloroso ver dispersa la propia obra, eso que, al margen de sus bondades o de sus maldades, tanto horas de esfuerzo cuesta a cada autor”. Y qué razón tenía.

Y continúa: “El escritor no aspira a nadar y guardar la ropa. Tampoco intenta-¡qué locura!-, ser profeta en su tierra. El escritor se conforma con bastante poco… al escritor le sobra todo lo que no sea el vivir en paz”. ¡Amén!

Cuando Armando y yo publicamos el libro 'Contrastes, epopeya de lo sencillo', noos escribió el prólogo Manuel Muiños, Presidente de Proyecto Hombre de Salamanca. De ello hace ya unos años pero nunca terminaremos de agradecerle sus palabras escritas, que decía: “Así es el libro que tienes en tus manos. Al amor de la lumbre, a la sombra de la encina, de la acacia o del viejo molino, al amanecer o al caer la tarde. A su manera, una manera entrañable cargada de sentimientos arrancados de recuerdos fruto de vivencias compartidas”.

“Deja volar la imaginación y disfruta perdiéndote desde Villaflores, Poveda de las Cintas, Cantalpino, El Cerro hasta la Sierra de Salamanca, recorre senderos, escucha pájaros, disfruta de la puesta de sol, suda con los segadores, siente el calor de Castilla, estremécete con un cuento de Navidad, disfruta de la solana. Y sueña con nuevas primaveras a la buena de Dios… eso, y todo lo que quieras… depende de ti”, ¡Amén!

Ello me ha motivado para dejarme llevar por la imaginación y recordar cuándo con mi buen amigo el señor Manuel, teníamos la charla mañanera en torno a un buen vermú y unas anchoas del Cantábrico, mientras, yo le “pinchaba” sabedor de su “pronto”. Pero un día me sorprendió cuando nada más llegar me hizo una pregunta inesperada: "¿Sabes que ha muerto Manolo Escobar?... Y sin dejarme decir ¡ni mú! continuó: “A ese, le tenía yo aprecio, pues bien sabes que fui pastor de ovejas y cuantas soledades me quitó su música en la infinidad de aquellos campos desolados las canciones 'Que viva España', 'La Minifalda', 'Mi carro me lo robaron'... y cientos más.

- ¿Señor Manuel?... ¿Dime prenda? Nada ¡Que se murió sin encontrar su carro!

- Se enfurruñaba el señor Manuel y me reprochaba… ¡No seas irreverente, co… ¡

- Que no señor Manuel: que a mí Manolo Escobar me parecía una excelente personaje. Y es más… dejemos, usted y yo, ahora volar por la imaginación y recordemos aquellos carros de labor de nuestro pueblo tirados por briosas mulas, en aquellas carreras locas en los atardeceres veraniegos cuando llevaban las mieses limpias desde las eras a la paneras. Era impresionante el poder ver salir las chispas del empedrado de la calles cuando chocaban las ruedas metálicas contra las piedras, mientras, las volanderas que sujetaban los bujes de el carro al chocar entre ellas, producían música… ¡Algo inolvidable y gratuito!

Y aquellas chispas que “saltaban” del empedrado, al chocar con las ruedas; me han recordado otras, no menos espectaculares, sucedido en otro lugar lejano y muy querido para mi, El Cerro; cuando tenía ¡8 años de edad! Y de ello han pasado ¡78 años!

Pues sí. Lo que voy a escribir a continuación, tiene una relación directa con dejar volar la imaginación, con algo que he leído estos día una vez pasados los Reyes Magos, aunque no lo parezca: 'Niños Hiperregalados': cada vez necesitan más para sentirse mejor a pesar de que tienen los paquetes que sus majestades han dejado en su hogar, en casa de los abuelos, maternos y paternos, los tíos y hasta de algunas personas afines. ¡Por Dios exclamaría nuestra inefable Mari Loli!

Cuando escribo sobre hace 78 años indudablemente los regalos a los niños y niñas no eran tan abundantes debido a las circunstancias imperantes. Tenías los justos y a veces, solamente uno. Claro es, que nosotros en aquella época (¿Quién no tiene su “batallita?)… nos buscábamos otras diversiones. A veces poco recomendables por su peligrosidad.

Los mozos de El Cerro (Ver foto), habían ido a buscar una rueda maciza de hierro de tren a la estación de Puerto de Béjar para después llevarla hasta el pueblo y ya cerca de la 'La fuente del avellano' subirla hasta la cúspide de la cima a base de “fuerza bruta”. Una vez arriba y a la voz de ¡va la rueda! soltarla para que el artilugio desbocado volara a “toda mecha” hasta el arroyo. A su paso, “trochaba” árboles y chocaba con los grandes canchales sacando de ellos una cascada de crispas… los demás la esperábamos refugiados tras las piedras de granito. La volandera rueda pasaba a nuestro lado “bufando” y se convertían en gran espectáculo si ya era anochecido”…

Milagrosamente (La Providencia existe), nunca hubo nada grave y la rueda reposa en una cuadra del pueblo con muestras visibles de los “encontronazos” con los canchales. Cuando esta historia, que no es inventada, la conté en alguna tertulia; hubo alguno que comentó sibilinamente: “Qué “aquello” tenía menos peligro para los niños, (Ver foto), que el estar ahora tantas horas ante las pantallas de móvil u ordenador. ¿Tienen razón?... Pregunto. Pues eso.

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