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Papas peregrinos al sepulcro de Santa Teresa: Juan XXIII
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ALBA DE TORMES

Papas peregrinos al sepulcro de Santa Teresa: Juan XXIII

Actualizado 20/02/2022 09:25
Redacción

Su visita tuvo lugar el 25 de julio de 1954, un viaje que recordó de manera pública en varias ocasiones

Manuel Diego Sánchez, carmelita

JUAN XXIII (Angelo Giuseppe Roncalli, 1881-1963). El Papa Roncalli, que sucedió a Pio XII, fue como una bocanada de aire fresco para la Iglesia, a pesar de la edad avanzada con la que fue elegido. Su breve pontificado (1958-1963) tuvo un gran significado, sobre todo por la convocación del Concilio Ecuménico Vaticano II (1962) con el fin de emprender una renovación de la vida de la Iglesia a todos los niveles, concilio que él apenas inició y le tocaría a su sucesor Pablo VI conducirlo adelante y culminarlo.

Era un personaje también de carrera diplomática, que fue nuncio en Oriente y Francia, y que terminó como cardenal patriarca de Venecia (1953-1958), en cuyo cargo le sorprendió la elección papal.

Viaje de peregrinación a Compostela

En julio de 1954 inició un viaje por España que le llevó a lugares tan significativos como Covadonga, Santiago, Zaragoza, Monserrat, Javier, Alba de Tormes, Avila… El historiador español José Ignacio Tellechea, que formó parte del séquito que le acompañaba, lo definió como “un viaje improvisado cada día y de riguroso incógnito”.

Fue precisamente en esta ocasión, cuando era patriarca de Venecia y 4 años antes de ser Papa, cuando hizo una rápida visita a Alba de Tormes que, seguramente, pasó inadvertida a casi toda la villa, excepto el caso de monjas, frailes y párrocos. Era un cardenal de la Iglesia y venía acompañado por el obispo salmantino Francisco Barbado Viejo. Venía de viaje desde Compostela, pasando por Fátima (Portugal). En Alba visitó la iglesia de las Madres Carmelitas y las reliquias teresianas, pero debió ser en una forma rápida, ya que no consta que entrara en la clausura conventual para ver el sepulcro teresiano de cerca. Casi seguro que por la tarde, pues la noticia la ofrece de esta manera el Boletín Oficial diocesano de Salamanca:

“Por Salamanca pasó el 25 de julio de 1954, almorzando en el Palacio episcopal con el Reverendísimo Prelado de la Diócesis [Francisco Barbado Viejo], quien le acompañó a las catedrales y a la villa de Alba de Tormes, donde veneró las reliquias de Santa Teresa; dejando a su paso por nuestra diócesis una aureola de sencillez, bondad y simpatía” (vol. 105 [1958] p. 193).

Sólo nos han quedado dos documentos de este paso fugaz por Alba: la fotografía en blanco y negro (nada menos que de Guzmán Gombau) a la puerta de la iglesia del sepulcro, acompañado del obispo salmantino y otros eclesiásticos (entre ellos el famoso dominico Antonio Royo Marín; los sacerdotes J. I. Tellechea y J. M. Laboa); y tenemos además la firma autógrafa en el Libro de visitantes que se solía presentar y ofrecer al público en la sacristía de la iglesia. Dice así el texto estampado por el futuro Papa en el libro, pero traducido del italiano:

Angelo Giuseppe cardenal Roncalli,

Patriarca de Venecia,

En su viaje de retorno de Compostela,

El 25 de julio de 1954.

Santa Teresa por amor de Jesús

y de la santa Iglesia.

O padecer o morir.

Días después visitaría también Ávila y estuvo en el monasterio de la Encarnación (28.7.1954), donde lo recuerda una lápida de granito en su fachada. En su breve pontificado cumplió varios gestos teresianos que merece la pena recordar.

Apenas elegido Papa, en Alba y Salamanca, como en periódicos salmantinos y en alguna revista popular de la Orden carmelita, se recordó el viaje cumplido 4 años antes. Pero es que además el mismo Papa evocó ese viaje en la audiencia general del 16 de octubre de 1960: El Papa se alegra con el recuerdo de haber podido visitar la ciudad natal de la Santa, Ávila, y la villa donde se guardan sus restos mortales, Alba de Tormes. Viaje que volvió a recordar en otra ocasión, cuando habló al Capítulo general de la Orden carmelitana recibido en audiencia el 29 de abril de 1961.

Un año después, en el II domingo de cuaresma (18.3.1962) visita la basílica de Santa Teresa en Roma, regentada por los carmelitas descalzos, y como era víspera de la fiesta de San José, el Papa aludió a la aportación que hizo la Santa para hacer crecer la devoción josefina en su tiempo.

El Papa del Año jubilar teresiano (1962-1963)

Pero quizás la intervención más importante fue la concesión del Año santo para Ávila y Alba de Tormes (1962-1963) con motivo del IV centenario teresiano, enviando a tal motivo sendos legados pontificios para la apertura y clausura de dicha efemérides. Y es que además escribió una carta apostólica para esta ocasión que estaba firmada el 16 de julio de 1962.

El acto inicial del año jubilar fue presidido –como en Ávila- por el legado pontificio, cardenal Ferdinando Cento (25-8-1962), cuya jornada albense resumíamos así en otra colaboración dentro de este mismo periódico digital:

“…celebrada la Misa, pasó el cardenal y autoridades al convento de los frailes carmelitas, en cuyo refectorio fueron agasajados con un desayuno y, además, tuvo lugar un acto muy emotivo que en Alba muchos desconocen. El Ayuntamiento en fecha anterior (15.8.1962) había decidido nombrar al cardenal legado Huésped de honor de la villa, cuyo título en pergamino encuadrado le fue entregado durante este desayuno en el convento carmelita por el alcalde Esteban Rodríguez Mellado. Y no terminó ahí la cosa, sino que además le entregó una arqueta de ébano con tierra del sepulcro teresiano, gesto que emocionó al anciano cardenal hasta el punto que no pudo contener las lágrimas. Y el mismo alcalde justificaba esta entrega diciendo: "la tierra que os ofrecemos, contenida en este cofre, es tierra de Alba de Tormes; la última tierra que pisaron las andariegas sandalias de Teresa de Jesús, conocedora de tanto camino y tanta senda? Mirad, eminentísimo Señor, si tendrá valor la tierra de nuestra villa, que fue ella lo único que Teresa de Jesús pidió a los hombres cuando le rondaba la muerte? esa tierra era la que Alba no le negó a la Santa; la misma tierra, señor, que os damos como el mejor regalo, como el más entrañable recuerdo, como el más íntimo y filial de los obsequios. La tierra de Alba no puede darse a cualquiera?" Y entre otras tantas cosas que dijo el cardenal al recibir el regalo, subrayo ésta: "Es un tesoro que me concedéis y lo llevaré conmigo como el recuerdo más precioso de esta misión que me ha conferido el Padre Santo (el Papa): Jamás esto que vivo, lo podré olvidar". Añado el detalle de que, efectivamente, guardó a buen recaudo el cofre de Alba, y sé de muy buena fuente que había dispuesto que al momento de su muerte y entierro (13.1.1973) aquella tierra de Alba fuera depositada en su sepultura” (Recordando el primer jubileo teresiano de Alba de Tormes, 1962-1963 [6-10-2017].

La cuestión es que esta crónica, que debe ser la más verídica, viene corregida o matizada en el detalle del cofre con tierra de Alba, porque según las actas del ayuntamiento, más bien sería ese cofre para el mismo Papa Juan XXIII en recuerdo de su paso por la villa en el 1954. Dice así el acta municipal:

“A la librería del Sagrado Corazón de Salamanca, la suma de tres mil pesetas por importe de un arcón tallado en madera para obsequiar a S.S. el Papa Juan XXIII con tierra del Sepulcro de Santa Teresa de Jesús, por mediación del cardenal Cento / Legado pontificio, en agosto último, con motivo del Año Santo Teresiano” (11-1-1963: vol. 38, fol. 91r-v).

O existe un error de interpretación por parte del secretario municipal acerca de ese acto; o dice verdad de lo que era el deseo primero municipal, cambiado a última hora, porque parecía un gesto imposible de llevar a cabo y para no dejar en mal lugar al cardenal. No merece romperse la cabeza para dirimir este acertijo, porque en ambas lecturas había muy buenas intenciones por parte del municipio.

Fuera lo que fuese, ¡así se hace la historia!

Pero –volviendo al relato- Juan XXIII ya no vio la clausura de dicho centenario teresiano, puesto que murió el 3 de junio de 1963. También dentro de las actas municipales se anota que con este motivo se recibió una carta del nuncio papal en Madrid agradeciendo la carta de condolencia del ayuntamiento albense por la muerte del Papa (28-6-1963: vol. 39, fol 13r). Por eso, cuando vino otro legado pontificio, el cardenal español Arcadio Larraona, a clausurar el centenario teresiano en Alba de Tormes (25.8.1963), aprovechando la ocasión, se descubrió una lápida de mármol en la fachada de la iglesia del sepulcro teresiano que decía así: A Su Santidad Juan XXIII, visitante ilustre de esta villa, en agradecimiento por el Año Santo Teresiano concedido a esta iglesia en el IV Centenario de la Reforma Teresiana. Alba de Tormes, 1962-1963.

En la restauración última de la iglesia de las Madres Carmelitas aquella inscripción desapareció. Me he tomado la molestia de preguntar a las monjas sobre este asunto, y la respuesta que me han dado la transcribo aquí:

“Las MM. Carmelitas, al arreglar la Iglesia nos vimos precisadas a quitar la placa de mármol blanco por lo mucho que desentonaba en la fachada de la misma. En cuanto nos sea posible, trataremos de reponer la inscripción, de forma más respetuosa con el entorno, siguiendo las indicaciones del Equipo Técnico del Monasterio y de Patrimonio.”

Hay que recordar además que un artista local recientemente fallecido, Jerónimo Cotobal (1929-2012), elaboró unas artísticas puertas en madera para la sala de reliquias del convento de los frailes carmelitas de Alba donde, en sendos paneles, fueron esculpidas las efigies de Santa Teresa y del Papa Juan. Son un buen testimonio del afecto de Alba de Tormes por este peregrino, a cuyos valores personales, se añade ahora el de haber sido declarado beato por el Papa Juan Pablo II (3.9.2000), y luego canonizado por el Papa Francisco (27-4-2014). De este modo podemos decir que, además de un Papa, en aquel lejano 1954 nos visitó un santo.

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