En silencio
Las nubes presumen con sus vestidos blancos y esponjosos, blancura de novia, retozando en su lecho azul intenso, sábanas de seda. Hablan entre ellas sin mover los labios, y se cuentan sus historias, sus chismes de todos los humanos a los que observan desde su altura, ensimismados en sus quehaceres cotidianos, unos obligados o elegidos, otros dictados por las redes, que forman capullos de bulos que todo lo envuelven y lo enredan, quemando su tiempo y haciéndolo volátil.
Abajo, pegada a la tierra está la hierba verde, espesa explanada que se distribuye a su antojo hasta las sinuosas colinas.
Quién diría, observando la naturaleza con detenimiento, que estamos en invierno. Quién pensaría que aquellas hebras, en lo alto de aquellas montañas que se recortan en el horizonte, son de nieve, mientras el sol, desde tan lejos, caldea nuestros cuerpos.
Tejidos suaves nos visten, los abrigos se aburren en los armarios, los paraguas bostezan esperando ser abiertos algún día en el que lucir sus colores de flor...
En el campo las arañas hacen su trabajo de rueca interminable, extendiendo como lazos de unión sus lianas entre las plantas.
No hay ruido.
No hay sucesos.
No hay aviones que surquen los espacios.
No hay noticias vociferadas entre publicidad agobiante.
No hay cifras.
No hay dividendos.
No hay engaños.
Sólo ramas desnudas.
Sólo trazos, senderos, caminos ya habitados por otros que llevan a lugares desconocidos por nosotros, que escriben señales de interrogación en nuestra mente y que, ante la intriga, nos invitan a seguir…
Qué fácil es vivir sin relojes, qué dulce resulta escribirse el propio guion… qué agradable elegir el recorrido…
Varios árboles, salpicados por la llanura, tienen florecidas sus ramas, susurro de primavera. Verlos tan frondosos emociona.
Qué profundo bienestar produce escuchar el majestuoso silencio de la naturaleza trabajando infatigable, cual hilandera, devanando sus hilos de vida, bajo la tierra, llevando su alimento como un fiel repartidor.
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