El muralista y exalumno del centro vuelve para convertir un entorno degradado en un homenaje a la creación artística que allí se enseña
Arte para la escuela de Arte. Arte para un espacio degradado que se sirve de la subvención conseguida a través del proyecto Aula Empresa y del genio de uno de sus ex alumnos, el muralista que ha devuelto los muros del recuerdo, del homenaje a la vida del campo y a sus gentes a los pueblos salmantinos. Daniel Martín vuelve a “su” escuela y lo hace de la mano de sus profesores y del concurso de sus actuales alumnos.
Roberto de Prado: "Este era un lugar oscuro y degradado, vimos la ocasión y fue todo rápido".
Roberto de Prado, profesor de la Escuela de Arte y Conservación y Restauración de Bienes Culturales sale de clase un viernes de sol y prácticamente la abordamos a la puerta de una Escuela a la que muchos no conocen en esta ciudad viva, tan viva como su entrada en el trasiego agotador de la Avenida de Filiberto Villalobos, rumbo a los hospitales…
Roberto de Prado: Como Daniel era exalumno fue todo fácil, nos envió el proyecto. Al principio pensamos que sería difícil, pero enseguida empezamos tras un debate con los alumnos que no estaban muy convencidos. Pero yo creo que a los alumnos, aun escuchando sus opiniones, hay que marcarles el camino dialogando con ellos. Yo no veo mal que hagan pintadas libres, pero que lo hagan bonito… y con respecto a este espacio, era oscuro y ahora es diferente. Creo en la labor del arte para persuadir a la gente… y en la semilla de la rebeldía.
Daniel Martín: "Yo no creo que el arte sea la panacea, pero sí es un camino… y eso lo tenemos que enseñar aquí"
La abstracción geométrica, colorista de Daniel Martín, se cuela, como siempre, en un trabajo marcado por la figuración. “Es la única parte que no lleva boceto, mi abstracción tiene que salir sola, ser improvisada, libre… todo lo demás está bocetado”. Junto a los trazos que identifican absolutamente el trabajo del artista, la imagen de la obra escultórica de Bellini, Apolo y Dafne, surge de un bosque de intensos, evocadores tonos violeta sobre la pared y la puerta del edificio. Un edificio cuyo trazado deja un espacio abierto sostenido por columnas que también forman parte del proyecto.
D. M.: La idea de las columnas era marcarles una forma natural y que los alumnos las pintaran por parejas, así, improvisando. Que aprendieran a no tener nada marcado, a trabajar de forma libre. Además, tiene una carga simbólica, las columnas, la creatividad, sostienen la Escuela de Arte. La creatividad de los alumnos sustenta la escuela.
Charo Alonso: ¿Por qué Bernini, contraste absolutamente clásico? ¿Por qué el bosque?
D.M.: Yo estudié aquí escultura, recrear “Apolo y Dafne” es un homenaje al volumen, y pintar el bosque, a la inspiración de la naturaleza. A mí siempre me inspira la naturaleza y más la idea de recrear un bosque en este sitio oscuro, degradado. También quería hacer un reconocimiento a todo lo que aprendí en esta escuela, porque aquí técnicamente se aprende mucho y se vive mucho. Quería usar, además, el dorado y el morado para mostrar la creatividad, la libertad…
Ch.A.: Es un sitio recogido, estupendo para reunirse.
D.M.: Hace quince años cuando yo estudiaba también lo era, lo llamábamos “El Hueco” y estaba lleno de firmas, de pequeñas pintadas que he querido mantener. Hemos puesto el nombre y dejado que todos pongan su firma, su marca. Este trabajo me ha motivado por muchas cosas, y una de ellas es que pienso que mis murales en los pueblos los ven un número de personas que los asimilan a su vida… pero por aquí pasan diariamente más de 500 personas que cambian año a año y esta obra influye sobre ellos.
Carmen Borrego: Cómo no va a haber arte en una escuela de arte…
D.M.: Creo que los centros de trabajo y de estudios deberían tener arte por obligación.
Ch.A.: ¿Cómo ha sido pintar, ya convertido en un profesional reconocido, en un artista, en tu antigua escuela?
D.M.: Yo he vivido aquí muchas cosas y que los profesores míos me hayan buscado y que se hayan implicado en el proyecto es muy importante. Además, me decían que tras la pandemia los alumnos estaban extraños, tristes, mal… y trabajar en este proyecto es una forma de motivarles. Además, con el ejemplo de mi trabajo, de mi empresa, quiero enseñarles que se puede vivir del arte, y alguno de ellos me ha manifestado que quiere hacer murales. Me emociona y me motiva haber influido, influir con mi trabajo sobre los estudiantes.
Daniel posa para la cámara de Carmen ante sus figurativos, sus hermosos protagonistas detenidos en la carrera por el genio de Bernini, situados por el muralista en un bosque de anime japonés, moderno en sus tonalidades moradas. Y subiendo por las paredes, la abstracción que es marca de la casa, firma del artista, vibrante y colorida, una pulsión improvisada que le identifica. Daniel Martín pinta los muros y a puerta de entrada de lo que fue su casa durante los años de formación y que ahora, se abren, decorados por su bosque mágico, a otros estudiantes que llegan a aprender todo lo que él devuelve a sus paredes. Arte en la escuela del arte, creatividad, modernidad, atrevimiento, rigor en el dibujo e improvisación. El Hueco se ilumina con el arte de Daniel Martín, rincón privilegiado…
Fotos de Carmen Borrego.