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Medio Natural y trashumancia (2). El clima principal fenómeno casual
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Mundo Rural

Medio Natural y trashumancia (2). El clima principal fenómeno casual

Actualizado 16/02/2022 09:14
Santiago Bayón Vera

Una cañada importante y de largo recorrido enlazaba la Andalucía hética con las montañas ibérico-sorianas. Pueden apreciarse bien las grandes diferencias climáticas existentes entre los extremos de ella si representamos de forma gráfica los datos de dos de sus observatorios y enfrentamos esos gráficos entre sí. Por ejemplo, las relativas a los de Sevilla y Vinuesa, esta última, localidad situada en las montañas de Soria, a 1.017 m de altitud y a más de cuatro grados de latitud septentrional respecto a aquélla. La temperatura media anual es de 18,8 grados en la localidad sevillana, mientras se limita a 9,6 en la castellana; y si el pluviómetro de la segunda recoge al año un total de 1.002 mm de precipitación, la del andaluz se reduce a 571. Estas precipitaciones sevillanas se producen cuando las temperaturas no han alcanzado las altas cotas propias del estío. En consecuencia, hay aridez acusada desde el comienzo del mes de mayo hasta bien entrado el de septiembre. En contraste con esto, la aridez de Vinuesa es limitadísima en intensidad y en duración, tanto que puede considerarse prácticamente inexistente. En la consecuencia de que, en esta localidad de las montañas ibéricas, las temperaturas sean bajas, y sostenidas, además de altas, las precipitaciones.

Contrastes similares ofrecen los extremos de las otras cañadas de largo recorrido. Emparejemos los referentes a una comarca de las montañas cantábricas de León y a la baja Extremadura. En concreto, los de las localidades de Rabanal de Luna, en aquel septentrión leonés, y de Zafra, en la provincia de Badajoz. La primera, situada a 1.156 m de altitud, tiene un período húmedo que abarca casi todo el año y suma en total 1.140 mm de precipitación, pero nada más se ve libre de heladas seguras o probables desde junio hasta finales de septiembre, es decir, en los meses estivales; en la extremeña, el período húmedo queda interrumpido desde mediados de abril hasta finales de septiembre y la precipitación total se reduce a 574 mm, pero, en cambio, las heladas seguras son aquí desconocidas y sólo hay probabilidad de algunas, y de rara incidencia, desde diciembre hasta finales de febrero.

Los de Rabanal de Luna y Zafra son, pues, otros climas que se complementan. Contrastes similares se dan entre el litoral levantino o el centro de la depresión del Ebro y las montañas ibéricas o pirenaicas. Y sin que en todo caso cupiera acortar el camino de la trashumancia. Por ejemplo, en el año agrícola que se inició el mes de septiembre de 1991 y terminó con el final de agosto de 1992, sólo la franja septentrional que se extiende desde Galicia hasta el ángulo nororiental de Cataluña ha recibido 800 o más milímetros de precipitación total. La contornea otra con valores comprendidos entre 600 y 800, pero la inmensa mayoría del restante espacio peninsular del país se encuentra dentro o por debajo de la isoyeta de los 400 mm.

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