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Individualismo, liberalismo y negacionistas
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Individualismo, liberalismo y negacionistas

Actualizado 15/02/2022 17:19
Félix López

De la caravana “antivacunas”, camino de Bruselas, algunos consiguieron entrar en París. Junto al Arco de Triunfo, que corona Los Campos Elíseos, se bajaban de los coches gritando “liberté”. Algo parecido está pasando en Canadá y Estados Unidos.

Los grandes liberales ingleses y los ilustrados franceses nos trajeron ese grito, el más humano de todos. El don más grande de los humanos, en palabras de Don Quijote a Sancho, es la libertad, la capacidad de decidir, porque no somos solo un manojo de instintos.

Numerosos ciudadanos de los países más desarrollados no han leído o no quieren leer a los grandes clásicos. Se apropian de esta palabra sin tener ni idea de su origen y fundamento. La libertad para ellos es “su derecho”, no el derecho de los demás.

Es la coronación del “egocentrismo” en nombre de la libertad.

Les da igual que se trate de las vacunas, de las relaciones sexuales, los impuestos o las reglas de tráfico, etc.

No saben que quienes nos han traído este concepto y este derecho son, probablemente, los mejores pensadores de la historia.

Tanto la moral del ilustrado Kant, como del liberal Stuart Miill, cantan la libertad. Pero uno con razonamientos éticos y otro, consciente de que la libertad de uno está limitada por la libertad del otro, de forma que la propia libertad no debe hacer daño a la libertad de los demás (la ética de las consecuencias).

¿Por qué en los países más avanzados estos movimientos quieren paralizar ciudades, cerrar puentes y fronteras, incluso recurrir a manifestaciones violentas? ¿Qué tiene que ver esto con la libertad bien entendida?

¿Qué formación le hemos dado en la familia y la escuela?

¿No es esto la mayor perversión de la palabra libertad?

No se trata de querer volver atrás. Cuando se alcanza la libertad, el mayor don (el poder opinar, decir, gritar, organizar la propia vida personal, pensar y escribir con libertad, etc., hay que evitar la otra cara de la libertad: son los malos usos de la libertad, como no pensar en los demás, asumir riesgos que pueden dañar a los demás, limitar la libertad y hasta la vida de los demás, en nombre de la propia libertad, etc.

Ya es irracional que los humanos en este campo y en otros asumamos tantos riesgos, pero imponerlos a los demás supera todos los límites. Es la perversión de la libertad.

Sabemos cómo se combate la pandemia y hemos sufrido seis olas ¿Por qué tanta irracionalidad humana?

Haga usted, si le parece bien, una lista de los daños causados por esta minoría tan numerosa. Yo solo inicio esta lista:

-Conozco personas concretas que han perdido la vida. Y sigo viendo en la pantalla uno número de muertos que son personas, no un número del que decimos que “pronto va a descender”. ¿Cuántos muertos nos podemos permitir? ¿Por qué otros muertos merecen nuestra indignación y estos no?

-Le hemos pedido a los sanitarios algo inhumano; y a algunos la vida. Y lo digo, porque nuestra racionalidad nos permite saber que podíamos haberlo evitado buena parte de estos sufrimientos. Hasta la economía podría haber ido mejor.

-Numerosas personas tienen secuelas de salud por haber sufrido contagios y numerosos sanitarios por las condiciones de trabajo.

¿Está es la libertad por la que gritan? Por favor, lean, piensen y escuchen su corazón y su razón.

Estos días tenemos otra amenaza, una guerra en Europa. ¿No hemos hecho suficientes guerras para aprender que son una catástrofe irracional?

Cuando leo literatura rusa me pregunto ¿Cómo es posible que no podamos entendernos con ellos? ¿De verdad que ellos son los malos, totalmente malos, y nosotros los buenos, totalmente buenos?

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