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En busca del metaverso suelto
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En busca del metaverso suelto

Actualizado 07/02/2022 08:05
Francisco López Celador

Ahora comprendo mucho mejor a mi generación. Si, esa que está protagonizando la campaña de “Soy mayor, pero no idiota”. Cuando a la falta de costumbre se une el deterioro propio de la edad, es normal que se formen esas deprimentes colas en algunos establecimientos bancarios. Como también es normal que el usuario no se fíe del bienintencionado voluntario que ofrece su ayuda. El problema se agrava en el ámbito de la España vaciada. Muchos de los pueblos que contaban con sucursales bancarias vieron cómo, paulatinamente, se sustituía la presencia del amable empleado por la del frío cajero. De la noche a la mañana, ni eso. Si quieren disponer de su dinero, deben desplazarse varios kilómetros hasta una población mayor.

Pero yo no quería hablar hoy de este problema. No. Me lo ha recordado otro fenómeno que está de actualidad y que no siempre es entendido por esa misma generación. Me refiero al avance en el mundo de la información que, en muy pocas décadas, ha pasado del teléfono de manivela al mundo de internet. Ese adelanto también ha sido responsable de la sustitución del hombre por un dispositivo informático. Es cierto que la rapidez y la facilidad para estar bien informado han contribuido, en gran medida, a mejorar la cuenta de resultados, tanto en organismos como en particulares. Mas, no todo son ventajas. Estar bien informado y procurar que los adversarios no puedan acceder a datos que puedan perjudicarle, es lo que pretenden las naciones, las grandes empresas y hasta el más humilde productor que se gana la vida con su particular fórmula. Cada cual busca el método más seguro para evitar cualquier fuga de documentos..

Tanto en el desarrollo de la política interna como en sus relaciones con distintos organismos internacionales, las naciones cuidan al máximo sus decisiones procurando asignar a la documentación clasificada distintos grados, que pueden ir desde Secreto hasta Difusión Limitada.

Cada organismo internacional dispone de la normativa que regula la forma y el grado de confidencialidad de los documentos. Toda nación, dentro de su ámbito, asume la responsabilidad de vigilar el estricto cumplimiento de esa normativa. Ante cualquier fuga, los respectivos gobiernos tienen la ineludible obligación de investigar quién o quiénes están detrás de la intromisión para, acto seguido, tomar las medidas necesarias que contrarresten el peligro, dando cuenta a todos los escalones afectados.

Cuando Julio Verne, en pleno siglo XIX, ya hablaba del viaje a la luna o de recorrer todos los mares en submarino, sus lectores estaban muy lejos de creer que no faltaba tanto para convertir en realidad esas fantasías novelescas. Llegó la radio, el teléfono, la televisión, la transmisión telemática de cualquier dato, la existencia de toda clase de simuladores para aprender el manejo de las máquinas más sofisticadas sin necesidad dañarlas en el adiestramiento, y así hemos llegado a lo que parece ser el “Non plus ultra”: el Metaverso. Entramos en el campo de la cibernética y, con la excusa de facilitar los juegos más avanzados, se ha creado una herramienta para que parezca real un espacio virtual. ¡Ahí es nada! Ha comenzado el melón Facebook y detrás llegarán Apple, Google, Microsoft, etc. Ya estamos en la era de la informática de ciencia ficción.

Segundo problema de la evolución del mundo informático: aumentan las posibilidades de acceder a la información ajena. Se jackean organismos, planes de sofisticadas empresas, cuentas bancarias, etc. El progreso ha facilitado que cohabiten en la sociedad aberraciones como la indolencia ante el fenómeno okupa a la vez que se facilitan sofisticados medios de falsificación de la realidad. Consecuencia directa: disminución de la seguridad.

Pongamos como ejemplo un hecho totalmente imaginario. Una persona acude a un banco y, ante la imposibilidad de solucionar su problema en el cajero automático, consigue acceder a la oficina para que un empleado solucione su problema. Para su sorpresa, sale a la calle con ese empleado y, en lugar de acudir al cajero automático, entran en otra entidad bancaria para abrir una nueva cuenta, a cambio de unos beneficios que no acaba de comprender. Ese empleado está utilizando un método corrupto a la vez que traiciona a su propia empresa. Pues bien –y es aquí donde yo quería llegar-, algo parecido acaba de suceder en nuestro entorno.

La semana pasada, el diario El País publicó una exclusiva asegurando haber tenido acceso a documentación interna de la OTAN. Concretamente, esos documentos contenían la contestación que EE.UU. y la OTAN daban a las peticiones de Rusia sobre la crisis de Ucrania. Soy consciente de que el secreto profesional choca frontalmente con el ideal democrático. El ciudadano tiene derecho a estar informado y el periodista lo tiene a no revelar sus fuentes. El peligro viene cuando un centro de poder está interesado en filtrar una noticia y para ello se vale de un medio de comunicación afín, que lo publica bajo la conocida fórmula de: “este medio ha tenido acceso a…” En el caso que nos ocupa, hay opiniones para todos los gustos. Yo me limito a reflejarlas aquí. Publicada la noticia, Washington y la OTAN protestan ante el Kremlin por lo que suponen una filtración hecha desde Moscú - no sería lógico que todo Occidente hubiera elegido El País para difundir la noticia-; y a los rusos les ha faltado tiempo para contestar: «Nosotros no hemos publicado nada. Esa pregunta debería estar dirigida al diario El País o a las autoridades españolas, pero no a nosotros».

A todo esto, desde La Moncloa se ha dado la callada por respuesta. Los mal pensados dicen que puede haber sido una venganza de Sánchez a los continuos desplantes de Joe Biden. Ni quito ni pongo rey, pero hay que analizar las razones que tenga la Casa Blanca para no querer contar con nuestro presidente – o con alguno de sus ministros- en asuntos reservados, susceptibles de ser conocidos por los adversarios. Si Rusia también se atreve a desconfiar de España será porque en nuestro engranaje oficial hay un diente que ha fallado. Es preciso desenmascarar a quien accedió a esa información, a al responsable de facilitar la operación ¿Será ese el metaverso suelto? ¿Sabremos algún día dónde está el culpable? ¿Se nombrará también una “comisión de expertos”?

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