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Tiempos convulsos
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Tiempos convulsos

Actualizado 31/01/2022 20:04
Anselmo Santos

Anda el mundo bastante convulso, muy excitado. En un momento de enfrentamientos entre grandes potencias. La epidemia del dichoso virus que no cesa y que ya se quedará para siempre de una u otra forma. Y los vaticinios que auguran grandes desgracias relacionadas con el medio ambiente, que no cuidamos. Valgan solamente estos tres ejemplos entre la baraja de miles. ¡Qué los hay!

Y siempre el ser humano, hombre o mujer, “por medio”. Como diría el señor Manuel. Y más expresiva aún nuestra querida amiga Mari Loli… ¡Por Dios!

Otro amigo me comenta que Goethe ya lo previó con espíritu profético cuando escribió aquella frase: “Todo lo viviente es uno, sin embargo no es único”.

Tenemos que reconocer, que los seis grupos de actividades mentales de los que somos capaces los humanos; la imaginación, los sentimientos, los instintos, el pensamiento, la imaginación y la voluntad necesitan un complicado aparato de una finura y sensibilidad verdaderamente inmensa.

Pero no esperéis que yo dé una solución a este gran problema, entre otras cosas, porque no estoy capacitado para ello. Solamente quería resaltar que algo está trascurriendo mal en el mundo actual. Y que habrá que buscarle soluciones por quien corresponda hacerlo… antes de que pase lo de los dinosaurios...

Así que cerrado el capítulo anterior; hoy me agradaría mucho volver a mis recuerdos y nostalgias, a lugares donde fui feliz. Aunque alguien también ha dicho y no se lo tomaré en cuenta: “No son más que lugares; los recuerdos me los llevo conmigo”

¡Claro es hombre! Pero uno debe volver, por lo menos una vez más, a ese lugar en que fue feliz y luego seguir recordando. Tal vez a mi me pase y que sufra de labilidad emocional que son “un conjunto de alteraciones en la manifestación y la efectividad y reacciones exageradas como respuesta a diferentes estímulos”… ¡Seguro que sí!

“Estaba yo con mi madre (Ver foto), en el porche de la Casa del Médico, nuestro domicilio habitual en Poveda de las Cintas en una mañana calurosa de verano de cuando el frío era frío… y el calor, calor. El sol “pegaba” fuerte. Yo tenía 16 años de edad y estaba en el pueblo con vacaciones veraniegas estudiantiles. Esperábamos la llegada puntual del “huevero de Villaflores” Pablo Casado Martín (Ver foto) que estaba “entrando en agujas” en su furgoneta Citroën de las antiguas de chapa ondulada; antes lo hacía en pequeño carro tirado por renqueante burro, y después en vetusta bicicleta a la que había adosado unas aguaderas de mimbre trenzada. Todos los que hemos vivido en pueblos tenemos el recuerdo de algunas personas singulares que habitaban en ellos… Pablo “El huevero” de Villaflores, era una de ellas. Estas personas siempre causaron una mayor atención y afecto y tal es el caso para mí; pues ya pasado muchos años y aún lo recuerdo cómo si fuera ayer y le “veo” en sus charlas con mi madre y las vecinas charlando, además de sobre la bondad de los huevos, sobre lo divino y humano. ¡Ojo!... unos huevos frescos de corral, unos blancos y otros de color café con leche, que tenía muchas veces hasta dos yemas… Sí… tenían categoría aquellos huevos.

Pablo había nacido en Palaciosrubios, aunque siempre habitó en Villaflores y de pequeño ejerció de “rapaz” llevando agua a los segadores gallegos, más tarde el mismo tuvo que segar a mano, en durísimas jornadas de sol a sol. Cuando yo le conocí en Villaflores él ya era un mozo y era amigo de mi padre médico del lugar. Los dos en días de partidos de futbol en Salamanca e hiciere como hiciese; se iban a la capital para ver jugar a la gloriosa Unión Deportiva Salamanca-UCD- de grato recuerdo. Para ello, tenían que ir antes a la estación de tren de Cantalpino andando, en burro, en tartana o carro de mulas. Pablo también era forofo del Real Madrid pero más de la-UCD-, además “los madriles” le caían muy lejos y no había posibilidades económicas suficientes. Después de ver el partido en el viejo campo de “El Calvario” aquellos dos seres y amigos; pasaban por el bar 'Vidal' de la calla Espoz y Mina donde degustaban los famosos calamares en su tinta… ¡aquello era sagrado! Y ¿El regreso?... Pues aquello era “otro cantar”; ya desde la Estación de Cantalpino tenían que hacer siete kilómetros largos hasta el pueblo, esta vez andando y ya de noche “cerrada”. Seguro que comentando las jugadas habidas en el partido; el buen jugar de Dámaso, la velocidad de URRE, o la movilidad del gran Nano… ¡Fantástico!

Siempre estuve muy agradecido a Pablo “El Huevero”. Pues nos proporcionaba huevos extraordinarios y aún le recuerdo hablando con mi madre y las vecinas, para quien era uno más de la familia. Y también por la compañía que le hizo a mi padre en aquellos viajes interminables a la capital en aquellos-Tiempos Convulsos- de la pos-guerra.

Creo; que ha quedado lo suficientemente claro, qué: “A los lugares en donde fuiste feliz, hay que volver al menos una vez más”. Y también… no olvidar la desaparición de los dinosaurios ¡con los grandes que eran! Pues eso.

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