Preferiría la paz más injusta que la más justa de las guerras.
MARCO TULIO CICERÓN
No hemos salido de la pandemia y vivimos con incertidumbre la posibilidad de una guerra en Ucrania por la amenaza de invasión rusa, que puede tener repercusiones internacionales. Hemos visto en estos días toda una exhibición armamentista con un rosario de amenazas entre las potencias que dominan el mundo. El conflicto de Ucrania se arrastra desde 2014, cuando Rusia también respondió militarmente al cambio de Gobierno en Kiev, anexionándose Crimea y respaldando a los separatistas de la región del Don Bass. Ante esa perspectiva, Ucrania tuvo que firmar las condiciones de paz impuestas por Rusia.
Este conflicto latente se ha mantenido en estos años, pero ahora se ha disparado con la acumulación de soldados en la frontera por parte de Rusia, argumentando que no se han cumplido los acuerdos de la paz impuesta en 2014. Parece que los rusos, como en la Guerra Fría, quieren imponer un nuevo “telón de acero”, buscando un nuevo orden en Europa que impida que la OTAN tenga una mayor influencia cerca de las fronteras rusas. No debemos de descartar otra intervención militar, el problema es si la OTAN va de órdago, o realmente quiere apoyar a Ucrania. Lo que está claro, que, si se firmaron los acuerdos de Minsk, aunque no gusten, habrá que cumplirlos.
Además del conflicto de Ucrania, no debemos olvidar el terrible derramamiento de sangre en Etiopía, la victoria de los Talibanes en Afganistán, el pulso de las grandes potencias también en Taiwán. A esto, añadimos la pandemia que se ha instalado a vivir con nosotros, el hambre y la necesidad de muchos pueblos, así como la emergencia y cambio climático. Podemos pensar que el mundo va a la deriva o como decía Erasmo de Róterdam, la guerra es el fracaso del bien.
En lo que llevamos de siglo XXI, los conflictos entre países han disminuido, pero el conflicto transfronterizo y la violencia interna han aumentado en munchos países, socavando el progreso y la deseada paz en el mundo. La crueldad de la guerra, ha obligado a millones de personas en situaciones extremas a salir de sus casas con lo puesto, condenados al destierro en tierra extraña, siendo rechazados en su dignidad y no protegidos por el derecho internacional.
Vivimos en un mundo marcado por la ausencia de una autoridad global capaz de resolver los conflictos armados. La globalización está avanzando en todos los aspectos, pero los estados territoriales siguen siendo las únicas autoridades, sin que ninguno de ellos pueda mantener una hegemonía política y militar. No han podido conseguir una hegemonía global, ya el mundo es demasiado grande, complicado y plural para poder consolidad el dominio de un solo país en todo el planeta. Por otro lado, Las autocracias están en ascenso y las democracias y los derechos en retroceso, con unos gobernantes que privilegian los intereses partidistas y propios, más que los intereses generales.
La desaparición de los países comunistas ha acrecentado la inestabilidad mundial. En la Guerra Fría, pocos países se atrevían a cruzar fronteras, ahora ya no es así, además se ha acentuado las tendencias separatistas en numerosos países. Incluso en los países más desarrollados hay un fuerte aumento del nacionalismo. Las guerras transfronterizas y las internas han aumentado desde la Guerra Fría. Es el contexto donde debemos situar las guerras de baja intensidad, no convencionales o asimétricas, con pocos efectivos, pero con más intervenciones.
Vivir la cultura Paz se hace más necesaria ya cada día cientos de personas, familias, mujeres y niños viven bajo la amenaza de la violencia armada. Según Amnistía Internacional, 650 millones de armas circulan por el mundo. La venta de armamentos no solo hace más mortal la criminalidad cotidiana en las grandes ciudades, sino hacen más mortíferas las guerras, con cientos de muertos. Todos los países apoyan los tratados para restringir la venta de armas, sobre todo en países en conflicto, pero lo cierto es que es un mercado clandestino muy activo y lucrativo, incluidas las armas nucleares y químicas.
Los viejos estados se deshacen en sus contradicciones, ya no son capaces de abordar problemas globales, se mantienen a pesar del horror vacui que estamos asistiendo. La cultura de la Paz, pasa por una ética mundial, su postulado más hondo es un equilibrio caracterizado por el pluralismo de Estados a una nueva forma política planetaria, la comunidad mundial. En ella sería una plataforma privilegiada para asociar la Paz con la Justicia.
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