Ayer llamé por teléfono a una amiga y me mandó a freír espárragos directamente. Me extrañó su actitud. Se trata de una persona educada, correcta y con mucha capacidad de aguante. Insistí y al ver en la pantalla el número que antes ni se había tomado la molestia de mirarlo se deshacía en disculpas que estaban demás porque entiendo su indignación perfectamente. Mi amiga, como yo y como tantas personas, está harta de esas llamadas telefónicas que bien pueden llamarse moscas porque zumban en casa todos los días y a todas las horas, unas veces para venderte agua, otras veces para venderte vino, la mayoría porque preocupados por nuestra economía quieren que cambiemos de compañía eléctrica, telefónica, de seguros, y hasta de entidad bancaria. A estas, que podemos llamar de procedencia legal, hay que agregarles las de pícaros que se escudan en organismos oficiales y empresas de renombre para estafar. Para que dejen de molestarnos les damos las gracias y les prometemos contactar cuando nos interesen sus servicios, nos disculpamos sin perder la calma por no poder atenderlos, les pedimos por favor que no vuelvan a llamarnos… pero como ni bloqueándoles el número nos vemos libres porque utilizan otra línea, no queda más remedio que perder la educación y hacer lo que hizo ayer mi amiga.
Estos hechos, aunque cansan, no son motivo de preocupación, al fin y al cabo supongo que nadie se convierte en mosca con gusto para ganar unos euros que hasta es posible que no siempre se cobren, lo realmente preocupante es que nunca se sabe quién o quiénes les facilitan nuestros teléfonos porque cuando preguntas se limitan a responder que la empresa y punto.
Los españoles contamos con una Ley de Protección de Datos que nos encontramos hasta en la sopa. Sin nuestro consentimiento nadie puede facilitar nuestros datos. El teléfono que en mi casa recibe tantas moscas todos los días y a todas las horas solo es utilizado para trámites oficiales y si no queda más remedio, pero lo saben empresas de cualquier punto de España, compañías de todo lo habido y por haber y hasta personajes que viven de estafar. De esto se desprende que la tan traída y llevada ley, más que para proteger datos, está para difundirlos, y cuesta creer que quien o quienes los facilitan lo hagan siempre de balde. ¿No estaremos ante un negocio…?
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