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El acabose
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El acabose

Actualizado 24/01/2022 10:17
Charo Alonso

Tenían nuestras madres, criadas en la falta y en la cultura del cuidado y del aprovechamiento, un carácter de piedra berroqueña y unas expresiones nada diplomáticas.

-Hija, lo tuyo es ir hecha un adefesio.

-Esto es el acabose.

A nuestros hijos y alumnos, aquellos a los que hay que tratar con el mayor de los respetos, la empatía y la cucamona, las madres resolutivas de zapatilla voladora y colleja certera, les hubieran causado lesiones psicológicas irreversibles. No les digo que no haya sido el caso, yo todavía siento el aliento de mi madre en el cogote y no porque fuera una mamá helicóptero protectora, sino porque tenía la rapidez de un águila. Eran tiempos de exigencia y de saber esquivar el ojo del halcón desarrollando unas competencias que ríete tú del catálogo de la ley Celáa y su falta de exigencia.

-A vosotros los que os falta es ir a segar.

El amor era abrigo de jersey de lana que picaba, hecho en casa entre sesión de cocina, corte y confección de ropa que durara y desarrollo de plan quincenal. Eran economistas, magas, brujas de puchero, alimentadoras de caldera de carbón, apoyo sin nómina del negocio familiar, educadoras y hasta enfermeras a la vera del niño que arde de fiebre envuelto en sus brazos de abrazar, su energía inagotable, su extraña capacidad de no dormir ni enfermar. Eran omnipresentes y todopoderosas y lo mismo te armaban un vestido que un juguete, una tarta casera que un mueble. Pintaban techos con la misma mano con la que revolvían la cazuela del membrillo o de la sopa, tejían contando los puntos y los renglones de los deberes, te enseñaban a cruzar la calle y te ponían en la escuela sin que te diera tiempo a extrañarlas. Eran las madres de aquellos que nacimos a finales de los años sesenta, duras, fuertes y pétreas. Las hacían en serie, con su permanente de peluquería de barrio, su abrigo de paño de Béjar, su bolso donde cabían todas las necesidades… y su gesto displicente.

-Porque lo digo yo, y se acabó lo que se daba.

Cabe pensar qué dirían sentadas a la mesa del diálogo social, con las manos en la masa de lo de Ucrania mientras mandan sin cenar a un premier británico que ha tenido la osadía de montar una fiesta en casa mientras ellas están peleando con la cola del mercado, la del pago de la luz, la de la caja de ahorros. Ellas, resolutivas, mandonas, dispuestas a no perder el tiempo en minucias. Ellas que dirían que esto ya, a estas alturas, es el acabose, y a paseo la diplomacia.

Fotografía: Fernando Sánchez Gómez.

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