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Tocar fondo
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Tocar fondo

Actualizado 23/01/2022 20:02
Francisco López Celador

Sin ser titular de ninguno de los sillones de la RAE, se sabe que nuestro idioma dispone de multitud de expresiones para definir una misma idea. Así, decimos que estamos cansados, hechos polvo, agotados, exhaustos, desfallecidos, etc. para indicar que estamos llegando al final de nuestras fuerzas. De igual modo, la riqueza de una lengua también se mide por la cantidad de conceptos distintos que pueden proporcionarnos una misma palabra o frase. A este grupo pertenece la expresión tocar fondo. Tomada literalmente, indica la llegada a lo más profundo de un receptáculo. Alegóricamente, es el punto de inflexión de una situación decadente, física o anímicamente, que presenta síntomas de recuperación. En un contexto más material, equivale a tener acceso a recursos, ya sean materiales o monetarios. De todo esto, aplicado a nuestra actual situación, va el comentario de hoy.

Dentro de un panorama oscuro y revuelto, el anuncio de las próximas elecciones autonómicas en nuestra Comunidad ha venido a revolucionar el ambiente de zozobra que se respira en toda España. La pandemia, el volcán de La Palma, la crisis económica, la sanitaria, el desbocado aumento del déficit, de la deuda exterior, del IPC y del paro, etc. son asuntos que parecen obligados a pasar a segundo plano, porque algunos partidos parecen interesados en que así sea. El “paquete” pasa de mano en mano y, para no tener que pagar el coste, nadie quiere ser el destinatario. El inicio de la campaña ha valido para que arranque la campaña de mentiras, medias verdades, calumnias, insultos y el empleo torticero de los medios de comunicación. Todo ello, bien aderezado por algunos políticos, puede ocasionar –como está sucediendo - una verdadera hecatombe.

Cuando hablamos de los problemas que amenazan nuestro futuro, nos inquieta sobre manera tener suficientes indicios de que, en todos ellos, se está a punto de tocar fondo. La desgracia está en que no se trata de un punto de inflexión que sirva para impulsar la recuperación, sino la llegada al final de la resistencia, a la ruina del proyecto.

Comenzando por lo más grave, conviene recordar que este gobierno ha llegado al umbral del desprecio a la democracia. Puede sonar a exageración, pero no lo es. Ha dado sobradas muestras que confirman la sospecha. Por orden cronológico, la primera prueba la dio Sánchez a la hora de formar gobierno. No se puede acudir a quienes reniegan de España para poner en sus manos las herramientas que faciliten su ideario y, de esta forma, asegurarse su permanencia en el poder. La realidad ha demostrado que este gobierno no es de coalición sino de confrontación. El presidente sólo tiene autoridad sobre los ministros de su partido. Sus aliados no cumplen ninguna de las cosas que prometieron al tomar posesión de sus carteras (que, por cierto, fueron inventadas para poder colocar al porcentaje pactado): no acatan ni respetan la Constitución, no son leales al Rey porque no le reconocen como tal, se van de la lengua tras los consejos de ministros y manejan con habilidad el privilegio de ser indispensables para la estabilidad del gobierno, convencidos de que nadie se atreverá a enmendarlos la plana.

Más pruebas. Los trapicheos pactados para prestar el oportuno apoyo, a pesar de ser repetidamente negados - ¿cuántas veces quiere que se lo diga? -, han hecho su aparición ante el silencio de los medios de comunicación engrasados por el gobierno; a saber: traslado de los presos etarras al país vasco, con homenajes incluidos; indulto a los responsables del procés catalán; constante indolencia a la hora de defender a la Corona y la Constitución, etc.

Hablando de la Constitución, en ninguna democracia se admite que un gobierno haga la vista gorda a los constantes ataques a la suya o que se niegue a exigir el cumplimiento de lo que en ella se establece, así como de las sentencias dictadas por los distintos Tribunales. En España, lo estamos viendo.

Aquí se puede desafiar repetidamente al Tribunal Supremo si quien lo hace pertenece al gobierno de una comunidad que sostiene al gobierno, por muy independentista que sea.

Aquí se puede convocar una rueda de prensa excluyendo a los medios que no estén de acuerdo con la labor del gobierno.

Aquí se puede criticar –incluso ridiculizar- a la oposición, acusándola de desleal porque se niega a apoyar las leyes que vayan contra su ideario, por muy ofensivas que sean.

Aquí se puede contraatacar a los gobiernos autonómicos que demuestran ser más eficaces para que otros sigan en manos de inútiles.

Aquí se pueden repartir los fondos estatales favoreciendo a comunidades, organismos o particulares y negarse a dar explicaciones. Aquí cabe perfectamente la última acepción de Tocar fondo

Aquí se puede aprovechar el cargo oficial para perjudicar los intereses de la nación y mirar para otro lado desde la presidencia del gobierno.

Todas estas situaciones se están dando a diario y demuestran que el Estado, como tal, está tocando fondo sin que nadie lo remedie.

El poder legislativo es un mercado persa donde puedes vender tu mercancía, cuyo precio estará en consonancia con la demanda de cada momento. El poder ejecutivo es, en la actualidad, una hidra con dos cabezas y dos estómagos, con la particularidad de que esta especie sí que se muere al amputarle una cabeza. El poder judicial, creado para resolver los conflictos de los ciudadanos, por definición debe ser independiente y así lo refleja nuestra Constitución. A la hora de la verdad, a pesar de ser la tercera pata que sostiene a todo estado democrático y completar las fases de todo litigio, no siempre se admiten esos principios, máxime cuando la sentencia no nos favorece. Cuando repetimos el estribillo “Admito la sentencia, aunque no la comparto”, aun sabiendo internamente que es justa, estamos intentando presionar a los jueces o creyendo que pueden dejar de ser imparciales: ¿de quién depende la Fiscalía? ... pues eso.

Esta epidemia política es más española que la pandemia que se ha unido a nuestra desgracia. Esperemos que llegue una vacuna efectiva y sin contraindicaciones.

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