Viernes, 19 de abril de 2024
Volver Salamanca RTV al Día
Dando vueltas
X

Dando vueltas

Actualizado 27/01/2022 08:56
Álvaro Maguiño

El frío invernal va dejando sus primeros estragos. El sol es partícipe de la mentira de esta estación. Aunque salga, la luz tamizada llega con hastío vital al querer tocar todo lo que está muerto. No es esta luz algo brillante nacido en el este, es un pequeño reflejo en la escarcha en renqueante fusión. Yermo es el campo, yermas son también las ideas.

Cierto supermercado regalaba hace un mes unas flores de pascua. Yo, confiado en una propia habilidad inexistente, me convencí de que una de esas pobres plantas acumuladas y achicharradas debía tener un hueco en el salón. Ahí sigue recibiendo el sol y el agua. Aunque de cuidados no carece, el invierno hace de las suyas y la vuelve un ser que no conozco y que, por supuesto, no entiendo. Las hojas se arrugan, como si tiraran del hilo de una costura descosida, y caen intermitente en el plato que las recibe fríamente. El Internet omnipotente no me da una solución satisfactoria. Así, todo sigue muriendo igual y yo dando vueltas en un callejón sin salida.

La planta me recuerda a cierto ensayo que tengo que hacer para filosofía. Ya en vacaciones hice un primer borrador, el cual me provocó un terrible dolor de cabeza por tres días, de lo que sería el definitivo. Como yo ensayos no he hecho nunca, es normal que no estuviera bien elaborado. Lo que sí tenía y quería que se mantuviera intacto era el concepto en torno al que giraría todo. El hilo conductor que explicaba mi posición durante cuatro escasas páginas para un tema demasiado complicado era eso: una fusión bien intencionada de la que nacería algo diferente y que, a la vez, se alejara de la horrible terminología filosófica típica en la que debería moverme. La intención, más bien el fin último del ensayo (teleología, en términos filosóficos, supongo), no era dar a entender mi posición, sino crear algo bonito para mí. Aun así, mi opinión estaba explícita en cada párrafo. La semana pasada, la clase recibió las pautas para hacer un buen ensayo. En uno de los puntos que recogía, indicaba que algo similar a lo que había no era para nada recomendado. Por ello, hace unos días me planteé la posibilidad de cambiar todo el ensayo, pero manteniendo el hilo conductor-justamente lo no recomendado-. Porque yo soy tozudo y haberlo cambiado significaría no solo un atentado contra mí mismo, sino también un atentado con la verdadera intención del ensayo. Con esta premisa sobre la mesa, volví a recoger más información todavía para “refundamentar” las cuatro páginas de la discordia. Eliminé líneas que perdían su sentido con el nuevo objetivo, reestructuré un párrafo entero que ya me había dado problemas la primera vez y cambié el orden de alguno para “resignificar” y darle aún más coherencia a unas palabras que ya no la tenían. Y seguí buscando información mientras colapsaba todo. El primer borrador ya estaba herméticamente hecho para no admitir modificaciones grandes, ni para bien ni para mal. Esto era para dejar de comerme la cabeza y no perder el tiempo. Al incluir las modificaciones, surgieron más problemas que no puedo resolver en los que se mezclan dilemas filosóficos, teorías psicológicas y una desesperación sin propósito aparente. Es aquí cuando me he dado cuenta de que por algo hice una estructura primitiva tan horrible. Mientras escribo esto, el dichoso ensayo sigue sin admitir una modificación adicional, a pesar de seguir abierto hasta dentro de unos días. Y sigo dando vueltas en torno a sus ideas explícitas e implícitas, las cuales caen muertas como las hojas de mi flor de pascua. Sin embargo, el tallo sigue fuertemente erguido.

Al parecer, la solución para ambos (planta y ensayo) es la misma y siempre la he sabido: cortar por lo sano. Las rojísimas hojas siguen intactas, pero si quiero que la planta siga viviendo, debo podarla. Lo mismo con el ensayo, la solución es más radical, hay que cortarlo todo. Pero me niego a hacerlo. El yermo ensayo será enterrado cuando yo quiera, no se va a tocar ni una sola coma más.

La empresa Diario de Salamanca S.L, No nos hacemos responsables de ninguna de las informaciones, opiniones y conceptos que se emitan o publiquen, por los columnistas que en su sección de opinión realizan su intervención, así como de la imagen que los mismos envían.

Serán única y exclusivamente responsable el columnista que haga uso de nuestros servicios y enlaces.

La publicación por SALAMANCARTVALDIA de los artículos de opinión no implica la existencia de relación alguna entre nuestra empresa y columnista, como tampoco la aceptación y aprobación por nuestra parte de los contenidos, siendo su el interviniente el único responsable de los mismos.

En este sentido, si tiene conocimiento efectivo de la ilicitud de las opiniones o imágenes utilizadas por alguno de ellos, agradeceremos que nos lo comunique inmediatamente para que procedamos a deshabilitar el enlace de acceso a la misma.