Una voz contenida y casi mágica

El ruido de la dinámica política, de los procesos electorales, en una comunidad en la que, al parecer, las elecciones las van a ganar las vacas (¿dónde están las conciencias?), la atonía de una población que nada pide y a la que, por ello, nada se le ofrece…, todos esos ruidos estériles y moribundos de la atonía nos impiden proyectar la mirada hacia otros horizontes, más fértiles y en consonancia con ese fluir de la vida cuando se vuelve generador de humanismo y de cultura.

El pasado 18 de noviembre de 2021, fallecía el gran poeta portugués, al tiempo que discreto y retirado, António Osório, a la edad de ochenta y ocho años. Había nacido en Setúbal, en 1933. Un poeta insular, imposible de adscribir a grupo alguno. Un poeta cuya aparición, en el ámbito de la poesía portuguesa, fue tardía, ya que no se produjo hasta que, en 1972, publicó su libro La raíz afectuosa; pese a que, como sabemos, se iniciara en la escritura poética en los años cincuenta, el tiempo de su primera madurez.

De orígenes familiares gallegos e italianos, se ha dicho que, en su decir lírico, se encuentra la huella de determinados poetas italianos a los que leyó con una asimilación inteligente.

El primer libro suyo que adquiriéramos (¿en Oporto, en Coimbra?; creemos que en esta segunda ciudad) y leyéramos fue el titulado Ignorancia de la muerte (1978) y, a partir de ese momento, fuimos buscando sus libros, que no son muchos, pero siempre muy significativos.

Se ha dicho que la suya es una poesía de temática fundamentalmente amorosa. Ahí está, para advertírnoslo, el significativo título en esa dirección de uno de sus poemarios: El lugar del amor (1981).

Pero su poesía va más allá de esa temática amorosa que se le adjudica. Adopta António Osório una perspectiva humilde ante el papel de la poesía frente a la intensidad de lo real. Por ello, sin embargo, no adopta una actitud pesimista.

Para este poeta lo que está en juego una siempre repetida tentativa de “volver a entrar en el paraíso” y ello a través de una vía: persiguiendo el “concierto interior de la naturaleza”.

Y tal itinerario –esa búsqueda del paraíso a través de las melodías de la naturaleza– se expresa en la poesía de António Osório a través de una voz contenida y casi mágica. Una voz contemporánea y clásica a un tiempo. Una voz muy personal, en la que nos encontramos con no pocas asimilaciones, hechas propias, de una determinada poesía sur-europea, latina, mediterránea, que convierte el decir al tiempo en hondo y fluido y clásico.

Algunos de los títulos de António Osório, además de los que hemos indicado, son, por ejemplo, Décima Aurora (1982) o Casa de las simientes (2006); preferimos, en el último título, decir “simientes” y no “semillas”, porque el primero era el término que escuchábamos de niños.

En este último tiempo, se nos han ido significativos y amigos poetas portugueses: José Bento y Fernando Echevarría. Ahora –porque en nuestro país nadie se hizo eco de tal marcha– se incorpora a esa marcha definitiva otra voz ibérica y lírica muy importante: la de António Osório.

La muerte no nos ignora. Ay.