Tampoco este año, por culpa del virus, los perros y demás animales domésticos de nuestra ciudad podrán acudir a recibir la bendición de San Antón como cada 17 de enero, pero ¿estarán de acuerdo los perros? No lo sabemos, los perros piensan pero no hablan, pero si yo fuera perro, aunque respetando la decisión de quien la haya tomado porque nadie puede entender a quien le da por sentirse perro, estaría en total desacuerdo.
Vamos por la sexta ola de la pandemia y el número de contagiados se dispara todos los días. A pesar de la situación y aunque con mascarilla y otras precauciones que dependen más de la responsabilidad de cada persona que de las normativas oficiales, los dueños de los perros, como el resto de los ciudadanos, pueden ir a la iglesia si les apetece, de rebajas, de viaje… y hasta acudir a conciertos musicales donde se juntan cientos de personas sin más distancia de seguridad que los delgados brazos de una butaca, pero ellos, que durante el confinamiento estuvieron exentos de la prohibición porque ni contagiaban ni se contagiaban sin que nadie haya dicho lo contrario hasta ahora, hoy no pueden ir a recibir la bendición de San Antón aunque tuvieran que recibirla en plena calle. De todos modos los perros y demás animales domésticos no tienen que preocuparse, con bendición y sin bendición, San Antón está de su parte.
La noticia nos llegaba hace unos días: en breve, por ley, los perros españoles dejarán de ser cosas para convertirse en seres “sintientes”, con lo que jurídicamente, al menos, tendrán que ser tratados como los miembros de la familia menores de edad, algo que se llevaba tiempo reclamando para evitarles malos tratos.
Nada, salvo encomiar su conducta, hay que decir de los que aman a sus perros, los atienden, los protegen, y hasta se consideran en deuda con ellos porque son conscientes de que reciben de su parte más de lo que les dan. Pero no nos engañemos, existen las excepciones, y no son pocas. De unos años para acá, no entraré en las razones porque vuelvo a sentirme perro y nadie me entendería, se ha convertido en algo que da categoría social, prestigio, distinción y, o tienes perro, o no eres nadie. Para evitarnos esta “vergüenza” traen perros los Reyes Magos, perros se regalan por los cumpleaños, y son recibidos con alegría sí, pero pasada la ilusión, empiezan a estorbar en casa porque dan trabajo, roban tiempo y cuestan dinero. Todos sabemos de alguien que durante los meses de confinamiento se ferió un perro para poder salir a la calle con todas las de la ley, y en cuanto acabó el estado de alarma, desapareció el perro. Seguramente los perros que fueron utilizados para este fin pasaron a formar parte de la lista de abandonos que aumenta cada año en épocas de vacaciones.
Esto no acabo de inventarlo yo, que ya pienso como persona, lo dicen las protectoras de animales que llevan la cuenta y han sido las primeras en celebrar la noticia como la celebramos los que entendemos que ni las personas ni los animales tenemos que ser víctimas de abusos, humillaciones, torturas… y todo tipo de malos tratos.
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