Mons. José Luis Retana se desplazó a la villa ducal unos días antes de su inicio de ministerio en la Diócesis de Salamanca, para cumplir la tradición de anteriores prelados
La visita a las reliquias de la patrona de la Diócesis de Salamanca, Santa Teresa de Jesús, en Alba de Tormes, es habitual en los nuevos obispos que inician su ministerio. Está documentado desde hace siglos en los boletines diocesanos o en las actas capitulares que se conservan en el archivo de la Catedral.
Esta veneración ha tenido lugar en ocasiones, la misma mañana de la toma de posesión, o incluso, uno o dos días antes. De los once obispos salmantinos de los siglos XX y XXI, de siete de ellos está documentada su parada en Alba de Tormes previa a su celebración de la toma de posesión.
En el caso del último pastor de Salamanca, Mons. José Luis Retana, que inició su ministerio el 9 de enero, visitó el sepulcro unos días antes, el 6 de enero, día de la Epifanía. Según relata el párroco de Alba de Tormes, Emilio Vicente de Paz, “siguiendo una costumbre que han seguido muchos de los últimos obispos de Salamanca, que han entrado en la diócesis pasando por esta villa”.
También el prior de los Carmelitas Descalzos de Alba de Tormes, Miguel Ángel González, invitó a José Luis Retana a visitar el sepulcro de Santa Teresa cuando fue elegido Obispo de Salamanca. Durante la visita del obispo al sepulcro de Santa Teresa de Jesús el órgano de la iglesia de la anunciación, tocado por Jose Cervino, interpretó himnos teresianos. El obispo visitó la celda de la muerte de La Santa, el templo Conventual y al camarín alto del Sepulcro de Santa Teresa de Jesús.
Recorrido en la villa ducal
Este sacerdote recibió al prelado junto al diácono, Ciriaco García, y todos juntos se acercaron a la capilla del Monasterio de la Anunciación de las Madres Carmelitas Descalzas, “donde pudo hacer oración, primero ante el Santísimo Sacramento, y después, ante el sepulcro de Santa Teresa, patrona de la diócesis”, relata Vicente de Paz. El prior de los Carmelitas Descalzos, el P. Miguel Ángel, les acompañó en la visita, y fue explicando a Mons. José Luis Retana algunos de los lugares y objetos teresianos más importantes, “como la celda donde murió la Santa”, detalla el presbítero de Alba.
Una vez que terminó su oración, el pastor pudo saludar y conocer a las Madres Carmelitas en el locutorio del monasterio, y sobre las seis de la tarde, visitó la iglesia de San Pedro, donde encontró a los fieles que rezaban el rosario y la eucaristía, así como con el consejo pastoral y representantes de las comunidades religiosas de Alba: PP. Reparadores, las monjas benedictinas, franciscanas de la TOR Isabeles y las Hijas de la Caridad. Todos juntos en el templo rezaron la oración de vísperas, como indica Emilio Vicente.
En una de las primeras actas donde se recoge la entrada a Salamanca de un nuevo prelado por la villa ducal es la de Mons. Agustín Lorenzo Varela y Temas en 1825, y que quedó reflejada en una carta remitida al Cabildo:
Este tipo de información se suele encontrar en las actas capitulares y en la documentación epistolar, así como en los boletines de la diócesis que se publican desde el 5 de enero de 1854.
El obispo Mons. Julián de Diego Garcia Alcolea, que fue prelado entre 1913 y 1923, fue recibido en Alba antes de su entrada en la Diócesis de Salamanca, y así se menciona en el boletín que recoge la crónica de la llegada. Mons. Ángel Regueras, que tan solo fue prelado de Salamanca durante siete meses, a causa de su prematuro fallecimiento, visitó Alba de Tormes antes de llegar a la capital. Así se atestigua en la crónica de su inicio de ministerio. En concreto, se especifica que antes de llegar a la ciudad, “solamente había de detenerse con carácter oficial en Alba de Tormes, haciendo el viaje en automóvil desde Ávila”.
En esa misma se recoge que pasó el día en la villa ducal, en concreto, hasta las seis de la tarde que partía el tren a Salamanca. Según se relata, el pueblo albense esperaba al prelado desde la entrada del puente romano y hasta la iglesia de las Madres Carmelitas, “donde se veneran las reliquias de Santa Teresa, cuyo atrio interior estaba invadido de gente”. Al templo entró bajo palio, y después de besar el Lignum Crucis, con los acordes del órgano.
En este texto también se incluyen unas palabras del obispo sobre su visita a la villa ducal: “Es la antesala obligada y necesaria de los prelados, para entrar en la gran Salamanca, se ensancha el corazón, se eleva el alma y se fortalece el espíritu”.
La llegada de Frutos Valiente
En el año 1926, Mons. Francisco Frutos Valiente, prelado hasta 1933, también veneró a los restos de la Santa en Alba de Tormes. Un gesto que repitió Mons. Enrique Pla y Deniel en 1935, en cuyo boletín se registra que a las cinco de la tarde llegó a la villa de Alba de Tormes para venerar el sepulcro de Santa Teresa de Jesús, y señalan que “rendido este tributo a las insignes reliquias de la patrona de la diócesis, continuará su viaje a la capital”.
En ese mismo boletín, de 1935, se detallan unas instrucciones ante la llegada del obispo a la villa ducal: “En todos los pueblos situados junto a la carretera de Madrid y Alba, saldrán los respectivos párrocos, acompañados de las autoridades y los fieles, para hacerle objeto de sus homenajes y aclamaciones, además del repique de campanas”.
Mons. Francisco Barbado Viejo, que fue pastor de Salamanca entre 1943 y 1964, antes de llegar a Alba de Tormes para venerar el sepulcro de la Santa realizó una parada en Guijuelo, por ser el primer municipio en el límite de la diócesis. “Y una vez rendido el tributo a las insignes reliquias de la patrona de la diócesis, continuará su viaje a la capital”, recogen.
Otro de las visitas a Alba de las que existen testimonio por escrito es la de Mons. Mauro Rubio, recogido en sus memorias. “En aquellos tiempos, hace ahora algo más de 33 años, la entrada oficial del obispo en la diócesis iba precedida de un retiro espiritual de un día de duración, y yo lo hice en el convento de los PP. Reparadores de Alba de Tormes, pues así era la tradición en Salamanca”, subraya este prelado.