Este pasado miércoles, recibíamos una llamada de una emisora de radio que quería entrevistarnos –como, de hecho, así lo hizo–, con motivo de haber sido declarado Bien de Interés Cultural (de tipo inmaterial) el bordado popular y tradicional de la comarca salmantina de la Sierra de Francia, ya que, en el BOCYL de ese mismo día (12 de enero), aparecía la resolución de 3 de enero de 2022, de la Dirección General de Patrimonio Cultural, “por la que se incoa procedimiento para la declaración como bien de interés cultural de carácter inmaterial de “El bordado popular de la Sierra de Francia”.”
Es, desde luego, una buena noticia. Conocemos el bordado popular de la Sierra de Francia, nuestra comarca natal, desde niño y desde dentro. Lo hemos visto en las paredes de las salas de las casas, o sobre los bufetes, también en las bodas tal y como se celebraban en un pasado aún reciente, o en los momentos fúnebres, también en las fiestas, particularmente en la del Corpus Christi y la Asunción de La Alberca.
Esto es, lo hemos conocido vivo, cumpliendo esa función ritual y ceremonial a la que, tradicionalmente, ha estado destinado, tanto en espacios familiares íntimos, como en espacios públicos. Porque el bordado ha acompañado, en la Sierra de Francia, y aún lo sigue haciendo, sobre todo en los dos pueblos en los que está más vivo –La Alberca y Mogarraz–, las celebraciones festivas y los ritos de paso, así como los momentos especiales de la vida familiar.
Los motivos fitomorfos y zoomorfos que predominan en él, como leones, pájaras, peces, ramos, el árbol de la vida, etc., configuran espacios decorativos que tienen valores simbólicos de fecundidad, fertilidad, prosperidad, vinculación amorosa y celebración de la vida, pese a que también haya paños para momentos fúnebres, donde la policromía desaparece, para dar paso a tonos más sobrios y serios con tonalidades azuladas oscuras.
Las delanteras de cama, los paños de pared, de mesa y de ofrenda, las sábanas y colchas, las camisas de lienzo de mujer y de hombre, distintas prendas de la indumentaria femenina…, son piezas todas ellas en las que el bordado está presente.
A lo que hay que añadir esa deliciosa variedad de puntos, con nombres tan deliciosos como la espina del pez, el punto de ladrillo, el ojito entero y otros varios, ya que se trata de un bordado realizado a hilos contados, en antiguas telas de lino, o de lienzo, como se dice popularmente, entre las que sobresale la llamada tela de real.
Dos serían las grandes etapas del bordado: una de ellas sobria, realizada sobre el lienzo o el real con hilos de estambre y de lana, con encomiendas centrales y leves cenefas, con predominio del rojo, combinado con el azul y/o el verde; mientras que la otra, con hilos de seda multicolores, con predominio de los tonos asalmonados, habría desarrollado ya, con un verdadero “horror vacui”, toda esa iconografía que hemos señalado.
No podemos aquí, en este artículo, definir y caracterizar de modo consumado el bordado popular de la Sierra de Francia. Sí hay que relacionarlo, sin embargo, para comprenderlo bien –algo que no siempre se hace– con otros bordados populares españoles en torno al Sistema Central: los del norte de Cáceres, áreas abulenses de Gredos, bordados toledanos del área de lagartera, así como con los bordados segovianos. Y una candidatura conjunta de todos esos bordados, presentada coherentemente a la UNESCO, sí que podría, con el tiempo, obtener la distinción para estos bordados populares españoles de patrimonio de la humanidad como bienes de tipo inmaterial.
De momento, es bueno que se haya incoado expediente, por parte de la Junta, para ser declarado BIC de tipo inmaterial, pues es un patrimonio popular y campesino de una gran belleza, que ha acompañado la vida del ser humano en esta comarca salmantina tanto en sus fiestas como en sus ritos de paso.
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