Florencio del Niño Jesús, un fraile carmelita descalzo, natural de Santiago de la Puebla, resumió en verso aquellas jornadas teresianas de octubre del 1922
Manuel DIEGO SÁNCHEZ, carmelita
De entre la abundante literatura (discursos e intervenciones, crónicas, poesías…) que produjo aquella visita real a Salamanca y Alba de Tormes (6/8-10-1922), queremos dar a conocer la composición que escribe y firma en Alba de Tormes el poeta carmelita entonces más conocido y difundido, Florencio del Niño Jesús (1877-1939), que usaba el nombre literario de “Florián del Carmelo” para soslayar el problema de una publicidad exagerada a causa de la frecuencia de su firma en tantas revistas de su tiempo, sobre todo en aquellas carmelitanas. Sobre él publicamos hace años un estudio en el que se rehace su biografía tan singular y se registra además su múltiple bibliografía (“Archivum Bibliographicum Carmeli Teresiani”, 1995, nº 30).
El Padre Florencio (Joaquín Bautista Delgado) fue un salmantino universal, porque se movió siempre a nivel internacional (Cuba, USA, Palestina, Roma…) y desde sus años jóvenes cultivó la poesía, aunque su fama dentro y fuera de la Orden la debe a su trabajo de investigador histórico, pero siempre mediante una pluma brillante, que era entonces muy cotizada. Muy ligado a Alba de Tormes (desde niño), aquí hizo parte de su carrera sacerdotal, con el añadido de que tenía una prima monja en el convento carmelita de enfrente, la madre Candelas, hermana de los Flores Albarrán de Navales que luego emigrarían a Andújar y allí constituirían la famosa familia ganadera que todavía perdura. Pues Florencio era primo carnal de ellos, los cuales (empezando por el padre) sentían una profunda admiración por él debido a su prestigio y carrera internacional. La monja de Alba, en el tiempo de su estancia extranjera (Palestina y Roma), le tenía al tanto de lo que ocurría por Navales y Santiago de la Puebla, también del movimiento teresiano de Alba, y de cómo el árbol familiar iba creciendo y complicándose. Florencio, cuando pasaba por Alba, solía dejar constancia en el libro de firmas de peregrinos que estaba en la sacristía de las Madres, a veces incluso con alguna poesía, y siempre con una caligrafía muy cuidada que es inconfundible. Siendo fraile estudiante todavía, cuando le trasladan de Alba a Salamanca (1901), estampa en el citado álbum de firmas estas sentidas palabras: “Entre rejas de plata prisionero – ahí quedas Corazón del corazón. – ¡Nos vamos a apartar… mas, no; a tu reja – siempre estaré… Yo no te digo Adios!...- Fr. Florián del Carmelo Teresiano”.
Trabajó tanto desde Roma en el centenario teresiano 1922, y hasta pudo venir a España para los actos del doctorado “honoris causa” salmantino y de este modo fue un atento observador de cuanto ocurrió en aquellos días memorables. Tanto es así que envía crónicas a Italia de las fiestas salmantinas. Desde 1923 se afinca en España y aquí vive la última etapa de su vida, sufriendo en propia carne la tragedia de la guerra civil, en la cual tuvo ocasión de conocer y dirigir espiritualmente a la hoy santa Maravillas de Jesús cuando traslada el convento del Cerro de los Ángeles al Desierto de las Batuecas. Muere en Madrid justo en los días de la entrada de las tropas nacionales y en el final de la guerra civil (27-4-1939).
En Florencio era una reacción normal y frecuente el asumir los acontecimientos en forma poética. De ahí que la breve estancia real en Alba, recomponiendo lo que había visto esos días, le inspira para transmitir en verso las emociones que había sentido, pero centradas en la epopeya teresiana de haber sido ella en los actos académicos de eso días una “robadora de corazones” para tantos personajes, sobre todo, en el gesto insólito y espontáneo del beso real a su mano de la imagen procesional. De esta forma eleva a categoría poética lo que podía haberse juzgado un simple sucederse de acontecimientos protocolarios, y así la ocasión de Alba fue una vez más, la estrategia de salirse con la suya santa Teresa, ganándose el corazón de todos, incluso el de la pareja real. Y todo esto dicho como “en broma”, sí, pero con aire de haber sido una puesta en acto del arte de la seducción, más que un cumplido homenaje a su persona. Ahí dejamos la famosa poesía inspirada y escrita en Alba de Tormes en aquella ocasión.
TERESA, LA ROBADORA…
¡Y… va de broma!
Ayer recibiste el grado
De Doctora Salmantina;
Dicen que bien lo has ganado:
Mas, pienso que fue robado
Con arte muy peregrina.
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Ya conquistaste el diploma
Por tantos apetecido…
No bastan bulas de Roma
Para la blanca Paloma
Que en Alba tiene su nido.
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Tus títulos doctorales
Los firmaron manos reales
Con el Rector y el Ministro…
¡Tú siempre ostentas cabales
Tus partidas de registro!
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Y no contenta con eso
-Como Doctora de seso
Y mujer tan singular-,
Un birrete de buen peso
Supiste también robar.
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Pase el robo del birrete
De los cuarenta mil duros;
Pase el poner en un brete
A tanto y tanto ginete
Y escoltas de charros puros.
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Mas, dí, gentil Robadora:
¿Dónde aprendiste esas leyes
De conquista seductora?...
¡Eres máxima Doctora
En robar almas de reyes!
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Por eso a la Reina bella,
Que es de España hermosa estrella,
Tan lindamente has ganado,
Que, aceptó, con amor, ella,
Darte el birrete… robado.
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Pues al Rey robaste el seso
-Con ser tan hombre de peso-,
Que, al darte la pluma de oro,
Besó tu mano, ¡Aquel beso,
Fue otro robado tesoro!
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Si es verdad, Mujer divina,
Que con sólo una sardina
Se gana tu corazón,
Hoy, Doctora Salmantina,
Respóndeme a esta cuestión:
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Quien de sus reyes recibe,
Y de su pueblo a la par,
Ese don, que no se escribe,
Por muy bien que se concibe,
Y no se sabe expresar:
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¿Cómo pagará, si puede,
Tamaña deuda de amor?...
Pongo esta cuestión adrede;
Mas, ¡tu respuesta se quede
Ante el Trono del Señor!
Fr. Florián del Carmelo, C.D. Alba de Tormes, 9 de octubre de 1922