[?] hemos padecido un ataque sistemático a las prácticas culturales tanto públicas como tradicionales. El trabajo de distintos agentes culturales ?desde bibliotecarios a maestros pasando por libreros o traductores? ha sido tratado con desprecio desde distintos frentes como algo obsoleto, inútil o trivial. Durante años ha sido de buen tono hablar de medialabs, incubadoras de artistas emergentes, licencias libres, espacios de documentación o centros culturales "de nueva generación". No, en cambio, de bibliotecas, equipamientos municipales de proximidad, editoriales públicas, universidades o ateneos. O, más importante todavía, de las actividades extraescolares que muchas AMPA gestionan con eficacia, entusiasmo y poquísimos medios en los colegios públicos.
Entramos en el último tramo de la Feria Municipal del Libro, y puede que a algunos nos invada una cierta melancolía, fruto del lógico cansancio de tanta y estimulante propuesta libresca. Esta laxitud, a poco que nos dejemos llevar, nos inquiere sobre la suerte que correrán los libros que han estado dando la cara durante este tiempo, que han pasado por las manos curiosas de cientos de personas, adultos y jóvenes, que han sido ojeados y hojeados por miradas ávidas de conocer las historias que les daban cuerpo.
Lo cuento, porque en estos días he tenido ocasión de hablar con personas vinculadas con el mundo del libro, sobre la incidencia de las ferias del libro en la promoción/desarrollo/acercamiento de la lectura. Se dice que no son buenos tiempos para este y otros temas, pero uno se pregunta cuándo lo han sido; aunque quizá la pregunta pertinente sería qué debiéramos tener presente cuando hablamos de épocas o periodos bonancibles, y a qué nos referimos cuando hablamos de ellos: ¿a la publicación de libros?, ¿a los índices de lectura?, ¿a si una y otro van (siempre) unidos?
En todo caso, no es esto de lo que quería hablarles en este momento, siendo, como es, un debate fundamental que se trata habitualmente por los especialistas, pero que quizá convendría retomar también (y de continuo) desde espacios como las propias ferias del libro.
Y a eso voy, acercándome desde un ángulo que quizá ayude a no dejar en barbecho esta relación entre libro y lectura, que por su propia (o aparente) capilaridad, a menudo nos hacer caer en una obviedad quizá tramposa: si se publican libros, variados y abundantes, la consecuencia lógica es su lectura; y si, además, los sacamos a la calle? su exposición llevará al aumento de ventas y se leerán con mayor profusión.
Una de las preguntas que nos hacíamos hablando sobre estos encuentros librescos, era si su frecuentación llevaba indefectiblemente a la lectura: dábamos por hecho que aumentaban las ventas, otra cuestión diferente podía ser los títulos se compraban, y si eso tenía o no importancia, al igual que preguntarse si los libros nominados no se venderían de igual modo en las librerías. Estas disquisiciones nos trasladaban también la cuestión de quién publicitaba o hacía efectiva estas ventas: ¿eran las ferias o los medios de comunicación con el lógico concurso de las editoriales?
Pero tampoco es exactamente de esto de lo que les quería hablar, lo que ocurre es que las revueltas de pensar escribiendo te llevan a estas cosas. Así que?, ahí queda, para que podamos retomarlo en otro momento.
Yo a lo que he venía es?, no a hablar de mi libro, tampoco de los libros de otros, entre otras cosas porque ya lo hice la semana pasada. Quería fijar la atención sobre algo ocurrido en estos días de feria, y que pudiera llegar a ser un sugestivo marco de trabajo, que con el tiempo adquiriera un posible marbete (me niego a llamarle "marca", visto lo que hacen con ella) de lo que sería un nuevo enfoque para la feria del libro de nuestra ciudad.
No, no estoy pensando en ferias de corte global y mucho menos franquicias. Hablo (y la cosa surgió en el hilo de las conversaciones a las que ya he hecho mención) de que la feria pudiera ser el inicio y también el colofón de un programa de intervenciones que establezcan corrientes comunicativas entre las islas/espacios culturales que se generan en una ciudad, pongamos, durante todo el año, y que después se muestran y dan a conocer en este espacio ferial.
Lo de sumar la voz literaria de Teresa de Jesús, aprovechando aniversarios, junto a la de otras autoras que hemos escuchado en estos días, podría ser una muestra de lo que trato de exponer, y de ello algo se enunció en el artículo de la semana pasada.
Pero habría otro ejemplo sobre esto que estamos diciendo, que se concreta en ese espacio expositivo, titulado Leer la Ciencia, trufado de libros informativos, que se vincula, además, con la llamada Primavera Científica, organizada en otro espacio por los Servicios Culturales de la Universidad y que cuenta con la colaboración de una empresa de gestión cultural de la ciudad, A Mano Cultura. ¿De qué hablamos?: de concordancias, sinergias, corrientes culturales.
Por cierto, y creo que viene también al caso: mis felicitaciones a las Bibliotecas Municipales de Salamanca por romper con un lugar común muy extendido en estos encuentros feriales, que suelen relacionar, casi en exclusividad, la lectura con los libros de ficción, con la literatura, olvidando a la lectura de los llamados libros informativos, a la hora de ponderar la promoción de la lectura.
Ana Garralón, volcada desde hace tiempo en estos temas, y de quien les recomiendo su último libro Leer y saber. Los libros informativos para niños, lo explica de forma meridianamente clara:
[A todos] nos une nuestro interés en las prácticas lectoras de los niños y en la búsqueda de nuevas experiencias que nos ayuden en nuestro trabajo cotidiano. También, en mostrarles a los niños los grandes temas para formar ciudadanos comprometidos. En estos momentos, la lectura se encuentra en debate: los rápidos cambios que las prácticas lectoras están viviendo con una multiplicidad de formatos de lectura, y la variedad de textos que los niños tienen a su alrededor, obliga a la escuela y a aquellos que se dedican a la promoción de la lectura a hacer una reflexión sobre sus costumbres pedagógicas. Los libros informativos pueden apoyarnos en esta era de tanta información ayudando a los niños a controlar el foco de atención y poder transformar la información en conocimiento. Pero hay mucho más en estos libros: hay emoción, hay belleza y hay verdad, asuntos estos que solemos relacionar casi de manera exclusiva con la literatura.
Pero volvamos al asunto central del artículo, no estamos diciendo que estas correlaciones no se hayan llevado a cabo en ningún momento, el ejemplo, y hay alguno más, lo hemos visto en lo que acabo de contarles de la 35 Feria del Libro Municipal de Salamanca.
Lo que se propone es profundizar en esta línea, darle carta de naturaleza, de modo y manera que el ciudadano o visitante que se mueva por la feria se encuentre, junto a las novedades librescas del año, otras publicaciones y actividades que también hablen y compendien la temática o el hilo conductor sobre el que se ha decidido trabajar durante todo el tiempo establecido.
Actividades organizadas por otros colectivos, en otras plazas, junto nuevas propuestas y líneas de trabajo de cara a los meses venideros, vamos, hasta la próxima edición de la feria. Que no sean solo flor de un día, ni se ciñan exclusivamente a las jornadas que ocupan la feria. Eso sí, que funcionen en la feria como en un puerto donde recalan las propuestas trabajadas, y después de fondear, dándolas a conocer, se pueda estibar otra carga en bodega para el viaje que se inicia de nuevo.
No hablamos de añadirle valor ni excelencia a la feria, se trataría de darle (otro) sentido, otra carta/programa de navegación para que, parafraseando a Belén Gopegui, a través de esas corrientes circulantes que bordean las islas culturales de la ciudad, poder dar forma a un archipiélago con nombre propio.
Las imágenes que ilustran este artículo pertenecen al grandísimo autor Quint Buchholz.
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