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Crisis de identidad
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Crisis de identidad

Actualizado 04/01/2022 08:23
Anselmo Santos

Decía Don Camilo José Cela, Premio Nobel de Literatura: “En el reloj del escritor (Ver foto), suenan con más frecuencia las horas amargas, que los amables minutos de la alegría”.

A menor escala, pero con igual de entusiasmo César González Ruano, abundaba: “Morir consiste en ir perdiendo la costumbre de vivir”.

Y lo remataba Manuel Alcántara a sus noventa años de edad: “No es lo mismo vivir que durar”.

Y todo esto que os digo y escribo hoy es para darle sentido al titular crisis de identidad: “En la que existen periodos de tiempo en que una persona puede tener muchas dudas sobre si misma o sobre su existencia y que siempre suelen ir acompañadas de ansiedad, soledad, y mucho… mucho vacio”.

Normalmente, ello suele ocurrir durante la etapa de adolescencia, pero sobre todo cuando llegas a los cuarenta. Y no digamos nada, si ello ocurre los 87 cumplidos. ¡Por Dios diría nuestra buena amiga Mari Loli!

Entonces se acumulan las palabras sin orden ni concierto y en tropel… ¿De dónde vengo? ¿A dónde voy? ¿Estoy satisfecho? ¿Cuándo fui feliz la última vez? ¿Estoy considerado por los demás? ¿Tengo buenos amigos? (Ver foto) ¿He cumplido? ¿He sido lo que he querido? ¿Qué habrá en “el más allá?...

Posiblemente nunca se encuentren respuestas para tantas preguntas… ¡De ahí la CRISIS DE IDENTIDAD! Y tal vez habría que dedicar mucho tiempo en analizar todo ello. Para los adolescentes sería interesante el saber lo que quieren o esperan de la vida. Para los de 40 años o más, darle sentido. Pare los de 87… “morir consiste en ir perdiendo la costumbre de vivir”. ¡Se acaba el tiempo!

Y decía un buen amigo. “Si no se lleva un tratamiento adecuado de la situación; es posible que se produzca este desequilibrio de emociones; que puede llegar a interferir en la rutina diaria de cada una de las personas afectadas”. Y qué razón le asiste.

Sí. Ya sé que como en otras ocasiones; vais a recordarme y reprocharme mi pesimismo exagerado ¡pero es la realidad!... Y para liarlo un poco más; ya sabéis que en los escritos me gusta intercalar entre “lo serio” otros acontecimientos o sucedidos a mis amigos, conocidos o propios con más frecuencia; fruto de una larga actividad en Prensa, Radio, Televisión y en la vida misma.

Así que como-COROLARIO: “Proposición que no necesita prueba particular, sino que se deduce fácilmente de lo demostrado antes”. Os voy a contar…

Y sabido es que en una cena familiar de las de antaño, se “filtró” que al final de la misma ¡vendría el pollo! creando ilusión. Pero al final de la misma no salió el gallo deseado y bien cuidado con esmero y en excelente guiso. Y salió un pollo bastante flacucho para comerse las migas de pan que habían quedado sobre la mesa.

Estando una vez de caza con los amigos de cuadrilla, se nos acercó el señor Paco dueño de la finca iracundo y malhumorado. Yo le dije: ¡Señor Paco, que somos nosotros! Por lo que amainó y nos dijo que andaba buscando a los autores de él robo de uno de sus gallos hermosos del corral y que tenía preparado para enviárselo a sus hijos a la capital. Aclarado el entuerto ya anochecido nos acercamos hasta el pueblo para tomar un refrigerio e irnos a casa. Al entrar en el bar vimos como en un rincón apartado un grupo de mozos celebraban algo con gran jolgorio. Uno de ellos nos invito a probar de lo que comían… ¡que no era otra cosa que el gallo “perdido” del señor Paco-, divinamente condimentado y a fe que estaba para chuparse los dedos. Allí nos dieron la una, las dos y las tres. Y esta vez el pollo no salió a comerse las migas… de él gallo esmerado y bien cuidado y mejor condimentado del –señor Paco- ¡solamente quedaron los huesos!

Comenzamos con crisis de identidad, tema serio. Y hemos terminado como decía el gran Don Camilo José Cela en su cajón de desastre: “Aquí no se engaña a nadie; este espacio es vario y bullidor, abigarrado y con poca afición al orden y menos al concierto”. Pues eso.

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