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Pasar hoja
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Pasar hoja

Actualizado 02/01/2022 11:35
José Luis Puerto

Tanto el tiempo como el espacio son continuos. No están cortados ni divididos en segmentos de ningún tipo, pese a que nosotros, debido a esa necesidad estructuradora de todo que tiene nuestra especie, dividamos y articulemos tanto uno como otro.

Y, así, configuramos horarios y calendarios, para articular el tiempo. O dividimos el espacio y trazamos fronteras, vallas, paredes, muros, con el fin de apropiarnos del espacio y sentirlo nuestro. Pero ir por estas vías nos conduciría a adentrarnos en cuestiones antropológicas, históricas, geográficas o relativas a culturas y civilizaciones. Itinerarios, por lo demás, no poco fascinantes.

Estas reflexiones preliminares surgen ante un nuevo año recién estrenado. Nada hay de especial en el transcurso de un año a otro; los minutos se deslizan de idéntica manera. Pero, cuando seguimos un calendario, como es el solar, instituido en nuestra civilización por Julio César, para tener conciencia del cambio de un año a otro, celebramos un rito de paso cronológico.

Y, entonces, ya aparece la cultura, como articulación colectiva que toda sociedad crea para marcar todo tipo de acontecimientos de su existir en común. Y, dentro de esa cultura, para subrayar ese transcurso de un año a otro, nos excitamos, tomamos uvas, brindamos con champán o cava o con otro licor… y, a través de todo ese tipo de signos, en el fondo, nos vinculamos.

Porque el ser humano es un ser social, es un ser que necesita de los otros. Y todo aquello que está a nuestro alcance y que forma parte de nuestro existir diario: farmacia, supermercado, biblioteca, centro sanitario o educativo, pabellón deportivo, carril bici…, todo aquello con lo que nos cruzamos a diario forma una suerte de ‘puzzle’ y, si de tal ‘puzzle’ quitamos o suprimimos alguna pieza, el todo se nos va quedando sin sentido.

Y eso llevémoslo al terreno de lo psíquico y de lo inmaterial: los afectos, los vínculos familiares, amistosos, amorosos, las relaciones laborales…. Nos ocurre lo mismo.

De ahí que cada pieza que configura esos territorios físico y psíquico a los que pertenecemos sea tan importante y, para que funcionemos, hayan de encajar adecuadamente.

Ahora acabamos de pasar una hoja de nuestro existir. Nunca sabremos cuál es la última de ellas. El tiempo es un misterio. Lo mismo que otras dimensiones que nos atañen.

Y vamos a ir escribiendo, vamos a ir trazando, a medida que pasen los días, esas líneas de nuestro existir, en un relato que se va articulando a medida que el tiempo transcurre; un relato que nos leen los demás, todos aquellos con quienes convivimos.

Y la suma de todos los relatos, del relato de cada uno, como piezas de un mismo ‘puzzle’, van articulando ese relato que nuestra especie traza en el tiempo, un relato del que todos formamos parte.

Sigamos escribiendo. Sigamos trazando líneas. Sigamos, pues, viviendo. Con todos los demás, que nos necesitan y a los que necesitamos.

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