“Aunque en general la mayoría de las personas aceptan el paso del tiempo; hay otras a las que le cuesta más el asumirlo y no lo llevan nada bien. Y hay afortunadamente una minoría, que tienen un miedo emocional enorme a envejecer. Ello tiene un nombre, que no suena nada agradable”. GERASCOFOBIA.
A lo largo de un periplo haciendo Entrevistas en prensa, radio y televisión, me topé con muchas personas mayores que nunca dejaron de sorprenderme, pero también agradezco leer a colegas cuando “tocan” estos temas sobre las personas mayores. Tal es el caso cuando leo en una entrevista lo que cuenta una mujer mayor, singular y muy conocida a la que la gusta llamar… ¡al pan, pan y al vino, vino! Ella es la señora mayor que “borda” su papel en la serie televisiva de Cuéntame: María Galiana, 86 años de edad. Que cuando la preguntan: ¿Tiene usted algún deseo pendiente de cumplir? Contesta sin reparos: “Tengo deseos que no se lograron por cosas, o por torpeza, o por circunstancias personales. No se dieron bien en su momento. No son remordimientos, pero siempre queda la nostalgia de algo que debimos hacer… y no hicimos. Me pasa cuando pienso en mi madre, mi padre y mi marido. Ello se crece más, cuando se llega a mi edad; hay deseos incumplidos y que si uno volviese a nacer, no tropezaría dos veces en la misma piedra y haría las cosas de otra manera”.
Aquí, quien esto escribe, tiene que reconocer esta verdad manifestada por la gran maestra de la escena María Galiana, “quizás haríamos las cosas de otra manera”; respecto a nuestra manera de comportarnos como lo hicimos con nuestros progenitores, familiares, amigos y desconocidos. ¡Qué gran verdad-María-¡ Pero lo triste es; que para reconocerlo se tenga que llegar a tener una avanzada edad… para asumir aquel tremendo error.
Hace ya muchos años, le hice una entrevista personal a una persona mayor, singular y muy conocida en Salamanca: “Las fichas del domino continuaban chocando sobre la mesa de mármol del clásico velador, cuando me despido de Sandalio Alonso Bullón, con él que he estado paseando, mientras charlábamos, por la calle de La Rúa después de haber pasado por la Plaza Mayor salmantina. Era el año 21 de febrero de 1983… ¡Lo que ha llovido! y aún no ha “escampao”. Parece que fuera ayer.
Ni que decir tiene que fue una verdadera delicia el ir paseando junto a Sandalio por aquella Salamanca y aquellas calles de tantos recuerdos, pateadas en miles de veces y habitado en dos domicilios de La Rúa Mayor (Ver foto de José Antonio Vicente), durante tiempo. Estudié en el Instituto y en la Plaza de Anaya inicié Derecho. En la Plaza Mayor (Ver foto), di miles de vueltas “a la contra” las mujeres por un lado y los hombres… por el otro. Hoy continúo transitando por ella casi todos los días.
Terminado el paseo volvimos a recalar en el feudo de Santiago, el bar “Los Limoneros” de su propiedad, donde me invitó a tomar algo. Eso sí, antes de volver a reanudar nuestra conversación desgranando su dilatada y fructífera vida, me susurró: “Ponte por el lado del oído bueno, ya que el otro me lo dejó “hecho polvo” aquella maldita bomba que cayó en la calle Placentinos en el 36”…
Y me contó Sandalio una historia que le ocurrió junto a sus amigos cazadores en una finca “La Pajarilla” de Ávila. Se quedaban a dormir siempre al terminar la jornada de caza y él era encargado de prepara el café de puchero en la lumbre de leña, después de la copiosa cena… ¡qué café más bueno! En la reunión estaba también un abuelete del lugar, que repitió tomándose dos tazas grandes del rico brebaje. Me cuenta Sandalio, picarón y bullanguero, que en una posterior visita a la misma finca, estaba presente el “abuelete”. Al ir a preparar el café, se le acercó sigiloso y le espetó: “Sandalito” a mí no me des el café hoy”. Y entonces le preguntó ¿Es, que no le gustó a usted mi café? Y el buen hombre replicó apenado: “No es eso hijo… no es eso”. Lo que pasa, es que la vez anterior me desveló. Y mi mujer lo agradeció mucho, ya me entiendes… ¡Pero ahora ya no estoy para esos trotes!
Y para terminar hoy este último artículo del año quisiera contaros brevemente algo sobre una mujer singular, que no es artista, pero también es muy grande. Ella es Martina Blanco Martín, que nació el -22 de enero de 1932 en el pueblo salmantino de Canillas de Abajo en el seno de una familia humilde.
Hoy solamente diré que casi a sus noventa años de edad anda inmersa en la escritura de un libro de poemas que publicará muy pronto. Cuando ello ocurra, prometo dedicarla, pues lo merece, una opinión íntegra para ella. Escribiré largamente de ella y su libro reflejo de toda su larga vida. De esta gran mujer con alma de rapsoda. Pues eso.
(Hoy comenzamos escribiendo de lo divino, con María, pasamos a lo humano con Sandalio y volvimos a lo divino con Martina. El año-2021 termina también con más pena que gloria. El joven2022 se inicia con negros augurios. Veremos lo que nos depara a cada uno el destino. Mis mejores deseos para todos vosotros y … ¡GRACIAS!).
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