Pronunciado en la iglesia de San Pedro el pasado jueves 23 de diciembre
Buenas tardes a todos y todas:
Hoy es un día especial para nuestros coros, un hermoso día para Kyria y para nuestro coro de niños de la Escuela Municipal de Música, ya que tenemos la suerte y el placer de anunciar la Navidad del año 2021, aquí en nuestro pueblo, en Alba de Tormes.
Queremos expresar nuestro emocionado agradecimiento a la corporación municipal que pensó en nosotras para este tradicional acto.
Gracias Conchi, por ser además la portadora de la buena noticia.
Gracias al Padre Emilio, que nos acoge generosamente en su casa y nos distingue también al considerarnos para inaugurar la iglesia parroquial de San Pedro Apóstol, que hoy reabre sus puertas tras las obras de restauración realizadas en este templo.
Gracias a Don Florentino Gutiérrez, Vicario General, y gracias en general a todos los asistentes que hoy nos acompañáis.
No quiero dejar pasar la ocasión de hacer una mención muy sentida a todos aquellos que, de una u otra manera, han sufrido y aún siguen sufriendo las consecuencias de la pandemia. Nuestro cariño y apoyo a las víctimas y sus familiares y nuestro reconocimiento a los que dedicaron y siguen dedicando su tiempo y esfuerzo a ayudarles.
Quiero agradecer también su entusiasmo a mis niños del coro, a quienes, a pesar de su temprana edad, tanta pasión les inspira el canto y quienes hacen que las tardes cantarinas de los viernes sean divertidas y maravillosas. Estaréis de acuerdo conmigo en que no puede haber mejor mensajero de la Navidad que un pequeño cantor entregado a sus villancicos.
Y por último quiero expresar mi agradecimiento a mi querido, queridísimo coro Kyria, que a base de tesón y valentía ha convertido el modesto proyecto musical que nació en nuestra escuela en un proyecto de vida, amistad, convivencia, y amor por la música.
Gracias a todas vuestras voces, que son las que hoy y aquí embellecen este Pregón Navideño.
Y a todo Alba de Tormes, os deseamos unas Felices Navidades y nuestros mejores deseos para el año venidero.
Para este momento hemos querido traeros un cuento, hemos querido evocar un clásico de la Navidad, con una protagonista diferente. Nuestra historia, inspirada en el cuento de Dickens habla de una Navidad que con sus destellos brilla como un espejo en el corazón de una niña llamada Miriam, con sus ocho primaveras y sus ocho Navidades...
NAVIDAD PASADA
Apreté con fuerza la mano de mi madre mientras caminábamos hacia el Patio Chico para ver el espectáculo de luces que se proyectaba en la fachada de la Catedral. Como cada año en estas fechas, el espíritu navideño empezaba a alegrar nuestros días. La calle se veía animada, se respiraba la Navidad.
Al Son Tiruliruliru
Las luces navideñas que estaban en lo alto, se reflejaban sobre el adoquinado que pisábamos, ligeramente mojado por la fina lluvia de hacía un rato.
El pavimento resultaba demasiado tentador para no comenzar uno de mis juegos favoritos:
- “mamá, no puedes pisar las rayas, ¿vale?, venga, mamá, que las estás pisando todas, fíjate un poco, mira cómo lo hago yo”
Con un impulso fuerte traté de llegar hasta el centro de la siguiente cuadrícula
- “Miriam, no te separes de mí, que hay mucha gente”
- Que sí, mamá, que voy a tu ladito, no te preocupes.
La que me preocupé poco después fui yo, cuando llegamos al recinto acotado del Patio Chico y nos separaron a mamá y a mí y nos pusieron exactamente a un metro y medio de distancia, en un número dentro de una de esas cuadrículas que antes me habían divertido tanto. Ahora ya no me divertían nada. Lo llamaban distancia de seguridad. ¿Cómo podían llamarlo así y me situaban tan lejos de mi madre?
Ahora sentía las manos frías. Menos mal que pronto sonaron unas campanas y la fachada cobró vida.
* Gabón
No se me olvidará el cuento que escuchamos ese día. El título de la historia era: ¿Dónde está la Navidad? Los habitantes de una ciudad habían conseguido recuperar la Navidad gracias a la empatía, cooperación, solidaridad y confianza en los demás.
Cuando estaba a punto de terminar apareció la silueta luminosa y bien definida del Belén: María, José, El Niño Jesús, la Estrella de Belén.
* Blanco es el Niño
Mis ojos repasaron cada una de las figuras que tan bien conocía, y se detuvieron en la Virgen. Me preguntaba cómo era posible que una silueta, un trazo pudiera convertirse en un perfil tan dulce.
No sé qué fuerza tuvo en mí aquella imagen que me volví repentinamente hacia atrás, donde estaba mi madre, y fui corriendo a abrazarla con todas mis fuerzas:
“Mamá, te quiero mucho”
“y yo a ti, Miriam, con toda mi alma”
Volvimos charlando animadas y emocionadas con aquel cuento que habíamos disfrutado. Íbamos a contracorriente, así que me entretenía curioseando un montón de rostros multicolores...
“Mamá, qué pena que no podamos vernos las caras. Todos los amigos que he conocido este año no sé en realidad cómo son, sólo conozco sus ojos”
“Pero los ojos, Miriam, dicen mucho de una persona. Incluso hemos aprendido a sonreír con los ojos, ¿o no?, antes no sabíamos...”
“Y tampoco nos entendemos bien, mamá, en clase los profes muchas veces no consiguen oír bien nuestras respuestas”
“Hay otras formas de decir las cosas, chiqui, ¿te has fijado en los dibujos y diseños de las mascarillas?, con ellas también nos comunicamos. Yo creo que sus dibujos revelan deseos y pensamientos que están en nuestra cabeza.
En ese momento pasó un niño con una mascarilla muy original...era una pizarra del cole, llenita, pero llenita de cuentas de matemáticas.
“Imposible, mamá, tú crees que ese niño puede desear las mates?
“ Sin duda el día de mañana será astrofísico, seguro!!!”
“Mamá, la mayoría llevan mascarillas azules”
“Claro, azules como el cielo, Miriam.”
“¿Y el abuelo? El abuelo las lleva negras…!!!
“Como el espacio profundo, ya sabes lo que le gusta al abuelo salir a observar galaxias en las noches despejadas…”
A lo mejor mi madre tenía razón y no era tan aleatorio la mascarilla elegida por cada uno de los caminantes. Mamá era muy sabia, pero mucho.
A medida que recorríamos calles, la iluminación iba siendo más tenue y se veía menos gente pasar. Nos alejábamos del centro, del bullicio, se fueron apagando las voces hasta que pudimos escuchar las nuestras, y un momento después tan sólo el silencio y nuestros propios pasos.
Al doblar una esquina una luz oblicua me obligó a mirar hacia mi madre, pero la penumbra me impedía verla, veía su sombra crecida y esto me dejó asombrada, casi sin respiración. En la pared de piedra podía ver a una niña, una niña como yo, de la mano de una mujer de dulce silueta vestida con larga túnica y un envolvente velo. En mi estupor necesité llamar a mi madre por su nombre, para sentir no solo su mano, también su identidad, para confirmar que era ella quien me llevaba, pero el pavor me jugó una mala pasada, y me impidió recordar su nombre…
* Mazapán con miel
NAVIDAD PRESENTE
- “Miriam, venga, date prisa con la maleta, que nos marchamos ya para Nazaré”
¡Qué emoción irnos todos de viaje!
- “Mamá, ¿cuánto queda para llegar a Nazaré?”
- “Miriam, acabamos de salir, ¡¡¡nos queda todo el camino!!!”
Durante el viaje mamá me contó que Nazaret, además de ser la consabida ciudad de Galilea donde el arcángel Gabriel anunció a la Virgen que de su vientre nacería el Niño Jesús, es una ciudad de Portugal.
- “¿En Nazaret vivía la Virgen María?”
- “Sí, allí vivía”
- “¿Pero solita?”
- “No hombre, con sus papás, como tú. Joaquín y Ana se llamaban”
- “Pero no va a ser una casualidad que los dos sitios se llamen igual…”
- “No, no es ninguna casualidad. Había una Virgencita en la Nazaret de Galilea, una talla de madera de María amamantando a su bebé que tenía fama de muy milagrosa, y a la que se tenía una enorme devoción en aquella época. Por el riesgo de ser perdida entre tantas invasiones hizo un larguísimo viaje, hasta un monasterio de Mérida, y de allí tiempo después, hasta una cueva muy bien escondida en un acantilado al borde del océano Atlántico.”
- “¿y quién dices que la llevó hasta la cueva?”
- “El Rey cristiano Don Rodrigo, para que nada malo pudiera sucederle en manos extrañas, para protegerla. Muchísimo tiempo después, ya en otra época, un caballero distinguido de la villa, Don Fuas Roupinho, que salió a cazar junto al mar, se vio envuelto por una densa niebla que todo lo cubría, y que le impedía ver nada de lo que tenía delante. El miedo le acechó y tan agobiado se sintió que gritó desde su montura: “Señora, ayudadme”, y repentinamente su caballo frenó de golpe al borde del precipicio.
Entonces el caballero, que era conocedor de la existencia de aquella Virgencita, mandó construir una capilla para Ella encima de aquel acantilado en el que pudo haber perdido la vida, y en el que fue milagrosamente salvado.
Con el paso de los años eran tantísimos los peregrinos que la visitaban y honraban que el rey portugués Don Fernando definitivamente ordenó levantar un Santuario, que es el que visitaremos muy pronto, si tienes un poquito de paciencia.”
Y la tuve. La subida en el funicular fue espectacular y excitante. Daba un poco de cosquillas en el estómago, pero el paisaje era increíble.
Mientras subíamos, mis pensamientos volaron muy lejos, a otras épocas en las que una Virgencita humilde de la Nazaret de Galilea recibía sorprendida la noticia del nacimiento de su hijo por un ángel, que seguramente llegaría volando, como todos los ángeles. ¡Cómo me gustaría ver un ángel! Pensé, y enseguida recordé a Don Rodrigo, al que seguramente también acompañaría un ángel en su arriesgado camino, incansable en su galopada vigorosa, para cuidar de su Virgen, para proteger su fe.
El recuerdo de la Navidad pasada y aquel cuento del pueblo que recuperó la Navidad proyectó en mi mente una imagen grandiosa y poderosísima: “si yo tuviera que defender la Navidad, también galoparía sin descanso con mi melena al viento como Mérida, claro que sí, también lo haría, para llevarla hasta el océano Atlántico o adonde hiciera falta, para que todos tuvieran Navidad, la Navidad soñada por mí, la Navidad que comparten Nazaret de Galilea y Nazaré de Portugal, a miles de kilómetros una de la otra, tan lejos en el mapa y tan cerca de espíritu.
El funicular frenó con un golpe seco. Parecía que colgáramos sobre el vacío, así que salí tan rápido como pude de la cabina. Y a la salida, allí mismo, un precioso Belén, enorme, con muchísimas ovejitas salpicadas por las lomas y las riberas de los riachuelos.
*Corre corre al Portalico
Me quedé inmóvil mirando maravillada cada una de las figuritas del Belén, los aldeanos ocupados en sus muy variados oficios, los panaderos, artesanos, los muchos pastores y también los Reyes Magos de camino al portal, donde el Niño Jesús dormía acurrucadito en un pesebre en aquella fría noche. Y pensé en mi Virgencita de Nazaré amamantando tiernamente a su hijo.
* Esta noche nace el Niño
* Ronda Navideña
Al darme la vuelta para salir me encontré con una desagradable sorpresa...mamá había desaparecido. Seguramente iba charlando y no se dio cuenta de que ya no la seguía. Al ver mi cara de susto una abuelita se acercó a mí:
- “Fica descansada, cómo é que se chama a tua mae?” (Tranquila, ¿cómo se llama tu mamá?)
Mientras sentía la impotencia de no poder responder a su pregunta, la sonriente cara de mamá asomó por debajo de la puerta de acceso al elevador.
- “¡ Miriam, que te despistas!”, con aquella sonrisa olvidé por completo el susto…
* En el Portal
NAVIDAD FUTURA
Me desperté sintiendo un leve roce, una presencia, apenas una vibración como el suspiro de un ángel. He viajado muy lejos, allí donde la realidad se hacía sueño, y el sueño se volvía realidad.
A pesar de la confusión estaba feliz, ¿habré soñado con el cielo? Una vez mi madre me dijo que había soñado con él. Me habló de un jardín de exuberante belleza y aromas embriagadores donde cada rincón frondoso era un poema susurrado al oído. El tiempo se dilataba en él, cada momento era una eternidad y cada segundo tenía sentido.
- “¿Sira, qué hora es?”
- “Son las diez y cuarenta y dos de la mañana. Que pases una buena mañana.”
Siempre que Sira se comunicaba conmigo, unos pequeños destellos de luz verde acompasaban su respuesta.
Recuperando poco a poco cada uno de mis sentidos comencé a escuchar a lo lejos una melodía una y mil veces cantada en Navidad y la empecé a tararear entreabriendo los ojos. ¡Debajo de mi ventana estaba cantando un pequeño coro de niños! Era una suerte vivir en el centro de la ciudad. Abrí las dos hojas de la ventana, y me asomé para escucharles mejor:
* Los Peces en el Río
- “¡Qué bien cantáis! Seguro que alguno de vosotros seréis cantantes cuando seáis mayores.”
- Sara: “Sí, yo quiero ser cantante, a mí me encanta cantar”
- Vega: “Bueno, yo más bien quiero ser profesora”
- Daniel: “y yo quiero ser futbolista”
- América:“yo aún no sé lo que voy a hacer cuando sea mayor, es pronto para saberlo”
- “Bueno, normal, aún tenéis muchos años por delante para poder decidirlo.”
¡Qué pregunta tan difícil de responder para un niño! Y es la que más frecuentemente les hacemos.
Yo cuando era pequeña no tenía ni idea de lo que quería hacer en el futuro, no sabía en qué querría trabajar, me gustaban muchas cosas, y ninguna en concreto. Pero ya debía apuntar maneras, porque mi tía me llamaba siempre “la pequeña filósofa”. Y aquí estoy, estudiando Metafísica, Antropología, Ética, Bioética , Estética, y unas cuantas asignaturas más…
Cuando parecía que la filosofía estaba irremediablemente perdida para el mundo, resulta que ahora somos más necesarios que nunca.
Las tecnológicas nos necesitan, quién nos lo iba a decir. Somos el Santo Grial de la robótica. Los robots pueden proporcionarnos cualquier información al instante, pueden interactuar con nosotros, con muchos de nosotros al mismo tiempo, ¡y en distintos idiomas!, pueden suplantarnos en muchos de nuestros trabajos, escriben artículos, contestan entrevistas, pero resulta que los gurús de la tecnología necesitan saber qué es lo que al hombre le hace hombre, porqué un robot no puede hacer un juicio de valor, porqué no sabe distinguir el bien del mal, ni lo bello de lo feo. Los tecnólogos no saben qué es ni dónde reside el alma, y se vuelven locos buscando el sentido de la vida, la esencia del ser humano.
La inteligencia artificial necesita inteligencia emocional.¡qué gigante contrasentido!
Yo les diría que a un sistema operativo jamás le hará feliz volver a casa por Navidad, como decía aquel viejo anuncio que le gustaba a mi madre, y que alguna vez cantamos en el coro.
Porque yo canto en un coro, no sé si ya os lo había dicho...
...camino de la Iglesia donde haremos nuestro tradicional Concierto de Villancicos, voy en compañía de mi madre, soprano y contralto, con ganas de envolvernos en esa comunión de voces donde encontramos nuestro rinconcito de paz, donde el tiempo corre más lento, como en aquel jardín celestial, y la música es encuentro y alegría. Mientras cantamos miro a mi madre y llega a mí la certeza de su nombre, casi como una revelación.
Y en este instante comprendo porqué, en aquel onírico viaje a mis bellas Navidades de niña, era incapaz de recordarlo. Porque su nombre era inmenso, en él cabía el mundo entero, era futuro y renacimiento a la vez, amor y entrega, confianza y amparo.
Su nombre es Esperanza, y en ella seguiré mi viaje y mis días, y será la luz que alumbre un mundo mejor.
¡Feliz Navidad!
* Noche de Paz