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De Navidad
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De Navidad

Actualizado 24/12/2021 10:35
Mercedes Sánchez

Que me gusta la Navidad lo sabe todo el mundo, tanto quienes me conocéis personalmente como quienes me leéis. Me encantan la mayoría de las tradiciones navideñas, todo lo que implica el aroma que rodea estas fechas. Los encuentros. Las luces. Los villancicos populares, los de toda la vida y los más modernos. Las decoraciones. Los regalos. Los belenes, con qué primor montados, el mundo antiguo en miniatura, qué preciosidad. Las comidas de siempre y las nuevas ideas, los dulces típicos, los mensajes de PAZ, las tarjetas navideñas que me llegan y que envío, que amorosamente colecciono, benditos buzones, cuántos deseos desprenden, cuántos besos esparcen… También los papeles de envolver. Bueno, de éstos me gustan todos, sean de esta época o no, con sus colores, sus dibujos, sus cintas y adornos, sus dedicatorias… y por supuesto el contenido del paquete, pero muy especialmente esa emoción nerviosa que me inunda tiempo antes esperándolo, incluso en el mismo instante de abrirlo en el que, por mucho que disimule por fuera, siempre hay un duende saltando dentro del corazón, y el tiempo, que son tan sólo unos segundos, se convierte (eso parece) en algo interminable hasta que descubro el objeto.

Navidad son días de maletas, de trenes y aviones, de atascos infinitos llenos de ilusión, de conexiones virtuales, de camas que se abren o se cierran, de comidas (y cenas) copiosas, pero sobre todo de sobremesas largas, de esas que se dibujan sin prisa, a gusto de los contertulios, y en las que los temas nunca se acaban, qué disfrute…

También son fechas para el recuerdo de los que, por algún motivo, sin poder estar físicamente, están tan presentes a pesar de todo. Y, además, es tiempo de echar de menos a quienes forman parte de nosotros porque tuvimos la suerte de compartir con ellos un recorrido, a veces tan amplio y duradero (aunque siempre nos resulte tan increíblemente corto). Y es que hay hilos que nunca se cortan ni con la distancia, y otros que tampoco se desvanecen porque se convierten en estrellas que forman pequeñas constelaciones que llevan sus nombres, apodos cariñosos, frases hechas, pequeñas manías, muchas anécdotas y aprendizajes, caricias de manos amorosas… Todo eso se coloca, día a día, vida a vida, y acaba brillando en el centro del cielo, para siempre.

Lo mejor de la Navidad es que algo pequeño, lo más sencillo, es siempre lo más valioso. Lo que no cuesta nada pero es más preciado. El cariño, los abrazos que a la fuerza guardamos de momento, las miradas del encuentro que nos envuelven como el bello papel de un obsequio y nos hacen sentir que todos somos como un pequeño premio, un pequeño presente lleno de amor dispuesto a entregarse en el detalle…

Los pajes de los Magos adelantan su llegada. Dejan a este periódico un nuevo aspecto. A mí me traen un regalo que es un placer exquisito que me llena de alegría. Y es sentarme un rato contigo, en estas fechas, en el salón de tu casa, para celebrar que llevamos juntos 191 artículos.

¡FELIZ NAVIDAD!

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