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“Conozco mis debilidades y me cuestiono mucho cómo afrontar la tarea que tengo por delante”
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MONS. JOSÉ LUIS RETANA, NUEVO OBISPO DE SALAMANCA Y DE CIUDAD RODRIGO

“Conozco mis debilidades y me cuestiono mucho cómo afrontar la tarea que tengo por delante”

Actualizado 20/12/2021 08:39

Recibe a SALAMANCArtv ALDÍA en el Palacio Episcopal de Plasencia y desgrana sus sensaciones ante este nuevo reto: “El Señor me lo ha pedido y yo creo que siempre he sido muy obediente”

Son las doce menos cinco y SALAMANCArtv ALDÍA llega al Palacio Episcopal de Plasencia. Por el camino, un día gris y lluvioso. Frente al Palacio, los exteriores de la Catedral están en obras (en las que no se ha gastado, apostillará Mons. Retana en nuestra conversación inicial, un céntimo más de lo previsto).

En el patio del Palacio ya está montado el Belén, y varios turistas lo contemplan y fotografían el interior de esta joya arquitectónica del siglo XV que forma parte del conjunto de la Catedral.

A falta de dos minutos para las 12 del mediodía, una campana anuncia el rezo del Ángelus. Los trabajadores de la Curia y el Obispo dejan sus quehaceres y se dirigen al Patio. Una fiel costumbre diaria. Terminado el breve rezo, D. José Luis conversa con los trabajadores, se le presume atento. Subimos a sus dependencias, acomoda la sala y se sienta. Se le ve relajado y sonriente, y en la conversación denotará un tono afable y cercano que de por sí dice mucho a su favor. No rehúye las preguntas, y deja entrever el sentimentalismo y la nostalgia que este abulense de nacimiento siente por dejar una Diócesis en que se ha sentido muy querido. Esperemos que, en unos años, este sentimiento pueda repetirse cuando se jubile en su nuevo destino: Salamanca y Ciudad Rodrigo.

Recibe este nombramiento tan solo cuatro años después de haber sido ordenado Obispo y tomado posesión de la Diócesis de Plasencia. ¿Se le ha hecho insuficiente el tiempo?

Exactamente han sido cuatro años y medio, desde el 24 de junio de 2017. Pero, además, en este tiempo se han sucedido algunos contratiempos.

En primer lugar, un problema de la vista que me mantuvo alejado del trabajo y casi sin salir durante tres meses. Y, en segundo lugar, la pandemia. Ha sido un tiempo muy escaso para tantas oportunidades y expectativas como teníamos abiertas. Era un buen momento, pero termina ahora y la tarea deberá continuar con el siguiente Obispo.

¿Cómo ha vivido este tiempo tan duro marcado por la pandemia?

Ha sido un tiempo difícil, hay que decirlo. Pero para mí como Obispo, en cierto sentido, también fue un tiempo bonito porque, sobre todo en el primer confinamiento, diariamente hacíamos un vídeo, de unos 10 minutos, a través del cual yo podía compartir con los placentinos reflexiones muy variadas.

Gracias a eso he podido sentirme muy cerca de la Diócesis y también sentir a los fieles cerca de mí. De hecho – comenta sonriendo – mucha gente no se ponía de pie anímicamente hasta que no recibía el vídeo.

En otro orden de cosas, celebrar en la Catedral la Semana Santa en soledad, en silencio, impresionaba mucho. Pero, pese a todo, en la conciencia sentía la compañía de toda la Diócesis, y rezaba por ella.

Hay que decir también que la situación nos ha ayudado a avanzar mucho en el campo de la comunicación y la digitalización, y en el uso de las nuevas tecnologías.

Ha tenido ocasión, pese a las circunstancias, de llevar a cabo algunas importantes actuaciones en la Diócesis de Plasencia. ¿Con cuál se queda?

Hemos puesto en funcionamiento el COF (Centro de Orientación Familiar); el Seminario en Familia, que es fundamental para promover las vocaciones; el diaconado permanente, con dos ordenaciones ya celebradas; las Edades del Hombre; la Escuela Bíblica Lux Mundi…

Si tuviese que expresar con un sentimiento cómo se va de esta Diócesis, ¿cuál sería?

Por un lado, un poco de dolor, como me pasó en Ávila. Siempre cuesta irse de un sitio en que estás bien y en que te sientes como en familia.

Además, hay un sentimiento de desproporción. Yo conozco mis debilidades y me cuestiono mucho cómo afrontar la tarea que tengo por delante.

Y también la inquietud de saber qué va a encontrarse uno en la nueva etapa. Conozco bien Salamanca, he estado quince años allí, y he compartido también tiempo con los seminaristas de Ciudad Rodrigo, pero las dificultades pueden existir.

Al final, el Señor hace posible lo imposible y con su ayuda y la oración de los amigos esta obra marchará hacia buen puerto.

Ha sido una espera de más de un año desde que D. Carlos presentase ante el Santo Padre su renuncia como Obispo de Salamanca por razón de edad. En Ciudad Rodrigo, la espera, suplida en parte por Mons. Burillo, ha sido aún más larga.

En este tiempo los medios de comunicación han ido lanzando variadas propuestas episcopales para esta sede vacante. En su caso particular, ¿ha sido un tiempo muy largo de conversaciones?

No. Cuando a uno le nombran Obispo por primera vez siempre hay (risas) un poco más de misericordia. Pero una vez que ya lo eres, se da por supuesto que estás entregado al límite, y en mi caso el tiempo ha sido corto. Aún así ha sido sorpresivo.

¿Se planteó decir que no?

Nunca. En la parroquia me lo preguntaron también. Sería la primera vez que le digo a la Iglesia que no, respondí. Aunque tú puedas tener cierto dolor por dejar una Diócesis, como decía antes, muy querida, por mi cabeza nunca pasó esa opción.

¿Cuáles han sido las motivaciones que le han llevado a aceptar este encargo que el Nuncio, en nombre del Papa Francisco, le ha transmitido?

La entrega de la vida. Siempre pongo el mismo ejemplo. En Ávila, un sacerdote que fue Rector del seminario, del que soy amigo, decía que el sacerdote es como una fuente pública en medio de la plaza de la que todo el mundo tiene derecho a beber. Cuando entregas la vida ya no te pertenece. El Señor me ha pedido esto y yo creo que siempre he sido muy obediente.

Aunque a veces cuesta…

¡Claro! De hecho, es muy común la expresión, incluso entre sacerdotes: “Lo que Dios quiera”. Ya, oiga, pero es que a veces lo más objetivo de lo que Dios quiere es lo que un Obispo pide a un sacerdote: hazme este servicio en un pueblo concreto.

Y al final, el sacerdote te dice: mire, he meditado mucho delante del Sagrario y creo que a mí el Señor no me pide esto.

¿Entonces? Yo creo que hay que estar siempre dispuesto a cumplir la voluntad del Señor. Y lo pienso así desde mi ordenación. En la base del cáliz con que me ordené inscribí: “Hágase tu voluntad”.

El “problema” es que el Señor, cuando lo dices desde el corazón, siempre te toma la palabra. Pero siempre te tiende la mano para aligerar tu carga.

¿Cómo afronta este nuevo horizonte que se le presenta?

Para mí el máximo problema va a ser dividir el tiempo. No tengo problemas para la relación ni para el trabajo, pero necesitas tiempo. ¿Cómo organizas una Semana Santa? ¿Un día en cada sitio? ¿Dos misas crismales?

Un Obispo tiene que dedicar tiempo para que la gente le conozca y sienta que te entregas a ellos por entero y que les atiendes correctamente. Además, hay una dificultad añadida, y es lo novedoso de este nombramiento. Se estrena en las Diócesis la fórmula in persona episcopi, y habrá que ir viendo como encajarla.

Ya se ha reunido con el Colegio de Consultores de Ciudad Rodrigo y también con el de Salamanca. ¿Ha visto buena disposición ante esta nueva fórmula de nombramiento episcopal?

Sí. Los sacerdotes están bien dispuestos, y en general el 90% de los fieles. Pero los políticos tienen que defender que se mantenga la Diócesis de su territorio, porque no deja de ser un valor, una riqueza para la ciudad y la región. Ahora, una vez tomada la decisión, que ha sido muy meditada, y sobre la que se ha consultado, y así me consta, a todos los sectores de la Iglesia, hay que trabajar todos en la misma dirección.

¿Ha tenido ocasión de conocer la situación de las Diócesis? ¿Cuáles son las realidades más urgentes a las que tendrá que atender?

La verdad es que no hemos entrado mucho en materia. Se trataba esencialmente de conocernos y fijar las fechas para las tomas de posesión. En nuestras Diócesis hay tres grandes problemas: la despoblación, especialmente en el mundo rural, el envejecimiento del clero y la falta de vocaciones. Uno puede pensar cómo organizar una Diócesis, pero requiere ante todo de medios humanos para poder ejecutar esas ideas.

Una alternativa a esa falta de vocaciones puede ser el modelo del Seminario en Familia puesto en marcha en Plasencia, y que puede exportarse a Salamanca y Ciudad Rodrigo.

Sí. Bueno, Ciudad Rodrigo tiene seminario y es de las pocas Diócesis. Aún así hay que seleccionar: no todo es cuestión de número para hacer más rentable un seminario. En el Seminario en Familia de Plasencia hay ahora seis chicos, de los cuales un par de ellos irán el próximo año, probablemente, a Salamanca.

Consiste en una preparación a la vida sacerdotal conviviendo inicialmente en sus casas, con sus familias, aunque con visitas de los formadores, fines de semana fuera y una atención permanente durante todo el año. Pero también es importante el papel de los Diáconos permanentes, la preparación de fieles laicos para la celebración de la Palabra en ausencia de presbítero y la institución de ministros extraordinarios de la comunión. Es una buena alternativa para el medio rural, imposible de atender plenamente por los sacerdotes.

¿Existe algún proyecto en marcha en sendas Diócesis, de esa primera información que maneja, que le resulte especialmente cercano, al que sea más sensible?

En Salamanca lo más importante debe ser poner en marcha todas las decisiones emanadas de la Asamblea Diocesana. Ha sido un gran y fructífero trabajo que debe marcarnos el camino. En Ciudad Rodrigo conozco menos, pero, igual que debe serlo en Salamanca, una prioridad será el trabajo previo al próximo Sínodo de los Obispos.

Próximamente, además, corresponde a estas Diócesis la visita ad limina al Vaticano. ¿Irá usted?

Sí, será uno de los primeros actos después de tomar posesión. Me acompañarán los Vicarios de Pastoral.

¿Prevé cambios a corto plazo en las Curias Diocesanas de Salamanca y Ciudad Rodrigo?

No. Cuando está vacante la Diócesis todo queda en el aire, pero una vez tome posesión todo el mundo volverá a su posición. Después de que conozca la realidad tendré que valorar si hacen falta renovaciones, y si hay gente para hacerlas factibles.

Quizá una solución pueda ser delegar en los laicos responsabilidades eclesiales, como también apuntan las Conclusiones de la Asamblea Diocesana de Salamanca a las que aludía antes.

Mi experiencia me dice que hay seglares muy bien preparados, y que muchas tareas pueden ser responsabilidad suya. De hecho, son muy fieles con las tareas que se les encomienda.

En Plasencia, por ejemplo, la Secretaria-Canciller es una mujer laica, joven; igual ocurre con la Delegada de Juventud o la de Familia.

¿Estaría dispuesto entonces a poner una Delegación en manos de un laico?

Ojalá. Y, si hace falta, todas. Pero por convencimiento.

¿Y cree que eso es conciliable con el clero de las Diócesis que asumirá?

Pues tendremos que verlo. Las cosas hay que trabajarlas en común, y es muy importante el diálogo. El Obispo tampoco tiene la potestad absoluta en todas las cosas: tiene su Consejo Episcopal, su Colegio de Consultores, el Consejo Presbiteral… serán decisiones que haya que tomar en conjunto, pero que creo pueden ser buenas siempre que sea posible. No espero que haya mayor dificultad. Los curas no somos celosos.

¿Y mantendrá a su equipo actual, más cercano, con usted en su nueva tarea pastoral?

Pues mi secretario actual es el Director de CONFER, como religioso que es, y además el Delegado de Comunicación de Plasencia. Por si fuese poco, en enero tienen Capítulo de su congregación, y eso me impide hacer planes mucho más allá. La verdad es que me ha ayudado mucho, es un sacerdote muy capaz, con muy buenas habilidades sociales y comunicativas, pero no me quiero hacer demasiadas ilusiones.

¿Sabe dónde vivirá en sendas Diócesis? ¿Mantendrá abiertas las casas actuales?

Sí, las casas hay que mantenerlas abiertas. Viviré, no sé todavía de qué manera (temporal) distribuido, en las viviendas en que actualmente residen D. Jesús y D. Carlos. Tengo un hermano emigrante que va a venir a ayudarme y vivirá conmigo, para estar disponible a cualquier hora del día y de la noche para poder trasladarme o atenderme si necesito algo. Será una gran ayuda para esta nueva tarea.

La actual residencia del Obispo de Salamanca está concebida como la residencia, no solo del Obispo, sino también del Vicario General y del Vicario de Pastoral, aunque en la actualidad no resida allí. ¿Le gusta esta concepción?

Sí. He tenido ocasión de conocer la casa. Desde pequeño he vivido en comunidad y el vivir con otros me parece que aporta muchas cosas buenas. Por ejemplo, el día que no tengas previsto salir, el poder celebrar juntos desde por la mañana la Eucaristía es muy positivo.

Hemos hablado de lo que han opinado en este tiempo los políticos. ¿Es la fórmula por la que ha sido nombrado Obispo (in persona episcopi) un intento de calmar los ánimos, una especie de fórmula intermedia para evitar más tensiones?

No. No he recibido indicación alguna sobre que mi papel sea el de tender a la convergencia de ambas Diócesis. Eso no significa que no podamos hacer cosas juntos: un retiro de sacerdotes, por ejemplo. Pero la fórmula en que he sido elegido nace con vocación de permanencia. De hecho, a día de hoy, en la Región del Duero hay mucho trabajo común, muchas actividades que se programan conjuntamente. La disposición existe, y es una riqueza.

Tiene muchas papeletas para ser nuevo Gran Canciller de la Pontificia. ¿Encaja en sus planes?

Hace dos reuniones de la Plenaria de Obispos de la Conferencia Episcopal se decidió esperar a tomar esta decisión a que Salamanca tuviese nuevo Obispo. Pero claro, no se pensaba en esta solución.

Yo creo que en el seno de la Conferencia se esperará a que yo me sitúe. Existen dos tendencias, no obstante: una, a librarme de ese peso, porque ya tengo tareas suficientes; y otra que defiende la normalidad de que el Obispo de Salamanca sea Gran Canciller de la Universidad Pontificia.

De todas formas, en la próxima Plenaria se decidirá. A mí ahora, la verdad, es que más peso me supondría una dificultad.

¿Tienen ya todo preparado para las tomas de posesión del próximo enero?

A fecha de hoy Ciudad Rodrigo me ha mandado ya todo, con la programación de la ceremonia incluida, que será retransmitida por televisión. En Salamanca aún no está concretado. Será de todas formas una celebración al uso. Al no haber ordenación el esquema es más sencillo, alternándose las presidencias de la celebración entre el Nuncio y el nuevo Obispo, y también con intervenciones de estos y del Obispo saliente.

¿Espera muchos mitrados en la toma de posesión?

No lo sé. Yo si me miró a mí soy consciente de las ordenaciones en que he faltado, y de la falta de tiempo de los Obispos. Además, el domingo 9 por la mañana toma posesión el Arzobispo Castrense.

¿Cómo fue su visita a Salamanca el pasado noviembre?

Pues conocí la Casa de la Iglesia, conversé y saludé a los sacerdotes de la Residencia Diocesana y comí con ellos. Tuve ocasión también de visitar la Residencia del Obispo, y de mantener un encuentro con el Colegio de Consultores.

¿Tiene prevista alguna despedida de la Diócesis de Plasencia? ¿Con algún mensaje especial?

Sí. El domingo 26, que es el día de la Sagrada Familia, que a mí, por mi sensibilidad y por la relación que tengo con la Delegación, me resulta especialmente cercano, tendremos una celebración por la tarde.

Mensaje especial ninguno: que sigan adelante. Cuesta despedirse sin riesgo de emocionarse cuando te han tratado tan bien.

¿Cuál fue la primera felicitación que recibió cuando le nombraron Obispo de Salamanca y Ciudad Rodrigo?

Bueno, yo he tenido que guardar el secreto pontificio. Al principio solo lo sabía yo. Luego hablé con D. Jesús y con D. Carlos para ponernos de acuerdo, y fue una comunicación muy bonita: sorpresiva y hermosa.

Los tres somos amigos antes que Obispos. Con D. Carlos conviví en el seminario, y a D. Jesús le tengo por un padre. De hecho, su proyecto cuando se jubilara en Ávila era venirse a vivir conmigo a la Parroquia… pero su sueño duró solo dos semanas porque el Nuncio le pidió que se fuese a Ciudad Rodrigo.

¿Le comunicó usted que les iba a suceder?

No. La comunicación del Nuncio es prácticamente simultánea para el Obispo saliente y para el entrante. Además, se debe producir un cierto trámite en el Ministerio de Justicia antes de ser efectivo, y luego hay que ponerse de acuerdo para darlo a conocer públicamente.

Ha sido un secreto casi a voces, sobre todo en las semanas previas al nombramiento oficial, con unos rumores durante todo este tiempo que pocas veces se han visto.

Sí, y yo no entiendo muy bien por qué. En algún punto tiene que haberse producido alguna filtración, porque se han dado datos muy concretos sobre la fecha y hora del anuncio, y que iba a ser yo… El problema de un secreto es quién lo maneja, y al final se ha conocido antes de tiempo.

¿Qué palabras de despedida dirigiría a D. Carlos y a D. Jesús? ¿Les pedirá consejo?

Claro, D. Carlos ha trabajado mucho, muy bien y muy sabiamente. Ha dejado muchas cosas encauzadas. Hay que agradecerle un trabajo muy duro todos estos años. Y a D. Jesús hay que saber valorarle que con 80 años sigue al pie del cañón. Ambos son dos pastores entregados a la causa del servicio a la Iglesia y eso merece nuestra gratitud. Para mí hablar de esto es especialmente emocionante. Todos los Obispos son hermanos, pero Carlos y Jesús son amigos. A todos los Obispos les llamo de usted, pero a ellos no se me ocurre. Les sigo llamando como siempre.

Por último, ¿qué nos pide a sus nuevos feligreses mirobrigenses y salmantinos?

Comunión. Gastamos muchas energías en disputas absurdas. Da igual nuestro estilo, nuestro carisma… todos seguimos a Cristo, y eso es lo que nos une, es a él a quien tenemos que predicar con nuestra palabra y con nuestro estilo de vida, y eso exige una comunión que, ausente, provoca escándalo. Cristianos que no se quieren son anti testimonio. La prueba de que uno vive bien su carisma es alegrarse de que el otro también, desde el suyo, siga a Cristo, y haciéndolo se hará santo.