Ante la Navidad cada uno tiene su percepción y sensibilidad, tan respetable como la de los demás. Para mí, la Navidad es un estado de ánimo difícil de explicar. Lo más importante es el Espíritu Navideño, ese intangible, una especie de corriente con buenos sentimientos y deseos de mejora en las relaciones personales.
Entre otras cosas, la cultura es una interpretación humana de la realidad que entre sus efectos está el de la configuración de un universo simbólico. Aunque Papá Noel o Santa Claus (llamado así de una u otra manera, según latitudes) y Los Reyes Magos se hayan erigido como símbolo del Espíritu Navideño, lo cierto es que este se manifiesta según cada cultura a lo largo y ancho del globo terráqueo.
Vivimos en un mundo perceptivo, valorativo y cognitivo. Basado en imágenes y en el simbolismo, configurado por los mitos, leyendas, filosofía, religión, literatura, arte y sensaciones, en el que el individuo intenta manifestar su aspecto humano, vinculándolo a manifestaciones perceptibles y en eso la Navidad es el símbolo más poderoso.
En los últimos tiempos la Navidad ha perdido religiosidad, pero según datos del CIS (Centro de Investigaciones Sociológicas) de 2017, los españoles siguen percibiendo la Navidad como una fiesta de hermandad, especialmente con nuestros seres más cercanos y queridos: más del 57% la definen como una fiesta familiar, un 11,1% como religiosa y el 67% considera que es una fiesta propicia para el acercamiento familiar y el disfrute.
Aunque para otros la Navidad es un tiempo definido como de carácter comercial, lo cierto es que, a tenor de los datos del CIS, el Espíritu Navideño tiene una función integradora y de cohesión social, dado que la familia es la unidad básica grupal de la sociedad.
Luego la Navidad no son solo los regalos o el simbolismo del buenismo, sino que, para muchos, es una energía que viene desde el interior, con ganas de renovar tu vida y abrazar a todo el mundo, máxime en estos tiempos de pandemia. Y que, con su Espíritu Navideño, trae consigo cada año, al menos en el imaginario colectivo, paz, amor, alegría, armonía y prosperidad para el ser humano.
Para mí el Espíritu Navideño empieza a manifestarse desde principios de diciembre, pero hay una fecha señalada que viene de la antigua tradición celta por la que se celebraba la llegada del invierno, el 21 de diciembre, coincidiendo con el Solsticio de Invierno, momento en el que el sol se encuentra más alto, iluminando desde allí a la humanidad entera.
Además de eso, las fiestas navideñas son especiales por otras tres razones: espirituales, sociales y materiales. Las primeras razones celebran el nacimiento de Jesús, el Hijo de Dios, por lo que las comunidades y las familias religiosas se reúnen, hacen ritos caracterizados por la alegría que proporciona la llegada del Rey de los Cielos, se abre un espacio para la esperanza y se recuerda a los familiares que no están. Al celebrarse la bondad personificada, las razones sociales se ponen más de manifiesto, compartiendo tiempo con las personas queridas, comidas, ocio y se multiplica la solidaridad.
Ese incremento de relaciones conlleva intercambios de carácter material. Somos una sociedad afectiva, pero también consumista y tendemos a manifestar nuestro afecto intangible en forma de un bien tangible como regalos, juguetes, alimentos, complementos u otros. Una encuesta del CIS le pone números a los principales sentimientos que afloran en los españoles ante las fiestas navideñas: acercamiento familiar, el 67%; añoranza de seres queridos, 36,3%; alegría, 21,4%; buenos sentimientos o generosidad, 18,5%. Todo ello favorece los buenos deseos, así como el compartir y ahí estaría la magia del Espíritu Navideño.
El año pasado, por estas fechas, terminábamos nuestra columna apelando a la responsabilidad que todos tenemos en la evolución de la pandemia del coronavirus, junto con el deseo de que acabara cuanto antes. Lamentablemente, un año después, hemos de seguir llamando a la responsabilidad y reiterar el mismo deseo de que acabe pronto, porque el 2021 ha sido un año histórico en este tremendo trance de la Covid.
La situación sigue generando incertidumbre más que claridad al final del túnel. Justo hace un año, la tasa de transmisión comunitaria del virus que tenía España en aquella tercera oleada era de 201,96 casos diagnosticados por cada 100.000 habitantes en los últimos 14 días. Hoy, en plena sexta ola, la tasa es de 473, más del doble, aunque, como entonces, con diferencias significativas según comunidades autónomas y municipios.
Nos acercamos a las puertas de esta ya segunda Navidad con el coronavirus y con una incidencia considerada como muy alta pero que, sin embargo, vivimos con menor angustia de la que teníamos 365 días atrás. Quizás sea porque nos estamos acostumbrando a vivir con el virus y, especialmente, por el hecho de que tras el inicio del plan de vacunación iniciado el 27 de diciembre de 2020, se hayan administrado 81.695.378 de vacunas, cubriendo al 91,6% de la población diana y, en términos generales, las consecuencias de la Covid son más leves entre los vacunados. Aun así, en España ya vamos por 5.422.168 de contagios y 88.667 fallecidos. A escala mundial supera los 5,3 millones de fallecidos, ha infectado ya a más de 272 millones de personas en todo el planeta y sigue con la variante Ómicron extendiéndose por todo el mundo. La equidad en el reparto de vacunas es una oportunidad para la manifestación del Espíritu Navideño, ahí está el compartir de la Unión Europea que ha donado a países de otros continentes más vacunas que las que ha puesto a su propia población.
Por otra parte, y aunque lamentablemente ya estamos acostumbrados, sigue llamando la a tención el alto nivel de crispación y bronca instalado en la clase política, que no da buen ejemplo a la ciudadanía. Una vez más hay que pedirles a sus señorías que atiendan y se centren en lo que es de interés, cuando no necesidad del ciudadano. Esperemos que el Espíritu Navideño les alcance también a ellos, a los políticos. Seamos todos responsables.
Junto con el deseo de que pasen unas Felices Fiestas y de que el Espíritu Navideño se extienda a todo el año 2022, desde aquí le envío, estimado lector, un cordial saludo navideño.
Escuchemos a Luis Aguilé en VEN A MI CASA ESTA NAVIDAD
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