Martes, 23 de abril de 2024
Volver Salamanca RTV al Día
La huella de ETA en Salamanca: historias del dolor compartido por las víctimas
X

La huella de ETA en Salamanca: historias del dolor compartido por las víctimas

Actualizado 06/12/2021
Redacción

En la larga lista de víctimas de la banda terrorista, junto al coronel Heredero o el capitán Aliste, que sobrevivió a una bomba lapa en su coche, están los nombres de otros salmantinos cuyas vidas se vieron truncadas

"La explosión se produjo a las 8.20, mientras el capitán circulaba delante de la plaza de toros, a unos 200 metros del colegio San Agustín, donde acababa de dejar a su hija, de 12 años, y a dos amigas de ésta". Así relataba el diario 'El País' el atentado que sufrió el capitán Juan José Aliste en Salamanca en noviembre de 1995. A consecuencia de las graves heridas causadas por la explosión de una bomba adosada en los bajos de su coche perdió las dos piernas. La Audiencia Nacional condenaba en 2015 al etarra Sergio Polo por el intento de asesinato del capitán Aliste (fallecido en junio de 2020), después de que la Fiscalía solicitara la reapertura de la causa en 2013 tras haber recibido un informe policial que apuntaba a la posible autoría de Polo.

Los magistrados consideraron probado que Polo colocó en la madrugada del 10 de noviembre de 1995 en los bajos del coche del capitán de Infantería un artefacto explosivo, con más de 1.200 gramos de clorato sódico y 800 gramos de multiplicador de alto explosivo. Tras dejar a su hija y a las amigas en la puerta del colegio, el coche arrancó y tras recorrer unos cien metros, escucharon el estallido de la bomba. La huella de ETA en Salamanca: historias del dolor compartido por las víctimas | Imagen 1

La terrible huella de ETA en Salamanca no empieza aquí. En septiembre de 1992 falleció en Salamanca el coronel del Ejército de Tierra Antonio Heredero Gil, como consecuencia de un artefacto colocado debajo del asiento del conductor de su vehículo. La bomba explotó cuando salía de la rampa del garaje del domicilio del coronel, en el paseo de la Estación.

Llevaba más de 20 años en Salamanca, y en la fecha de su asesinato estaba destinado en el Patronato de Huérfanos del Gobierno Militar de Salamanca. A título póstumo se le concedió la Medalla al Mérito Militar de primera clase con distintivo blanco.

Última víctima mortal, en 2001

En la larga y demoledora lista de víctimas de ETA también aparecen los nombres de más de una veintena de salmantinos, la mayoría destinados como Guardias Civiles en el País Vasco y Navarra, como el subteniente Luis Santos Hernández, natural de la localidad salmantina de Alamedilla, que resultó muerto ametrallado por varios etarras junto a su compañero Argimiro García en Mondragón (1974); Esteban Sáez, natural de Galinduste y asesinado en Tolosa en 1979; el teniente Domingo Sánchez, natural de Sobradillo, asesinado en 1975 cuando participaba en un operativo de búsqueda a varios etarras; o Ángel Pacheco, natural de Ciudad Rodrigo, aunque había vivido desde muy pequeño en La Fregeneda, de donde eran sus padres. Llevaba solo dos meses destinado en Bilbao cuando fue asesinado en un control de carretera con el que los terroristas, miembros del comando Araba de ETA, se toparon accidentalmente.

Ese 1979 asesinaban en un bar, junto a otros compañeros, al guardia civil Ángel García Pérez, natural de Vitigudino y con estrechos lazos con San Felices de Gallegos. Estaba destinado en el cuartel de Azpeitia.

Vicente Sánchez, natural de la Fuente de San Esteban, estaba adscrito al servicio de artificieros de la Policía Nacional y llevaba ocho años viviendo en Vizcaya. Acababa de dejar a su hija en el colegio cuando de un coche se bajaron dos terroristas encapuchados que comenzaron a dispararle ante la presencia de alumnos y padres. Era el año 1980.

O el guardia civil bejarano Juan Carlos González Rentero, de tan solo 21 años. Llevaba 9 meses en el Cuerpo cuando fue asesinado por el Comando Madrid, junto a otros cuatro compañeros, en el atentado con coche-bomba de la madrileña calle Juan Bravo en el año 1986.

Pero no solo agentes de las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad Estado, cualquiera podía ser objetivo de la banda terrorista. Como Luis Domínguez Jiménez, natural de Cantaracillo, que llevaba 25 años viviendo en el País Vasco donde trabajaba como enterrador desde 1971. Estaba casado y tenía cinco hijos. En enero de 1980, varios etarras robaron un coche que condujeron hasta el cementerio donde trabajaba Domínguez. Cuando salió, gritaron su nombre y aunque intentó protegerse en unos jardines fue alcanzado por un tiro en la rodilla. Después, le remataron.

El salmantino Pedro Fernández fallecía en 1979 a consecuencia de la explosión de una bomba colocada en los baños del bar que regentaba en Pamplona, ciudad a la que llegó para cumplir el servicio militar y allí se instaló. Su bar estaba a escasos metros del Gobierno Civil de Navarra, donde se encontraba la Jefatura Superior de Policía.

La última víctima mortal salmantina fue Ramón Díaz, cocinero de la Comandancia de Marina de San Sebastián, asesinado en 2001 con una bomba lapa colocada en su vehículo.

Atentados y secuestros

Desde la llegada de la Democracia la banda terrorista cometió 13 atentados en Castilla y León, con tres víctimas mortales (dos militares y un guardia civil). También los secuestros golpearon a la región, con dos de los más largos en la historia de la banda terrorista. Junto al secuestro del funcionario de prisiones burgalés José Antonio Ortega Lara - liberado por la Guardia Civil tras permanecer en un zulo en Mondragón (Guipúzcoa) durante 532 días-, el del empresario soriano Emiliano Revilla -retenido por ETA durante 249 días hasta su liberación tras pagar su familia un millonario rescate- y del entonces secretario general de UCD, Javier Ruipérez, secuestrado en Hoyos de Pinares (Ávila) y retenido durante más de un mes.

Este 2021 se han cumplido diez años del fin de ETA. Entre los años 1960 y 2010, la banda terrorista cometió 857 asesinatos en España. "Un doloroso, injusto y tortuoso camino para sus víctimas, y para toda la sociedad española", en palabras de la Fundación Víctimas del Terrorismo. El 27 de junio de 1960 un atentado en la estación de Amara, de San Sebastián, provocó la muerte de Begoña Urroz, una niña de sólo 22 meses. Begoña pasó a convertirse en la primera víctima mortal de terrorismo en España, y en su memoria el Congreso de los Diputados instauró en 2010, por decisión unánime de todos los grupos parlamentarios, el Día de las Víctimas del Terrorismo, un solemne acto de recuerdo y memoria que se celebra cada 27 de junio.