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Dos rayos de sol se cuelan por la ventana
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Dos rayos de sol se cuelan por la ventana

Actualizado 27/11/2021
Eutimio Cuesta

Dos rayos de sol se cuelan por la ventana | Imagen 1

Se siente uno halagado, cuando se te acerca la gente y te comenta: "Tenéis, en Macotera, una iglesia maravillosa". Habitualmente, todo visitante marcha impresionado de su artesonado mudéjar, de las filigranas del bajo coro, de los grabados renacentistas del friso y columna de las tribunas; de la grandiosidad y atrevimiento de esos largos y abiertos arcos escarzanos, que apoyan su empuje en sólo dos puntos: sin soporte, sin columna, como pendidos del aire...De lo demás, aunque tiene su interés, se ven cosas similares en otros muchos lugares: el barroco está presente en cualquier rincón de la piel de toro.

Si os fijáis en la portada principal, en los ángulos superiores de su alfil, aparecen dos jarrones de piedra con azucenas, estos símbolos marianos indican que la iglesia está dedicada a la Virgen; en este caso, a Nuestra Señora del Castillo, que preside el culto desde el piso superior del retablo del altar mayor.

La iglesia fue construida, toda ella, de sillería de granito durante el reinado de los Reyes Católicos, y su mecenas fue uno de sus principales colaboradores, don Fadrique Álvarez de Toledo, el segundo Duque de Alba, y su mujer doña Isabel de Zúñiga Pimentel. Lo sabemos, porque, en el tímpano de la portada, aparecen sus escudos de armas, y en el pinjante de la bóveda de terceletes que cubre la capilla mayor.

No consta fecha de su construcción, pero, como referencia, podemos dar el año de su matrimonio (1480); y del año en que recibió el Ducado (1488); por lo que, debió de ser a finales del siglo XV.

Antes de entrar, observamos que la portada, sencilla, pero con cierta elegancia por su armonía, semeja un estandarte, que rompe el ritmo monótono de sus paredes. Esta portada, como la de la puerta trasera, se las cataloga dentro del estilo hispano - flamenco; y lo definimos así por sus características: por su función decorativa, porque el tímpano está ocupado por símbolos heráldicos, por las bolas que decoran su dintel y por los pináculos flamencos de sus extremos y molduras, que enmarcan su vano.

Y entramos dentro. Es la primera vez que siento, que todo el recinto con todo su arte, es para mí solo; miento, y de dos rayos de sol, que se cuelan por la ventana y se sientan ora en el respaldo de un banco, ora, en el suelo: juegan como dos chiquillos a sentarse y a tumbarse, pues nadie les llama la atención. Me impresionan los dos arcos escarzanos - formeros, que la recorren de adelante atrás, con solo el apoyo de dos pilastras, que dividen el recinto en tres naves, que no se notan, pues la sensación es de que se trata de una planta de salón, que será muy útil, ya que deja espacio y da cabida a más fieles.

Da la sensación de que los dos arcos miden igual, y no es así: uno mide 20,5 metros y el otro, 21,35. Y no pierdas el detalle, de que, el intradós de los arcos, va adornado por las típicas bolas hispano- flamencas; como son hispano-flamencas las ventanas estrechas, que se rasgan por dentro y dan la sensación de saeteras por fuera. El gótico se distinguió por el predominio de la luz; en cambio, el gótico tardío prefirió subrayar más la decoración, que seguir con la línea de su estructura tradicional. El gótico se aprovechó del arte mudéjar para cubrir, con armadura de madera trenzada, la techumbre de los templos, como es el caso, de la nave central de la iglesia. La armadura está toda ataujerada, formando lazos de a diez, que forman muy diversas y caprichosas estrellas y pentágonos entrelazados.

Si impresionante resulta el artesonado, asombra el techo bajo del coro, tallado, formando estrellas y octógonos entrelazados, abrochados por grandes flores y racimos de mocárabes. Todo conserva un color negruzco de la madera, debido a los años y al humo de las velas. Tanto el artesonado, como las tribunas y el bajo coro, data de 1550, pues así figuran, en los libros de fábrica, unos pagos, que se realizan a los carpinteros, Andrés López de Carmona y Sebastián García.

El arte sublima el rezo.

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