Acaban de reunirse hace nada en la Cumbre del Clima todas esas personas que se juntan para resolver los problemas de la ciudadanía de los distintos países, incluso de la del mundo, porque el clima se calienta que es una barbaridad y ese aumento de temperatura nos afecta a todos y será absolutamente insostenible en breve. Pero no parece que se remanguen mucho porque entonces se arrugan sus vestimentas y modelos, y tampoco deben calentarse mucho la cabeza para no despeinarse y, mientras eso del calentamiento global está que hierve, se llega tan solo a tibios acuerdos y se deja que siga ardiendo la caldera hasta que un día, que va a ser cercano, reventemos todos.
Mientras tanto, los de a pie nos preguntamos por qué, en los supermercados españoles, los pimientos del piquillo vienen de Perú, los frutos secos de China o de Turquía, y así, sucesivamente, un alimento tras otro, se desplaza desde allende los mares, cruza montañas, estrechos, fronteras de países, utilizando en esos viajes combustibles durante miles de kilómetros que consumen oxígeno de todos que nunca nadie podrá reponer. Lo mismo ocurre con la ropa, los calzados, los accesorios, los utensilios, los objetos cotidianos. Estoy segura de que nos gustaría poder ver por un agujerito el recorrido que hace por el mundo cualquier materia prima hasta desembocar en nuestras tiendas, incluso llegar a entrevistarla, y preguntarle de dónde viene, qué países ha visitado, que nos cuente los idiomas que ha oído, los paisajes que ha visto, con tanto turismo que ha hecho de lado a lado del planeta.
Sí, ya sabemos que ahora está todo globalizado y que no entendemos nada de economía mundial, (aunque la mayoría sí somos expertos en lo que Luis Landero en su novela "El balcón en invierno" llamaba "dinero chico") pero no estaba nada mal eso de comer frutos de la huerta murciana o almeriense, leche gallega o asturiana, pescado del Cantábrico o del Mediterráneo? Y además, con la que está cayendo tras la crisis económica que está generando la pandemia, no estaría de más fijarse un poquito en las etiquetas y procurar consumir productos, como se decía antes, "de la tierra", o sea, de un poco más cerca. Que, no es por nada, pero ya nos están avisando también de que acabaremos comiendo saltamontes fritos? Y, si no me equivoco, eso a muchos nos iba a costar una pizca? Aaaaaaaggggg?
Para colmo de males también nos anuncian a bombo y platillo que va a haber un gran apagón, y que a ver cómo nos calentamos, aseamos, secamos el pelo, leemos, caminamos a tientas por las calles sin farola que nos ilumine, lavamos, planchamos, aspiramos, freímos, salteamos, rehogamos, damos un hervor, cocemos, asamos, gratinamos, (vamos, ¡lo que es cocinar!; se entiende, ¿no?). A ver cómo seguimos nuestras series favoritas, nos enviamos correos electrónicos, vemos los mensajes del móvil? ¡Mejor no pensarlo!
El caso es que, de momento, lo del calentamiento global en una semana se nos ha olvidado, y se abre la veda para que toooodo resplandezca en las ciudades. Ya han puesto a funcionar las luces navideñas porque, como ya hemos hecho el cambio horario para ahorrar energía, pues ya podemos encenderlas en Noviembre, especialmente debido a que ya han dicho que en España no vamos a tener apagón, puesto que somos un país muy preparado, y con muchos recursos naturales. Así que, a poco que nos lo propongamos, si hacemos el cambio horario el próximo Julio, ¡para Agosto ya podremos disfrutar otra vez de las luces de Navidad!
Jingle bells, Jingle bells? Pero mira cómo beben los peces en el río? Campana sobre campaana?
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