El gobierno anuncia una ley sobre la prostitución. A ver si esta vez es verdad.
Personalmente creo que este tema y el del aborto no tienen buena solución. Pero debe abordarse, en lugar de vivir en un país como si no hubiera prostitución. Aun así, sabemos que no podremos erradicar la prostitución, porque desgraciadamente siempre ha habido y habrá personas que, por unas razones u otras, estarán dispuestas a vender o comprar actividad sexual, legalmente o clandestinamente. Solo podremos, y esto ya es mucho, disminuir las dimensiones del problema.
Tomada la decisión de afrontarlo, felicito al gobierno por ello; pero no es fácil saber que se debe hacer.
1.El primer problema es que la compraventa de actividad sexual tiene tantas variantes y tantas causas y tan diversas que definir sobre lo que vamos a legislar es difícil. La trata de mujeres es bien conocida y todo el mundo admite que debe ser perseguida. El resto es un problema porque la variedad de formas no tiene fronteras claras.
Usted puede hacer un lisado de formas de prostitución y llegará a la conclusión de que entre algunas de ellas hay diferencias sustanciales; mientras entre otras la frontera es muy difusa o inexistente. Las variantes dependen de:
(a)Los grados de libertad con ausencia total de la prostituta (en la trata de mujeres esclavizadas) o casi total (cuando depende de un proxenetas); (b) el grado de necesidad (por la pobreza, abandono de la mujer con hijos y sin recursos); (c) por ser ilegal en un país; (d) dificultades para encontrar trabajo; (e) el grado y tipo de motivación económica (sobrevivir, tener familia a su cargo o, en el otro extremo, para mantener un alto nivel de vida propio de la prostitución de lujo, etc.); (f) los lugares (hoteles, clubes, calle, casa de quien vende o quien compra), horarios, condiciones de trabajo, etc. etc.; (g) el tipo de relación con el cliente (anónima o personalizada, coyuntural o relativamente estable), etc. etc.
2.El segundo problema es la radicalización de las postura de los grupos de presión sobre el gobierno y el parlamento, que pueden llevar a los partidos a inclinarse por quienes les aseguran mayor éxito electoral.
A quienes defienden estas posturas radicales, me permito decirle que tengan en cuenta que la radicalidad no es buena consejera y acepten que se trata de buscar la alternativa menos mala, la más eficaz, en términos relativos. Y empezar aceptando que no sabemos con seguridad cual es la mejor ley en la práctica. Dependerá de las consecuencias prácticas para las mujeres menos o nada libres, más necesitadas, con menos posibilidades de ganarse la vida con otros trabajos, las ilegales, las esclavizadas, etc.
3.El tercer problema es que, incluso entre las naciones con mejor calidad y democracia, las legislaciones llegan a ser tan distantes que son opuestas en aspectos esenciales (Suecia es abolicionista y otras, también de la Europa más avanzada, partidarias de despenalizar la prostitución). En este caso ¿Qué nos conviene copiar de Europa? ¿Sería posible consensuar una ley europea, al menos?
4.Cuarto problema: el feminismo está dividido entre las que creen irrenunciable una ley más radical abolicionista y las que creen que es mejor una ley más realista.
¿Y qué es en este caso lo más realista?
¿Usted qué opina y cuáles cree que son las consecuencias de una u otra alternativa?
¿Hay una alternativa intermedia mejor?
En todo caso, la peor solución es la española: mirar para otro lado.
Volveremos sobre los argumentos de una y otra parte la próxima semana.
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