Martes, 30 de abril de 2024
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Vamos a contar mentiras
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Vamos a contar mentiras

Actualizado 02/11/2021
Francisco Delgado

Vivimos en un país, en el que, como en muchos otros ( pero esto a muchos no nos consuela) la mayoría de la gente, por la mañana, en el desayuno, sabe a qué va a dedicar el día: a contar nuevas mentiras y a repetir las de siempre.

En algunos oficios y profesiones el porcentaje destinado a contar mentiras es mayor que en el resto: periodistas, políticos, grandes empresarios, escritores, vendedores, comerciantes de productos farmacéuticos?, tienen en las últimas décadas sobre todo, una tendencia a modificar la realidad o a ocultarla. En las dictaduras, directamente los hechos que se quieren ocultar, se ocultan. En las supuestas democracias, se cambian las palabras, se dice que de día es de noche y que la noche es día. Y la mayoría de ciudadanos, de tanto escuchar estos cambios de palabras, terminan desorientados y confusos: ya no saben qué es lo bueno y qué lo malo, dónde está el norte y dónde el sur.

El motivo último por el que mentimos tanto, tiene como causa el descontento con la realidad circundante. Cuanto más rechazamos la realidad, más mentimos. Es un intento siempre fallido de mentirnos a nosotros mismos.

Aquella canción que cantábamos con placer y alegría en las excursiones de nuestra infancia "Vamos a contar mentiras tralará?" nos da la clave de por qué anida la mentira en nuestras cabezas: disfrutamos afirmando que las cosas son distintas a como las percibimos o a cómo nos ordenan percibirla; la imaginación, y el grupo que nos cobija (en aquellas excursiones cantábamos todos la canción de las mentiras) son nuestros grandes aliados. Si no tuviéramos un grupo que nos refuerza, el placer de mentir disminuiría drásticamente: solos tendríamos la desagradable sensación de estar locos o al menos la angustiosa duda de quizás estarlo. Tampoco nos gusta sentirnos solos: "¿hay que mentir? Pues se miente; pero todos", nos decimos secretamente. Como el grupo de niños de la película "La cinta blanca", de M. Haneke. Juntos hasta el final, hasta que la verdad de quién ha sido el saboteador, el ladrón, el asesino, el terrorista, se cuele por las costuras y no haya manera de ocultarla.

España, como otros países de nuestro entorno y otros muchos lejanos, antes de un acuerdo nacional sobre los límites del precio de la luz, una ley de vivienda o un acuerdo en educación, necesita previamente un acuerdo sobre la verdad presente, en el que todos los ciudadanos nos comprometamos a replicar en el diálogo social y político solo mediante datos y argumentos basados en la lógica. Acotemos los campos en los que no podríamos mentir: la trasmisión de hechos o sucesos de cualquier índole, los datos de economía del país, la política, los datos científicos, el estado de la sanidad.

Todos los demás campos podrían estar no libres de mentiras, porque nuestra imaginación no podría sobrevivir, si no pudiera crear fantasías o expresar deseos utópicos.

Acotemos, con urgencia, aquellas cuestiones de nuestra realidad, en las que estamos de acuerdo en desterrar la mentira. Y que, al respecto, las leyes funcionen.

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