Hombre en el pasillo de su edificio, durante un apagón en Caracas (foto de Rayner Peña)
Cedo mi columna para difundir unadescarnada crónica del comienzo de este lunes, allá en Venezuela. La firma el escritor Eziongeber Chino Alvarez. El título es mío.
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El silencio absoluto es muy difícil de comprender. Se derrama por toda la casa y ya eso constituye un prodigio monumental. Sería maravilloso contar con él, si uno pudiera ponerlo aquí o allá como si fuera una linterna o un candil, y este es el asunto. El silencio que me aturde nace de la ausencia de electricidad. No hay candil o linterna que le gane y todo resquicio de luz en algún momento, se va a dormir cansado, mientras yo me quedo en vela. Se fue la luz hace exactamente nueve horas. Esto adquiere mayor relevancia cuando el resto de los días paren como pueden, el inicio de esta semana que comienza regalándome un lunes, este lunes, sin servicio eléctrico.
Un lunes sin electricidad en Venezuela, es como un eco que se va quebrando tras las comarcas y otros pueblos. Las maldiciones no se hacen esperar. Los edificios aledaños le recuerdan la madre a Maduro. Claro, porque si no hay luz, no hay bomba eléctrica que haga llegar el servicio a todos los apartamentos. ¿Cómo se combate esto? ¿Cómo es que la poceta puede con tantas incursiones? Bueno, hay que tener reservas de agua. En los sitios más insospechados del apartamento, tiene que haber un envase de 2 lt. para cepillarte los dientes y medio lavarte. Seguro tu esposa, que es más rigurosa que tú en la limpieza, te confía que detrás del chiffonier hay un pote. Maravilla. "Ze puede vivid" diría Guille, el hermanito de Mafalda.
O sea que, en Venezuela, la ausencia del preciado líquido toma un paseo por ahí al alimón, con la falta de luz. Son como dos compadres que se van de juerga y que no aparecen sino al día siguiente. O quién sabe cuándo. Ni modo, si no hay luz, prendes la maquinita de pensar pendejeras. Esto me resulta es inevitable. Una de mis pendejadas favoritas, trata de localizar exactamente, dónde y cómo, el país se fue al carajo. Tengo la teoría -hasta ahora irrebatible- de que la punta del farallón por donde nos empujaron, comenzó la prohibición de las Entidades de Ahorro y Préstamo. Es que ahorrar bajo la bota de una dictadura, es un acto fallido y contranatura: había que suplantar la libertad del ahorro por esa vaina de depender de un gobierno pataruco que graciosamente suelta una bolsa de comida de vez en cuando. Si no hay ahorro, no hay plan de vida. Y no existe el "allá", palabra muy importante, porque sin "allá", no hay tránsito, y alcanzar ese collado tan alto implica moverse. Supone dirigirse en un lapso de tiempo a la cristalización de algún sueño. Comprarte un pepón o un apartamento. A ese allá, se lo zampa en el desayuno mi "hoy", que como te digo, comienza sin luz y sin agua, pero con mucha lluvia. Y la lluvia...de pronto recuerdo que tengo como cuatro meses sin sexo. No cuenta el yo-con-yo porque eso busca nada más, apaciguar la cosa y hasta ahí. Cuatro meses es burda. Casi que me trepo por las paredes. Aquí pana, solitudine de bolas, recordando el primer artículo que leí sobre Liz Taylor. Se llamaba "El desliz de Liz". Mucho himeneo. Tanta curva y yo sin freno, concluyo, desechando el recuerdo.
Total, que nada, a echarle bolas a mi hoy. De todas formas, los de los grupos de autoayuda leen a Leo Buscaglia determinando que lo que hay que vivir es el "ahora". El hoy. Discutible.
De planificaciones, no me hables. Ni sé qué habrá de almuerzo. La cena, como te digo, queda en el lejano allá, so far away. Pero, tengo esperanzas. No sé ni cómo logro semejante hazaña. Tengo esperanzas en medio del desasosiego. Tengo esperanzas en medio de esta umbra tan viscosa. Tengo esperanzas en medio de este lunes abrumador en que me levanto soltando sapos y culebras porque resulta que la perra se hizo caca en medio de la sala y pisé la mierda por andar descalzo y porque no pude ver el pequeño promontorio en medio de la oscurana. Y el café. Usted me puede poner un trapo en los ojos y yo conseguiré el café, que como le he contado, escondo de mis propias garras para siempre tener algo guardao por ahí. Como el botellón de agua, como la urdimbre de ganas y como mi propia esperanza. Esta tiene vida propia y no depende de mis incordios. Simplemente me acompaña como una gata amorosa que todo lo ve y lo comprende desde algún rincón de la cama.
El escritor Eziongeber Chino Alvarez
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